Capitulo cuatro:
En las sombrasAl llegar a mi dormitorio, Alfred se había ido a una reunión y me dejó completamente solo con un revoltijo de emociones, dispuse un lápiz y una hoja de pergamino —material que adoro con toda mí alma— y escribí un monto de sin sentidos que luego arroje a la basura.
Abrumado por esta extraña emoción que tomaba cada parte de mi cuerpo, me asome por la ventana que daba justo a un pequeño lago y me pareció, quizás, haberme vuelto loco porque ví al señor Morker en la orilla, era muy distinguible con las pesaba gabardinas que portaba, el sombrero de copa y monóculo en la solapa, fumando un cigarrillo con la mirada perdida en mí. Tal vez no fue una ilusión haber sentido su aroma.
Mis mejillas se sonrojaron, la manos me sudaron, una indescriptible vergüenza se apodero de todo mi ser y me oculte inmediatamente detrás del muro, imaginando, cuando tiempo se quedó allí parado y si es por mí, si me había esperado a que llegara para verme, tan solo verme. ¿Es posible que viera a través de mi alma y se diera cuenta de que me había encariñado profundamente de él?
Cuando me volví a asomar, terrible impresión la que me dió al notar que su mirada no estaba puesta en mí como creí. Estaba perdida en alguien más, en alguien que atrapaba todo su Interés. Al terminar su cigarrillo se marchó.
A la mañana siguiente, no pude dejar de pensar en el Sr. Morker.
Me preguntaba a mi mismo quien podría ser. Tal vez Margaret, una inglesa como tanto le gusta al Sr. Morker de esa tierra, cuyas líneas del cuerpo monstraban más profundidad que sus escritos o Juliette, una francesa adinerada que escribía poesía pero, a simple vista parecía una niña de doce años, tambien estaba Rebecca, una estadounidense, muy coqueta aunque demasiado vulgar a mi parecer, también estaba Tiffany, Yolanda, etc.
Me sumi en esa idea que me olvidé que los apartamentos estudiantiles no son mixtos.
¿Era posible que el Sr. Morker fuera homosexual?
—Ni raro sería —me dijo Alfred.
—¿Cómo que no? Seria un escándalo.
—Para los que les interesa— dicho esto con la naturaleza relajada que siempre llevaba encima, miró a otro lado y comenzó hablar de otros temas.
Para mí fue más que claro, el señor Morker tenía cierta atracción a los hombres, lo noté cuando esa presentimiento se instaló en mí.
La forma en como solía apreciar la figura masculina con su mirada, examinandola. Aveces pasaba desapercibido porque él era bueno fingiendo desinterés pero, cuando se atraía hacia sí mismo, era como verle contemplar un cuadro abstracto, ni él que solía hallarle sentido a la vida podía encontrar el motivo a su extraña atracción.
Y cuando estuvo cerca de mí quise decirle que tampoco lo entendí, ¡No era correcto!¡Estaba en contra de la moral y todo lo que nuestra sociedad dictaba del "buen" hombre! Sin embargo; sabiendo que cometia un error y más allá de eso un crimen, fui preso del pánico.
El cuerpo del hombre era todo lo contrario al de una mujer: brusco, robusto y sin forman, ¡Que extraño era encontrarle gusto a esas "deformaciones"! ¡Que infamia era vivir de ese modo!
Yo asocie esto a la curiosidad, al abandono total del sexo femenino por más de un año. Una especies de experimento en el cual fue voluntario inconscientemente para ver hasta donde podía llegar. Mi gusto por los hombres era eso, un deseo maquinado por mi mismo que confundía la idolatría con el amor.
Para comprobarlo me acosté con una chica cuyo nombre se me escapa y estuve satisfecho. Yo seguía amando a las mujeres ¡Eso era lo correcto!
Al ver a Sr. Morker pasar sentí, otra vez la necesidad de confirmarme a mi mismo que había salido de ese experimento.
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Pasajes Misteriosos
RomanceLa vida parecía constituirse en pasajes misteriosos lleno de alegrías y de tristezas. El mundo, también tenía esa facultades en tornarse sombríos y crueles a la vez que en brillantes y piadosos. En este mundo de contraste: Francis Morker, un escrito...