•El Padre Duxo•

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                               Capitulo 5

Duxo, a la poca edad de los 5 años ya tenia la idea de trabajar en la iglesia en la que sus padres lo hacían.

Dedicarse a su Dios jamas fue complicado para el. Le gustaba cantar, bailar y aprender a tocar la guitarra.

Su enfoque de la vida era seguir a sus padres, mientras que sus padres eran estrictos pero no a un grado estresante para un niño.

—¡Mamá! ¿Puedo jugar en la consola con mi primo? ¡¡Por fis!!— Siempre rogaba por un si, pero incluso si rezaba antes de preguntar, la respuesta siempre era un no.

—Ay cariño... ya sabes que no puedes, tu papá no te deja. Mejor ve a jugar a fuera.— ("Siempre es lo mismo") pensaba la pequeña mente de Duxo.

Jamás había tenido problemas, pues no los buscaba. Jamás tuvo una falta en la escuela, ni un reporte o advertencia. Así como tampoco tuvo amigos.

El único chico que pudo llamar amigo; fue a un niño alto de lentes que iba a la misma iglesia que el. Lo veía debes en cuando. Hasta que su familia se cambio de religión, ahí fue cuando jamas lo volvió a ver.

Duxo vivía con fe, y en la fe era en lo único que creía, al menos pensaba eso hasta la edad de los 16 años.

La adolescencia le había pegado demasiado fuerte, volviéndose un chico "rebelde".

Aveces se saltaba las clases e incluso dejaba las tareas de lado para salir con su grupo de "amigos", los cuales se burlaban de el por tener que seguir yendo a la iglesia. Odiaba ser humillado.

Nunca se sintió completó, y rogaba a Dios por conseguir su romance adolescente con cualquier persona, solo pedía ser amado. Siempre que lo pedía rompía en llanto, un llanto que llegaba desde el dolor profundo de su corazón.

Y sin esperanza, sus plegarias parecían haber sido escuchadas; pero no como él pensaba.

Había conocido a un chico con cabello negro grisáceo, con unos ojos de un negro penetrante. Mirará por donde mirará era guapísimo.

Y así fue como descubrió su sexualidad.

No tardo en conquistar al muchacho de ojos negros. Lo invitaba a su casa con la excusa de ser su mejor amigo.

—¡Cariño! Les hice a ti y a tu amigo limonada....— La voz de su madre se fue apagando de poco a poco. Ella también había descubierto la sexualidad de su hijo.

No se confundan. Duxo jamás logro dar su primer beso, y ese había sido un intenta más que fallido.

Le habían prohibido volver a salir y hablar con el; por lo que se deprimió. Pensaba que sus padres lo amarían a pesar de sus gustos.

Lo habían casi que enjaulado en escuchar la palabra de la biblia, lo que le genero asco así mismo en el proceso.

Al crecer, se dió cuenta de las mentiras y engaños por parte de sus padres.

La primera mentira fue la que más le dolió, a el y a su madre. Su padre mantenía una enfermedad terminal, la cual iba empeorando con los años.

Ya en lecho de muerte, pidió una última petición a su único hijo.

—Duxo...— Tomo la mano de su tembloroso hijo, el cual no paraba de soltar amargas lágrimas.

—¿Te puedo pedir una sola cosa?—

—Lo que sea papá.. lo que pidas lo cumpliré.— Decía mientras se rompía más en llanto.

—Podrías... ¿seguir lo que no pude terminar?—

—¡Si! Lo are, terminare tu camino como sacerdote. Te lo prometo.—

Sea lo que sea, el era su padre y lo había llenado de demasiados buenos recuerdos. Fue su ejemplo y su héroe; pero ahora debía dejarlo ir.

Su madre había tardado más en superar aquello. Lo entendía, pero les causo muchos problemas.

Y con eso pasaron los años.

Duxo había empezado a estudiar siendo seminarista.

Felizmente la iglesia de su infancia lo había aceptado.

Ya había cursado sus dos años de filosofía y empezaba con los de teología. Jamas pudo tener una adolescencia normal.

Con el tiempo termino sus estudios. Había logrado dejar de ser seminaristas y le dejaron empezar por dar la ceremonia de bodas.
Un gran paso para el y su madre.

Gracias a que su familia era bastante apegada a esa iglesia, se le facilitó llegar a ser sacerdote con solo 28 años de edad. Algo imposible para algunos.

Sus primera boda había sido bastante polémica, ya que un chico de pelo negro había entrado buscando a algún padre de iglesia que aceptara casarlo a el y sus prometido.

Todos se habían negado, y antes de que el chico saliera decepcionado; Duxo grito que podía hacerlo.

A pesar de que había crecido con el sermón de que eso era pecado y iría al infierno, le daba igual. El amor lo era todo para aquel chico, por lo que lo haría sin pensarlo dos veces.

Conoció a mucha gente graciosa ese día, pero el chico más raro fue al que se le habían caído los anillos, y para acabarla, recordaba perfectamente como el ramo de rosas lo habían golpeado. Fue gracioso pero sintió pena por el.

Se tenia que acostumbrar a eso de ser regañado. Odiaba sentirse pequeño, pero era lo que tenía que soportar.

Le habían tenido prohibido tener pareja, cosa de la cual pensaba que se olvidarían por su padre que era un hombre casado y su sueño siempre había sido ser sacerdote. Ahora sabía por que su papá jamas pudo serlo.

Era estrictamente prohibido tener pareja. Supuso que solo fueron amables con su papá.

Quería terminar con el sueño de su padre, tenía que. Nada podría detenerlo.
Ni siquiera un chico castaño de ojos ámbar.

O al menos eso creía.

("Feliz por qué logre terminarlo hoy :D")

("Pregunta sería... ¿A que hora leen esto?🤨")

("Gracias por el apoyo :D los quiero mucho, a pesar de que no conozca a ninguno.. se les quiere :3 espero les siga gustando y no me olviden 😿 xD de mi parte buenas noches y Dios les bendiga 😻✌️")

•Me enamore de un sacerdote•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora