•"Amigos"•

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Capituló 12

—Déjame entender... ¿¡Van a salir pero no tienes su numero?!—

Apenas eran las 8 de la mañana y ya se escuchaban los gritos en la habitación de Aquino.

—Bueno ya no te enojes, si me lo vuelvo a encontrar pues solamente le pido su número y ya.—

—¿Y cuándo será eso? El mundo es grande Aquino.—

Este solo rodó los ojos y siguió arreglando su cabello.
Ya tenía mas de media hora haciéndolo y sinceramente pensaba que debía recortárselo.

¿Era raro que se fijara demasiado en su aspecto? Realmente no. Aunque no quisiera aceptarlo, seguía gustando de Duxo y eso hace que repentinamente quieras verte bien. El volverlo a ver y saber su repentino cambio le hizo querer darse otra oportunidad.

—¿A dónde vas?— Hablo Estailus cruzado de brazos en la puerta.

—Con Cejo, me dijo que quería mostrarme algo.— Tomo las llaves y su celular.—No me tardare.— Le sonrió.

Estailus sabía que planeaba algo, el hecho de que Cejo había ido a la casa de los padres de Locochon lo hizo molestarse. Aquino le mentía, pero quería saber hasta donde llegaba.

—¿No quieres que te acompañe?— Hablo serio.
—No es necesario.— Y con eso salió de su casa.

—¿En qué te estas metiendo Aquino?—

Aquino caminaba tranquilamente por las calles de la ciudad.
Había estado ocultando muchas cosas a Estailus. Lo hacía sentir culpable pero no podía decirle nada, quería que fuera una sorpresa de la cual se pueda burlar en su cara.

Entro a la cafetería en donde había quedado con Duxo y se sentó en una mesa vacía pegada a una ventana.

Obviamente que había conseguido su número ¿Cómo? Esa es información clasificada.

("Se lo pidió a Locochon")

—¡Hola! Perdón la demora, acabo de salir del trabajo.— Duxo había llegado algo agitado, aún tenía el uniforme de su trabajo puesto.

—No pasa nada, yo acabo de llegar.— Le dijo tranquilo.

Se sonrieron. No tardaron en pedir algo y comenzar a platicar

Todo se daba con naturalidad. Platicaban sobre su niñez, la escuela, estudios, trabajo, entre otras cosas más.

—A oye ¿Y por qué dejaste de ser sacerdote?— Pregunto sin pensar.

—Digamos que... no pude seguir con eso, son demasiadas reglas y vivir con solo el amor de Dios no se me hizo muy justo.—

—Supongo que es agotador estar sentado escuchando los pecados de las demás personas.—

—Si, Espera..... ¿Cómo lo sabes?—
Hablo serio.

—Tu lo dijste ¿No?— Se comenzaba a sonrojar.

—Creo que solo sabes el hecho de que fui sacerdote... pero no dije que hacía en la iglesia ¿Tu no eras el chico de cubrebocas negro?— ¡Demonios! Lo había descubierto.

—Creo que t-te confundes de p-persona.— Miraba a todas partes menos a los ojos del pelinegro. Se sentía muy avergonzado.

—¡Si! ¿¡Tu eres el que mordió la oblea!? ¡Jaja! Recuerdo eso. Las señoras te miraron muy mal.— Se burlaba.

Aquino tapo su rostro, estaba totalmente rojo y su pecho latía con fuerza.

—Yo no sabía que no debía morderla, casi me mata una anciana.— Hablo en un chillido.

Duxo reía a carcajadas, ahora sabía bien quien era.

—Bueno, e de admitir que casi no te descubro. Esos ojos te delatan.—

¿Acaso le acababa de coquetear?

—Tendré que robarme los tuyos para la próxima. Parece que tus ojos deslumbran galaxias, son muy bonitos.—

Duxo lo miro raro, se había sonrojado un poco. No fue un mal piropo debía de admitir.

—Tranquilo Aquinito, apenas somos amigos.— Soltaba risillas entre las palabras. Era muy tierno para el gusto de Duxo.

—¡Ah! ¡E-era broma! ¡Osea tus ojos si son bonitos pero! Pero.—

—Los tuyos parecen ser soles ¿Te lo habían dicho? Dos hermosos soles.— Interrumpió.

Aquino miro hacia la ventana, sentía su pecho alborotado al igual que sentía sus cachetes arder.
Deseaba que alguien le aventara un vaso de agua congelada.

Duxo noto eso, cosa que se le hizo aún mas adorable.

—Me encantaría seguir hablando pero...— Aquino volteó a verlo de nuevo.

—Tengo que ir a casa.— Los dos se levantaron rápidamente.

—¡Yo pago! Yo invito.— Duxo solo pudo ver como se acercaba a la caja y pagaba, ni siquiera pudo protestar.

—Gracias, ojalá podamos salir más seguido.—

—¡Te acompaño! S-si quieres claro.—

Duxo le dedico otra sonrisa.—Esta bien.—

Los par de enamorados caminaban en dirección de la casa de Duxo.

Seguían una platica normal. Llegaban a tener pequeños intervalos de tiempo con silencio, pero nunca llego a ser incomodo. Aquino pensaba en lo que le había dicho Duxo.

("Dos hermosos soles")

Definitivamente se iban a casar. O al menos eso pensaba en su imaginación alocada.

—Aquí esta bien.— Hablo repentinamente Duxo.

—¡Ah si si! ¿Nos vemos después?— Hablo nervioso.

—Si, te veo otro día Aquinito.—

Se acerco a darle un abrazo, cosa que correspondió el castaño.

—¡Adios!— Y entro a su hogar.

Aquino estaba lo que le seguía de nervioso. Sus manos sudaban y tambaleaba al caminar. No sabía como llegaría a su casa pero lo haría muy contento.

—¡Llegue!—

—¿Cómo te fue con Cejo?—

—¡Genial!— Hablo mientras daba vueltas de emoción en la sala.

—¿Y que era eso que te tenía que enseñar?—

—Nada..— Y se fue contento a su habitación.

Estailus lo miro aún más raro. Debía descubrir que era lo que lo mantenía tan contento. La respuesta era obvia, pero tenía que saber como.

("¡Hola! Ahora si pude actualizar mas pronto :D en fin. ¡4k lecturas !😭")

("¿Cómo? No se, ¿Cómo llegue a tanto? Que alguien me explique. Como agradecimiento me gustaría hacerles un especial.")

("Las opciones son... Un poco de la anterior relación de Aquino o spoilers sobre el final del fic")

("Tengo escrito el final en mi libreta :,D y estoy asustada por eso, en fin. Ustedes decidan y yo altoke pongo manos a la obra.")

("Obviamente que el final tendrá cambios con el paso de los capítulos, pero en si el final ya lo tengo planeado. En fin, ustedes decidan :D")

("Y gracias por leer <3")

•Me enamore de un sacerdote•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora