Capítulo 20: Dandelions

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Mis padres me levantaron temprano porque la abuela tenía otra cita con el médico para una revisión.

Acompañé a la abuela al hospital y me quedé a fuera esperándola.

—¿Qué haces aquí?— me sobresalté cuando alguien detrás de mí me habló.

Me giré para ver que se trataba de Aida. Cómo no,ella y su afición de asustarme siempre así.

— Aida Morgan.— un enfermero corrió hasta ella — Ya no tienes a dónde escapar.

La morena me sonrió porque se tenía que ir y se fue junto con el enfermero. ¿Por qué ella venía al hospital? ¿Tal vez por lo de las drogas? ¿O para quitarle esa personalidad maquiavélica?

La abuela salió de la consulta y la acompañé de regreso a casa. Dejé que ella descansara en el sofá y yo me fui a hacer el desayuno.

— ¡Dylan, tienes visita!— gritó desde la entrada.

Dejé las magdalenas al horno para que se cocinaran y fui hacia la puerta.

— Iaia,¿quién es?

Asomé la cabeza y vi que era la morena.

—¿Qué quieres?— pregunté extrañado.

— ¿Te vienes a la feria del pueblo?— Aida sonrió.

— Lo siento, pero tengo que hacer...

— Anda, ves.— me interrumpió la abuela — Diviértete un poco, ves a tomar aire.

Miré la muñeca de la morena y vi que tenía una cinta que todavía no se quitó.

—¿Estás ingresada en el hospital?

Ella se mordió la pulsera y la tiró a la basura.

— Tú ves a jugar, yo me encargo de las magdalenas.

La abuela nos dio un besito a cada uno y se despidió de nosotros.

— No traigo dinero.— me reí al recordarlo.

— No importa.— Aida me enseñó su bolso — Era demasiado obvio.

Estaba por pegarla, pero me relajé.

Primero fuimos al cine para ver una película y nos acercamos a la taquilla.

—¿Hay algún género que no te guste?— preguntó.

— El terror, aún sigo sin poder verme una.

— Vale.— sonrió maliciosamente y se dirigió a la señora de la taquilla — Póngame dos entradas de la película de la Monja.

Me cago en esta niña, como me enfade más la mato.

Cogimos nuestras palomitas y entremos a la sala a buscar nuestras butacas.

Aida antes de empezar la película ya se acabó sus palomitas y durante la película fue robando de mi cubo.

Salí temblando del cine y Aida se rió de mí.

—¡Dylan tiene miedo a la monja!— le gritó a los cuatro vientos.

— Cállate.

Estábamos llenos por culpa de las palomitas y no comimos hasta la hora de la merienda. Me llevó a una tienda de comida rápida y pidió pinchos de carne a la barbacoa.

— Um, no está tan salado.— me aguanté la risa — Aún no me he vengado lo de la salsa, para que te enteres.

Me reí al recordar el desastre que causemos ese día.

Terminemos de comer y fuimos a la feria de noche porque así estaba más bonito con las luces.

— ¿Por cuál empezamos?— preguntó Aida muy entusiasmada — ¿A pescar patitos o a la diana?

MI CORAZÓN DE CRISTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora