Melancolica lluvia

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Para cuándo Zeke volvió a la casa Zoe, ya habían pasado 13 días, volvió con el rostro más pálido y con el labio reventado pero con una fortuna en un maletín. Hange lo miró con preocupación desde la escalinata de la casa, bajo casi corriendo para lanzarse a los brazos del rubio pero este la empujó suavemente y jadeó de dolor.

Al parecer su cuerpo se encontraba en las mismas condiciones que su cara, y la castaña lo comprobó al arrebatarle a tirones la elegante camisa azul.. Su torso estaba cubierto de moretones violetas y rojos, había uno que otro rasguño y en su costado una venda que cubría toda esa zona. Hange miró a Zeke sin decir nada, sus ojos almendrados se humedecieron pero el rubio la tomó con fuerza y la abrazó, todo bajo la celosa mirada de Carlo y la mirada sádica de Caesar.

— Vámonos de aquí ya.. - Hange susurro entre gimoteos contra el pecho del rubio, escuchó a Zeke arrullarla y luego sintió como la presionaba más y más contra su cuerpo. Comenzó a preocuparle la idea de que podía lastimarlo así que con suavidad se soltó del rubio, hasta que este entendió y la soltó.

Hange se despejó y giró sobre sus pies, se quedó mirando a su hermano. El hombre solo mantenía una sonrisa en su rostro y los manos cruzadas por detrás de su espalda, Carlo estaba mas lejos, en la escalinata y solo negó con la cabeza de fijar su mirada en su hermana. Y como si la sangre les diera un cierto don de telepatía, fue facil leer la mirada y gesto del otro.

"No lo hagas"

"Estoy harta, casi lo matan por un estupido juego"

"No lo hagas, ya lo conoces, no lo hagas"

"Si voy a morir que sea por mi propia sangre"

Hange llevó su mirada al otro gemelo, sus ojos de chocolate se endurecieron como el acero y sus facciones angelicales se volvieron toscas. Carlo hizo lo mismo pero en su mirada había un toque de diversión, de sadismo..

— No quiero que hagas más tratos.

La voz de Hange hacía notar su enojo, además su mandíbula se apretó al igual que sus puños.

— Pero si él es quien me los pide, hermanita. - Caesar sonrió ampliamente, sus dientes blancos y perfectamente alineados, esos colmillos bien formados. Hange odiaba esa sonrisa, le recordaba el pecado que era compartir sangre con el.

— Pero tú aceptas, dejamos en paz, ya no queremos nada de ti. - Hange habló más fuerte, pronto sintió el fuerte toque de Zeke, sabía lo que haría. La misma rutina, ya se sabía todo de memoria. — Quita tus manos antes de que me desquite contigo, Zeke.

— Hange, cálmate no tiene caso, siempre es lo mismo y tú sabes que no puedo desligarme tan fácilmente; No si debo dinero.

La voz de Zeke temblaba, al igual que su mano, al igual que lo hacía Hange. Todo era un infierno, todo era un círculo asqueroso de vicios, donde su pareja apostaba dinero, se la cogia para reclamar favores y luego era golpeado hasta sangrar. Hange era como una esposa trofeo pero sin serlo, no tenía un anillo que la aprisionara para siempre pero si tenía una sangre corriendo por sus venas que la obligaba a estar encerrada en libertad.

— Eres un estupido, Zeke Jaeger.

Hange susurro contra sus labios, en todo ese tiempo no había quitado la mirada de su hermano, ambos combatían en un campo de batalla donde perder significaba la muerte pero rendirse significaba una tregua. Ella bajo la mirada, y con cuidado volvió a girar, esta vez simplemente se abrazó a Zeke y pronto escuchó los aplausos de su horrible hermano mayor.

— Nuevo récord, hermanita pero hagas lo que hagas, jamás te desharás de mi..

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𝐍𝐚𝐝𝐢𝐞 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐭𝐮́ | LevihanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora