Uno

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Ambos aceptaron unir sus vidas por sobre todo lo que se les impusiera. Las campanas sonaron y ambos corrieron hasta las afueras de la iglesia, donde fueron lanzados arroz y pétalos para que se dispersen en el aire y envuelvan al matrimonio. Solo existía alegría, y ellos dos eran el centro de aquella felicidad.

Como todo casamiento, luego de aceptarse públicamente y por iglesia, la pareja e invitados son llevados por el tiempo y espacio hasta el gran banquete tan esperado.

--¡Quiero comer pastel!

Un niño, llamado Fumiya Osamu, impresionado por la gran ceremonia, suplicaba a su padre por una rebanada de pastel.

--¡Mira! ahí está papá. Tienes mi permiso para molestarlo, tu padre ahora está hablando cosas importantes, con tu tío Odasaku.

--Pero... papá se va a enojar si le hago berrinche.

--Mm... si lo molestas te doy mi rebanada, cuando corten el pastel.

Fumiya corrió hasta la otra mesa de padres, donde su segundo papá hablaba con su tío Akutagawa. Antes de poder llegar a abrazar la pierna de Chuuya y hacer lo que pidió su padre, chocó con una linda señorita, alta y de pelo morado.

--¡Waa! Perdón, lo siento mucho.

Yosano observó al pequeño en el suelo, ciertamente su choque fue intencional. Lo ayudó a levantarse y de inmediato supo de quien se trataba al poder visualizar bien su rostro.

--¡Tú eres Fumiya!, ¡Cuánto has crecido!, ¿Te acuerdas de mi? Yo te tuve en mis brazos cuando eras apenas un renacuajo.

--¿Q-quién eres?

Admiró el vestido de la extraña, era morado y poco llamativo. Luego miró sus pendientes, y la forma en que estaba vestida para la ocasión. Pensó unos segundos y respondió a su propia pregunta.

--Yosano, Akiko. ¡Una compañera de trabajo de padre!

--¡Ay, si te acuerdas!, ¡Eres un niño muy listo!

Alzó al chico, lo abrazó fuerte y lo sentó al lado suyo. No le dio cabida a que hable o reaccione, porque ella comenzó a relatar una pequeña historia, de los recién casados, a todos los que estaban sentados en aquella mesa.

--¡Escuchen! Se morirán de risa y ternura al escuchar como me enteré de que Ranpo gustaba de Poe.

||Akiko Yosano||

Eran las cinco de la mañana. Hace menos de una semana que nos habíamos mudado allí. Ranpo y yo nos preparabamos para la nueva escuela. Recuerdo que los uniformes eran horribles, en su momento.

--Ranpo. No comas en clase, no aceptes dulces de extraños y no hagas ningún escándalo con ningún profesor.

--Pero, la mayoría de los profesores se creen mejor que yo. Como si supieran más que yo.

--Cuando te gradúes de la secundaria podrás alardear sobre tu maravilloso poder de Deducción.

Ranpo tenía dieciseis años, yo catorce. De los dos, yo me comportaba mejor y era la que menos regaños, por parte de nuestro padre, acumulaba en el día.

Como siempre, ignoró las prohibiciones que le asignó papá. Sinceramente, nunca dije nada y hasta en ocasiones lo encubría. Pero, como si le hubieran dado un golpe, Ranpo empezó a cumplir correctamente aquellas reglas.
Primero, empezó a llegar más temprano a la escuela. Segundo, se bañaba más seguido, según él, porque en su clase hacían mucho deporte. Tercero, dejó de lado los problemas con los profesores, eso fué lo más sorprendente, a tal punto de que los superiores mandaron una nota a casa, informando el cambio repentino de Ranpo, y agradeciendo por corregirlo y guiarlo en el camino correcto.

Adolescencia- RanpoeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora