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(«Pasado»)

Eran las 5:30 de la mañana; el cielo se encontraba oscuro por una nube negra que lo cubría por completo. A través de la ventana se podían ver las gotas de agua que caían sobre el suelo ya húmedo por la misma, las calles frías y solitarias sin un mísero auto recorriendo la carretera. Todos se encontraban dormidos a estas horas, y más con la feroz tormenta que prometía no cesar y llevar con sus fuertes vientos todo aquello que fuera débil ante él.

Marcus, mi padre; aún dormido, se encontraba reposando de manera despreocupada en el mueble, sobre él, una tenue luz titilante que alarmaba que pronto se quemaría el foco; en cambio yo, Anne, me estaba preparando para hacerle algo de comida antes de que se hiciera la hora de irse a trabajar. Su estado de salud era crítico.

Mi padre, una persona que tiende a verse un tanto frío, o taciturno, alguien muy difícil de descifrar en lo que piensa y en cómo es. Trabaja empacando productos en una empresa muy pequeña la cual paga muy poco, tuvo que aceptar ese puesto y más porque le costaba conseguir trabajo por su aspecto tan demacrado.
Descubrí que tenía cáncer de colon, al encontrar un récipe médico y exámenes un día por la tarde dentro de uno de los bolsillos de sus pantalones, los cuales estaba por lavar; y aún así él intentaba ocultarlo. Estoy totalmente desconcertada por esta situación tan abrumadora que le ha tocado vivir; no obstante,  el estar con él en ese pequeño apartamento de cuatro paredes era ciertamente reconfortante y cálido. Pero quisiera poder ayudar a mi padre y que pudiera descansar por lo menos un mísero día...

Ya despertando de mi trance lleno de preocupaciones, me dispuse a buscar en la alacena algo para preparar, lo único que quedaba eran dos panes medianos y con uno no bastaría para alimentar a mi padre correctamente y que le proporcione suficiente energía, además que hoy trabajaría duro y hasta horas de la media noche, así que preferiría aguantar a las horas del receso y poder comer algo a que mi padre se sienta con pocas energías. Yo me encargaba de las compras pero esta vez acabé el dinero en otras necesidades...

El rechinar de la puerta de la alacena hizo que mi padre despertara y se sentara en una de las esquinas del mueble.

Alzó la vista esbozando una sonrisa con poca fuerza.

—Buen día, hija —saludó, frotándose ambos ojos con las manos.

—Buen día, papá —dije devolviendo el saludo y el gesto que me regaló.

Se levantó y caminó lentamente en dirección al baño, parecía dolerle la columna.
Dentro de una hora y media debería estar todo listo y así estudiar un poco por la tarde, estudiaba en el hogar, ya faltaban pocos días para terminar este año de la preparatoria, trataré de no verme tan desgastada y tan mal alimentada para que me tomen en cuenta en un trabajo en vacaciones de verano, sería de gran ayuda y si es que mi padre me deja... Verdaderamente sí sería un gran apoyo.

Terminado de haber preparado el par de panes, los guardé en un envase rectangular y a su lado dejé una botella con café en su interior. Me senté en la espera de mi padre para darle la despedida y desearle un buen día.

Pero más preocupaciones inundan mi mente.

Recordé que hoy cobrarían la electricidad.

Esto es una porquería...

Esto se vuelve cada día más difícil que el anterior; como un círculo vicioso del cual no puedes salir.

Esto puede sonar un poco cliché o de mal gusto pero... odio ser pobre a pesar de todo, claro.

Y en primer lugar:

¿A quién le gustaría serlo?

A veces es bueno dejar a un lado todo aquello que causa malestar, tan solo por un rato... ¿no?

EL ROBLE DE ORO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora