5

5 1 0
                                    

La hora crepuscular se acercaba, la noche dejaba la oscuridad para volverse claridad.

Escapaba...

Sé que venían por mí...

Corrí sumergiéndome entre los altos pinos del bosque espeso...

El tiempo estaba tormentoso, las gruesas gotas cristalinas de agua caían sobre mí, empapando todo con su tacto.

Un bosque, donde sus ramas esparcidas por el húmedo césped me permitían escuchar que estaban detrás de mí...

Cerca, muy cerca...

Pero de manera ingeniosa pude deshacerme de ellos, perdiéndome entre arbustos y árboles,  sintiéndome parte de él...

Llegué a un lugar que me estremecía el cuerpo por completo...

Un enorme roble se encontraba en medio de un prado...

Me detuve allí. Dos personas hablaban. No notaron mi presencia. Escucho que discuten, pero así como sus rostros, sus voces están completamente distorsionadas. Como un siseo eufórico.

La persona de la izquierda a mi parecer, se ve totalmente iracunda. Rabiosa por una razón.

Mi corazón agitado por el trote, se hacía escuchar ensordecedoramente fuerte en mis oídos.

Una respiración que no me pertenecía me acariciaba en la nuca en su exhalación. En este instante lo supe..., debo voltear y dar la cara, pero a la vez mi cuerpo lo impedía. Está tieso como piedra en el lugar. Algo me decía que no tuve que haber hecho lo que hice.

No...

No tuve...

Eso me había traído hasta este preciso momento. Donde me sofocan y me toman por los brazos cortando a sangre fría mis venas. El líquido rojo, tibio y denso se desliza por mis manos goteando al piso desde mis dedos. Mi vista comenzó a estar borrosa. Mis sentidos ya eran nulos.

Todo se vio negro desde entonces...

Una luz se avistaba, parece lejana e inalcanzable.

Siento frío el cuerpo. Mi hora había llegado.

Mi muerte la ocasioné yo.

No tuve...

No tuve que hacerlo...

...

—Despierta —susurra.

La voz la escucho lejana. Totalmente fuera de mi alcance.

—¡Vamos despierta! —exclama en un bisbiseo.

Siento sus manos agitar mi torso. Aprieto los ojos. Mi mente se encontraba aturdida por todo el elixir de procedencia desconocida que tomamos anoche. No solo eso, sentía dolor en el cuerpo como si me hubiesen golpeado, pero solo fue el exceso de bailes locos que hicimos Vanelope, su amiga Vanessa y yo. La chica llegó después de muchos tragos. No sé si tuve un delirio pero después del quinto trago todo se volvió ridículamente irreal y llegué a bailar con Barney el dinosaurio.

Despierto de golpe levantándome bruscamente. Mi cuarto estaba iluminado.
Vanelope me mira preocupada tomando asiento a mi lado.

—¿Sabes qué hora es? —pregunta, mirándome indignada. Yo niego, mirándola de hito en hito. Su cabellera está desordenada en rizos deshechos. Sus ojos están rojos y con rímel chorreado en su párpado inferior—. Ya se van a hacer las cinco de la mañana y no nos hemos arreglado.

—¡Mierda! —reacciono, levantándome por completo. Busco mi celular, y mi alarma de las 4:30 no sonó.

—La señora del servicio doméstico ya está aquí. Nos está preparando el desayuno. —Vanelope se para y corre dirigiéndose fuera de la habitación—. Por cierto, Vanessa durmió aquí esta noche... ¿No hay problema verdad? —pregunta con cierta incertidumbre.

EL ROBLE DE ORO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora