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—¿Crees que de verdad vale la pena? —me preguntaba Laura. Ambas nos encontrábamos en su casa sacando objeto tras objeto de las cajas, ella acababa de mudarse.

—Sí —contesté dejando los libros en el suelo —, sí creo que vale la pena.

—¿La amas? —cuestionó y aunque no volteara a verla sabía que ella me miraba de reojo.

—Sí —sonreí suavemente pensando en aquella castaña que tanto me gustaba —, la amo y mucho.

El silencio de Laura me hizo confirmar lo que tenía en mente, ella aún creía que lo mío con Daniela nunca funcionaría al ser a distancia y yo la entendía, yo misma en su momento llegue a pensar que las relaciones a distancia solamente eran una perdida de tiempo, hasta que Calle llego y me cambio la perspectiva.

—Si no la amara no llevaría más de un año con ella —comenté llamando su atención —. Sabes como soy, ni no fuera algo serio ya la hubiese dejado.

—¿Ella te ama?

—Lo hace.

—Pareces totalmente segura de esa respuesta.

—Ella me da esa seguridad.

(...)

Se había vuelto costumbre que ella viniera cada dos meses a verme. Los días a su lado eran increíbles, parecía irreal. Daniela era una chica increíble y yo estaba muy feliz de tenerla a ella en mi vida.

—¿Quieres ver una película? —pregunte apoyándome en el marco de la puerta de mi habitación con los brazos cruzados. Daniela se encontraba acostada en mi cama mirando su teléfono, me encantaba esa vista, quería tenerla viviendo conmigo; quería verla paseándose por mi casa todos los días.

—¿Cual quieres ver? —dejando su teléfono de lado giro su cabeza y me miró con una sonrisa, una sonrisa que logro robarme el aliento.

—No lo sé en realidad —le sonreí de vuelta, esa castaña me encantaba —, yo me conformo con mirarte a ti.

Tal vez nuestra relación no era la mejor vista, tal vez aún nos faltaba un largo camino por recorrer, pero de algo estaba segura y era que aquella castaña era el amor de mi vida y no pienso dejarla ir por nada del mundo.

(...)

—¿Todo esta bien entre nosotras? —me preguntó Daniela con cierta preocupación al otro lado de la pantalla. Le sonreí con suavidad y cariño.

Hacía ya dos semanas desde que se había ido y yo la extrañaba demasiado.

—Sí mi amor —contesté —, ¿por qué la pregunta?

—Es solo que...—guardo silencio un par de minutos —te he sentido rara estos últimos días —fruncí el ceño ante sus plabras —. Sé que tienes una vida y yo sé que no puedes estar todos los días, las veinticuatro horas pendiente de mí, pero te desapareces.

—¿Desaparezco?

—Sí, de la nada, solamente me dejas de escribir como por una o dos horas, sin explicaciones, sin motivos —me explicó desanimada. Una punzada se instaló en mi pecho ante su mirada de tristeza —, no te pido que me des explicaciones, pero ¿hay algo que me estes ocultado?

Silencio, solamente atiné a mantenerme callada; sí, si le estaba ocultado algo, pero ella no podía saberlo, aún no. Suspiré.

—No —mentí —, no te estoy ocultando nada mi amor.

Una semana más.

Una semana más y todo terminaría bien... O eso espero.






...

Enigma.

Con cada eclipse.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora