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—¿En serio te tienes que ir mañana? —pregunté desanimada mientras acariciaba su cabello.

Ambas estábamos acotadas en mi cama mirando la televisión. Calle mantenía su cabeza en mi pecho mirando el televisor. Un suspiro salió de sus labios, un suspiro que me hizo saber que a ella tampoco le gustaba esa ida.

—Sí —contestó sin moverse de su posición —, lamentablemente sí.

El silencio volvió a llenar la habitación, cada una en sus pensamientos. No quería que se fuera y por la forma en la que se aferraba a mi cintura suponía que ella tampoco quería irse.

—¿Cuando podré verte otra vez?

Con leves movimientos se incorporó hasta quedar sentada dándome la espalda, yo solamente la miraba, lentamente se dio la vuelta colocándose sobre mí. Sus piernas a los costados de mi cintura aprisionado mi cuerpo. Sentándose sobre mi adomen sin dejar su peso completamente sobre mí colocó sus manos en mi pecho.

Las luces de la habitación estaban apagadas, lo único que nos iluminaba era el televisor y eso hacia ver la silueta de Daniela aún mas increíble de lo que ya era. Sus ojos tenían un brillo peculiar. Mis manos se colocaron en sus muslos por instinto.

—No lo sé —susurró contestando a mi anterior pregunta —, pero aprovechemos esta noche —se inclinó sobe mí apoyándose en mi pecho —. Hagamos que sea inolvidable.

Sin más me beso con profundidad. Esa noche supe lo que era tocar las estrellas sin ir al espacio. Recorrí su cuerpo con delicadeza, con amor, me encargue de besar cada centímetro de su piel y de dejar mi huella en ella.

La amaba.






...

Enigma.

Con cada eclipse.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora