• Capítulo 1 •
Era un 20 de abril, un día como cualquier otro y a la misma hora en un espacio que siempre era invadida de gente que buscaba salvación, en un edificio simple con estatuas y ventanas de colores que formaban imágenes de Santos.
Para la mayor parte de las personas sean creyentes o no, esas imágenes no eran más que eso. Imágenes. Imágenes que incluso uno mismo y con las herramientas adecuadas podría replicar y hasta construirse un lugar santo ''libre de pecado".
En aquella Iglesia se encontraba uno de los sacerdotes en el confesionario, escuchando cómo una mujer de no más de 50 años suplicaba el perdón de Dios por haber engañado a su esposo con un hombre veinte años menor que ella.
—¿Qué puedo hacer padre? He pecado, me siento tan arrepentida —su voz temblaba, y a pesar de que los pequeños huecos de la puerta de madera hacían casi evitable ver su rostro, se podía notar el temblor en sus manos.
—Ora, hija mía, ora. Ruega por el perdón de Dios, él es todo poderoso y te ama.
—Gracias, padre —contestó y se levantó dentro del confesorio para salir, y empezar a rezar el Padre Nuestro, otra vez, de rodillas frente a una imagen de Jesús en una de las paredes de la Iglesia.
El padre jugó con el rosario que tenía entre sus dedos, apreciando la cruz de plata en ella. Aunque se encontraba en la oscuridad de aquella caja de madera para escuchar a los visitantes se notaba el brillo en el rosario. Odiaba la hipocresía que la gente adoptaba fuera de la Iglesia. Tal vez iban todos los domingos a misa y rezaban antes de cenar o dormir, pero lo que valía según él era la persona, no cuántas veces rezara con arrepentimiento.
Cuando sintió la presencia de alguien en el confesionario se enderezó en la pequeña butaca.
—Ave María purísima —prosiguió a decir el sacerdote.
—Sin pecado concebida.
—¿Hace cuánto tiempo no te confiesas, hijo mío?
—Bendíceme padre, porque he pecado —el tono de voz que el muchacho tenía llamó su atención sin algún aviso.
—Dime hijo, ¿que fue lo que has hecho? —preguntó con cierta curiosidad.
•••
10 de mayo, 2003.
Los gritos en su hogar eran algo de todos los días.
Tenía un padre alcohólico —además de violento— y a una madre inestable emocionalmente que llevaba hombres a casa siempre que tenía la oportunidad de hacerlo, sin importar que estuviera su hijo presenciando tales imágenes de ver a su madre con otro hombre que no sea su padre, o simplemente escucharla a través de las paredes de la habitación.
—¡¿Por qué eres así?! —escuchó gritar a su madre, seguido de eso una botella rompiéndose.
El chico tenía 14 años, y por lo tanto su comienzo de la adolescencia iba a ser complicada, era algo de lo que estaba seguro y consciente. Él era un chico inteligente al que le gustaba leer.
No se molestaba en tener que hablarle a sus padres sobre sus días en el colegio, es más, nunca les hablaba de su día a día, y ellos nunca se molestaron en tener que preguntarle cómo le fue en sus exámenes, en sus exposiciones, en el colegio... en la vida en general.
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Ojos Color Pecado
Teen FictionViendo como dos almas rotas encajaban... Cada lluvia eran lágrimas de Dios.