Capitulo 7: Playa Roja

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Ya arreciaba el sol del mediodía en nuestros cuerpos y según Google map faltaban aún 5 km para llegar al destino. Subimos el capó del auto porque si seguíamos así llegaríamos fritas a Castellum, Sofía se había pasado todo el rato bromeando acerca de la cara que puse cuando Sebastián me pidió mi número de teléfono.

—En serio vas a seguir Sofía Zúdor Mendoza—le dije en forma de regaño pero la risa evidente en mi rostro negaba mi molestia.

—Vamos Bea, nunca te he visto tan roja en toda mi vida—me decía mi amiga mientras reía abiertamente.

—Basta Sofi—ordené

—Y te pusiste a tartamudear para colmo jajaja, lo siento Bea no puedo parar de reír cuando lo recuerdo.

La verdad es que si me había dado nervios que ese chico me pidiera mi número, pues desde que tengo uso de razón nadie lo había hecho a no ser que fueran personas cercanas a mí. Además la cara que él puso al pedírmelo fue demasiado seductora. Algo noté en él que me hizo sentir ese calor en mi rostro y me daba un poco de miedo descubrir por qué. Sus misteriosos ojos eran demasiado atrayentes para esta pobre chica que sólo necesita disfrutar de unas vacaciones sin pensar en ningún chico. Ya es suficiente con Javier que lo tengo bajo el mismo techo odiandome a muerte. ¿Será que sabe de mis sueños? ¿Pensará que soy peligrosa? Creo que viviré con la duda. Mi secreto debe quedar oculto junto con el significado de esta pulsera.

—Te veo pensativa amiga—dijo Sofía

—No es eso, solo me quedo mirando a la nada—respondí

—Bea te conozco, algo te aflije. Dime que es. Te puedo ayudar y lo sabes—me dijo mi mejor amiga tomando mi mano

Por un momento quise contarle toda la historia de mis sueños y de que soy un bicho raro que debo mantenerme oculta, pero recordé las palabras de mi padrastro y mis deseos de serle sincera se apagaron.

—No pasa nada, lo juro—le dije sonriendo

—Okay, si tu lo dices.

El GPS del coche comenzó a señalar que estábamos próximas a llegar a nuestro destino. Empezamos a ver muchos árboles a cada lado de la carretera, todo era tan verde y frondoso que daban sombra a toda la calle. Metros más adelante pudimos ver el cartel que daba la bienvenida al pueblo.

Castellum era muy bonito, tenía una calle principal adoquinada y algunas casas eran pequeñas y conservaban el estilo renacentista. Llegamos a una zona de parqueo y dejamos allí el descapotable Rojo, para continuar nuestro camino a pie. Como turistas al fin caminamos cada trailer comprando todo tipo de recuerdos, desde figurillas de barro hasta pañuelos bordados con el nombre del pueblo. Preguntamos a unas personas donde quedaba la "playa Roja"era el primer atractivo turístico del poblado, pues Sofía me contó que se caracterizaba por tener un banco de arena color rojo sangre y muchas personas se tomaban fotos en él porque según una profecía de millones de años atrás decía que daría salud y dinero a los soñadores de alma pura que se bañaran en sus aguas. Ni Sofi ni yo creíamos en nada de eso, solo queríamos ir por curiosidad y por actualizar el feed de nuestro instagram.

—La playa Roja queda un poco lejos señoritas, van a tener que tomar algún transporte hasta allá—dijo una señora a quien preguntamos

Ya habíamos caminado mucho, como para volver al auto solo para irnos hasta dicha playa, así que preferimos subirnos a un autobús que nos dejaba en el lugar.

Sofía sudaba a borbotones bajo el calor del techo de aquel autobús, que iba tan lleno de personas que no pudimos alcanzar asiento ninguna de las dos. Mi amiga solo se quejaba y daba empujones a todo aquel que se le arrimaba. Yo por mi parte solo reía al verla perder el glamour que su madre tanto le había enseñado, para mí estar en este tipo de transporte era algo normal. El autobús hizo su última parada y las puertas se abrieron, al fin una brisa fresca que respirar. Mi amiga y yo caminamos por toda la arena que daba entrada a la playa. Si el autobús estaba lleno la playa estaba peor. No cabía una sombrilla más en todo aquel espacio.

60 Días BastanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora