Capitulo 12: La cafetería

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Bohemia Rhapsody inundaba melódicamente el auto. Habíamos dejado la mansión hacía unos 30 minutos, ya comenzaba a relajarme. No supe hasta este momento cuanta paz sentía al alejarme de ese lugar.

—Si deseas podemos cambiar de música—me dijo

— La música es perfecta—contesté

—Quedan pocos minutos para llegar a la cafetería de la que te hablé.—me informó

Yo asentí y tomé mi celular para revisar la ubicación en mi móvil. Estábamos a 20 km de Castellum. Mis ansias por llegar al pueblo eran enormes, demandaba conocer a la señora Fahera. Necesitaba calmar esas dudas que me atormentan.

—No sabía que quedaba una cafetería por estos lares, por más que busco no aparece en Google map—dije

—Hay muchas cosas que no sabes de estos "lares" y no sé si estés lista para saberlo—habló sin despegar su vista de la carretera.

—¿A que te refieres?

—No me hagas caso, solo intento asustarte. Bromeo ¡¿OK?!—dijo sonriendo.

—No me asusto con facilidad y tus chistes son malos.

—Jaja soy bueno en otras cosas—puntualizó.

Ambos hicimos una pausa.

Sebastían se desvió de repente hacia la derecha, entrando por un camino rocoso y levantando una nube de polvo a su paso. En este punto ya comencé a preocuparme, el repentino movimiento hizo que cayera mi móvil entre ambos asientos del coche y mi reacción fue su búsqueda inmediata, luchando con los constantes baches que había en el camino y hacían que me golpeara una y otra vez por todas partes del cuerpo.

—Tranquila, esto no es un secuestro. Prometo que mandaré a asfaltar esta calle lo antes posible.

Levanté mi móvil del suelo, y me acomodé en el asiento. Despeinada y con una cara mezclada de susto y enojo, noté que a Sebas le parecía gracioso todo el panorama.

—No estoy asustada, sé como defenderme en caso de que algo malo suceda.—dije mientras ferozmente arreglaba mi cabello.

—¿Oh si? Vaya, quisiera ver una demostración de cómo lo haces.

—Si lo hago te aseguro que recordarás cada momento en que te pateé el trasero.

—Jajaja, creo que te encantaría que te recordara a cada momento.

Sonreí irónica.

Él incorporó su vista en el camino, y no dijo una palabra en los 10 minutos que transcurrieron antes de llegar a la mentada cafetería.

Bajamos del coche, el lugar era pequeño y acogedor. Tenía una especie de temática gótica y minimalista, destacaba el color negro en toda la fachada y una puerta ancha de madera y cristal. No entendía como una construcción tan singular estaría ubicada en medio de la nada.

Pasamos al interior del local, la campanilla de la puerta sonó dando aviso a que nuevos clientes acababan de llegar al lugar. Las vistas se posaron en nostros con urgencia. Aquel espacio estaba repleto, habían varias personas en la barra y otras sentadas en las mesas charlando y comiendo. Todo aquí estaba lleno de vida; me hacía sentir como en casa. Recordando las veces que mi padre, mi verdadero padre, me llevaba a visitar a mis abuelos los domingos y desayunabamos en la cafetería del pueblo.

—Hey Sebas, hace mucho que no te veía por aquí.—dijo un hombr de pelo rojo y tupida barva, mientras se acercaba a nosotros con singular cariño.

—Oh viejo amigo, cuanto tiempo—respondió Sebastián abarcándolo en un abrazo y dando palmadas en su espalda.

60 Días BastanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora