Capítulo 4

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VERÓNICA

La luna se encontraba en su punto más alto, su luz era tan brillante que lograba iluminar muy bien cada rincón de The Rose. Aquella luz, acobijaba en gran manera al pueblo, creando una sensación de paz en cada uno de sus habitantes.

Un completo estado de calma, para ser más exacta.

Desde la ventana de mi recamara podía observar a algunos animalitos del bosque, causar revuelo en el patio, y en el campo de adiestramiento en combate de la academia. Ciervos, mapaches, castores, y hasta tortugas deambulaban por la zona.

La naturaleza haciendo de las suyas, fue algo que me causa mucha gracia, porque mientras los guardias se encontraban a la defensiva e intentaban echar a aquellos hermosos animales, estos no se doblegaban y se mantenían firmes en su decisión de explorar el lugar y jugar con uno que otro objeto extraño que encontraran en su camino.

Transcurrió media hora más, cuando decidí dejar de observar todo lo que sucedía afuera, para concentrarme en lo que estaban haciendo, la razón de mi desvelo.

Sueños y voces.

Los mismos, se han convertido en algo muy rutinario, casi acabando con la existencia de mis ganas de dormir. En otras palabras, quiero dormir, mi cuerpo me pide a gritos hacerlo, pero el solo pensar en hacerlo y que todas aquellas imágenes extrañas se proyecten en mi mente y que aquellas voces tomen posesión de mí, me arrebatan con crueldad las ganas que tengo. Devolviéndome de golpe a la realidad.

Mi cama ahora parece un librero, por lo cargada que se encuentra de libros.

Algunos libros eran sobre: sueños, alucinaciones, demencia -si no encontraba una razón lógica para lo que me sucede, necesitaba de estos libros entonces, debía de prevenir cualquier situación-, historia del pueblo, protocolo y etiqueta, entre otros muchos destinados a diferentes fines.

-A este paso, sino estoy loca, estoy a punto de serlo-me digo.

Hago algunos trazos en mi block de dibujo, difumino algunos puntos estratégicos de la obra y, poco a poco, mi dibujo adquiere... ¿forma?

Resoplo y tiro el block, lejos de mí.

Nada de lo que dibujo tiene sentido para mí.

Nada.

Todos son rayas y cosas sin sentido.

Nada parece querer mostrarme algo.

Me pongo de pie y comienzo a caminar en círculos en mi habitación, pensando y tratando de analizar algunos temas que no me dejan tranquila.

Una extraña combinación de toquecitos en la puerta de mi recamara, hacen que me detenga, sorprendida.

«Este se ha vuelto loco...» esas son las palabras que atraviesan mi mente.

Al principio, pensé que se trataba de una trampa, pero, al cabo de un par de minutos, los toquecitos vuelven a aparecer, cambiando el mensaje en su totalidad.

Me acerco hasta la puerta y la abro.

-Por fin...-el chico no logra decir nada más, puesto que lo tomo de la franela de su pijama y lo arrastro dentro de la recamara, cerrando con rapidez la puerta detrás de mí.

- ¿Qué carajos haces aquí?-pregunto, tratando de no alzar la voz.

-Por eso te va tan mal en las clases de protocolo y etiqueta, no sirves como anfitriona, no sabes al menos dar una linda bienveni... ¡Auch! ¡Coño! ¿Por qué me golpeas?-se queja el pelinegro.

-Regresa a tu recamara antes de que te cachen, sabes muy bien que con lo que acabas de hacer, ya has infringido veinte reglas...

Ethan camina despreocupado por la recamara y ríe.

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