Cap 5: La razón y esa persona de la esquina

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Lenins se encontraba sentado en una de las sillas frente a la puerta del cuarto de Daniel, se había servido un café de una de las máquinas que estaban repartidas por los pasillos del hospital, por suerte, una se encontraba justo al lado de la habitación, eran realmente útiles y de las caras.

Tomó un sorbo de este y contempló la puerta por varios segundos, tenía una idea de lo que pudieran estar hablando ahí dentro.

- Daniel está por morir, lo más probable es que le esté explicando la situación a Jun – volvió a darle un sorbo a su café y echó un vistazo a su alrededor – este lugar es muy costoso, ¿a qué se dedicará Jun para ganar tanto dinero?

No tenía idea, se había desentendido de su hijo y su nieto por 20 años desde ese día.

Recordando ese momento, ahora estaba sorprendido de haber asistido al llamado de su hijo.

Hace veinte años.

- ¡NO QUIERO QUE TE ACERQUES NI A MÍ, NI A MI HIJO NUNCA MÁS!

Daniel se encontraba gritando a su padre, en esos momentos el odio, el resentimiento y el reclamo se podía sentir en su voz.

- ¡MALDITO BASTARDO!, ¡NO PUEDES TENER UNA VIDA NORMAL!, ¡ESTÁS LOCO SI CREÍSTE QUE ACEPTARÍA QUE TE QUEDARAS DESPUÉS DE ESTO!

Le gritaba desde el marco de la puerta de su casa, con Lenins fuera parado en la acera.

- ¡NUNCA ME DISTE UNA VIDA NORMAL!

Las palabras tras esta frase fueron definitivas.

- ¡LÁRGATE DE MI CASA!

Ahí acabó toda relación que tenía con su hijo, Daniel nunca más le habló ni contactó hasta hace una semana.

Ese recuerdo era agua pasada para él, jamás lamentó nada por ese hecho, salvo por que se quedó sin equipaje, pero después nada.

Pero dando un paréntesis al asunto.

- Algo me ha estado molestando – miró de reojo a la esquina a su derecha – ese tipo se está escondiendo detrás de la vuelta del pasillo, justo en el punto ciego de la cámara

Su observación era acertada, un tipo sospechoso estaba de espaldas oculto entre las sombras, llevaba un cubrebocas negro al igual que su ropa.

- A juzgar por su sigilo y técnica para ocultar su presencia, es un profesional – tomó su café tranquilamente – enviaron algo bueno esta vez

Vio bajo la puerta de la habitación continua a la de su hijo, notando el cambio de las sombras, alguien estaba por salir; se levantó de la forma más natural y caminó despacio hacia la cafetera, en ese momento un doctor salió apresurado de esa misma habitación que había observado y por la prisa que llevaba chocó con Lenins.

- ¡Ah!, discúlpeme señor

El doctor parecía muy sorprendido y al mismo tiempo preocupado, el choque había provocado que unas gotas de café cayeran sobre la ropa del más viejo.

- Ja, ja, no es nada joven discúlpeme a mí por ser tan distraído – respondió con humildad sonriendo, inclinándose frente al doctor – por favor continue con lo que estaba haciendo

Dijo para apartarse del camino del doctor.

- Lo lamento mucho, señor, en serio

- No se preocupe, esto se lava, no hay problema

El doctor se fue a toda prisa deshaciéndose en disculpas en todo el camino, Lenins solo lo despidió con la mano, miró las manchas sobre su prenda.

Suspiró.

- ¿Cómo lo voy a limpiar?

Fingió percatarse de los trapos que reposaban en una esquina, que ya sabía que estaban ahí, justo al lado del hombre sospechoso.

- Usaré eso

De su mano, oculto en la manga llevaba un lapicero, robado del doctor con el que chocó.

Sus intenciones se mantenían ocultas bajo su sonrisa fingida y aparente ignorancia de lo que pasaba a su alrededor, apretó el agarre del lapicero, dispuesto a hacer algo con él, sin embargo, casi inmediatamente cuando giró para ir a esa dirección, la puerta de la habitación de su hijo fue abierta.

Ambos, abuelo y nieto, se miraron, para que segundos después, Jun rompiera a llorar y se abalanzó abrazando a su abuelo.

Esto sorprendió de verdad a Lenins.

- Él- Él... abuelo, papá

Lloró desconsoladamente sobre el pecho de su abuelo, quien ahora era la única familia que le quedaba.

Su llanto no parecía tener fin, al igual que sus lágrimas, el dolor de perder un ser querido era insoportable.

Lenisn no sabía qué hacer, pero en esos momentos recordó, un episodio de su vida, a su hijo, cuando Jun lo abrazó por primera vez de niño, no supo que hacer, hasta que Daniel con una sonrisa le hiso señas de como abrazar, moviendo los brazos con gestos para que Lenins lo entendiera.

Recordando esas épocas donde su hijo solía sonreírle, colocó su mano sobre la espalda de Jun y acarició suavemente.

- Ah, ya murió – suspiró internamente – será otro día

Desastre de PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora