2. Tres son multitud

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ESCENA RE-IMAGINADA

Capítulo quince de TSM.
El omegaverse continúa.

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Es una noche de invierno gélida como ninguna y vinieron hasta aquí para trabajar, si alguno de ellos se despierta por la mañana y necesita un médico eso va a complicar el itinerario colectivo.

Por esa razón Jorge permite que Pedro traiga a la habitación a Martín, aunque sea una idea un tanto arriesgada y totalmente improvisada casi a las tres de la mañana.

—No me mire así, —le dice Pedro al chamaco, que cuando lo ve a Jorge ahí, se gira a la puerta como si fuera a suplicarle que lo deje salir— ¿quiere amanecer afónico?

Esa es la única razón por la cual Martín se gira hacia la cama libre con resignación, con las mejillas coloradas y soltando un enorme bostezo que ya no puede contener. El insomnio se lee en las ojeras que asoman casi imperceptiblemente debajo de sus pestañas.

Jorge lo examina rápidamente mientras sigue allí de pie y mientras Pedro agrega una manta acolchonada sobre las demás en la cama de al lado. Todo está en orden, se está casi que tambaleando del cansancio y seguramente caiga profundamente dormido en breves minutos.

—Ándele, ¿qué hace ahí parado? —insiste Pedro, asintiendo hacia la cama que él debería haber utilizado pero de la cual claramente prescindieron, porque no iban a perder la oportunidad de dormir juntos cuando ella se les presenta tan pocas veces.

—Bueno... —accede el chamaco con voz ronca, y arrastra los pies hasta la cama con parsimonia mientras Pedro le sirve dos tragos de tequila del otro lado de la habitación.

—Está helado, muchacho, —nota Jorge, cuando se levanta para evitar que Martín se ahogue por ese ataque de tos que le viene de repente— menuda nochecita iba usted a pasar, ¿qué no sabe que aquí estamos a cinco grados?

Martín se deja caer sobre la almohada con un gruñido y ni siquiera le responde. Mira a Jorge desde allí abajo con una expresión demasiado miserable y los ojos entrecerrados.

—No, —dice, encogiéndose de hombros— no me di cuenta...

Suspira, se tapa hasta el cuello con esas mantas y ya no ve llegar a Pedro a su lado con ese vaso de alcohol.

Jorge le envía una mirada de reprimenda con los labios tensos y Pedro junta dos dedos de su mano libre en un gesto que significa que es poco, y gesticula "nomás tantito" mientras apunta a su propia garganta a modo de explicación.

Y como ve que Jorge no lo obliga a desistir de esa idea, se sienta sobre el colchón muy despacio y pone una mano sobre el hombro de Tincho, que abre los ojos sobresaltado ante el contacto.

—Tómese esto pa aliviar esa garganta.

El chamaco se incorpora sobre un codo y acepta el vaso, pero se traga el tequila con una mueca casi que de asco.

—Muuuuy bien, —responde Pedro como madre orgullosa cuando se lo devuelve— ya va a ver que con eso se le pasa la tos, eh. Acuéstese ora sí.

Jorge se regresa a su cama porque le invaden de repente unas ganas intensas y desconcertantes de acomodar al muchachito debajo de las cobijas y asegurarse de que su temperatura corporal se está elevando.

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