Una escena reimaginada de ningún capítulo en particular, pero cronológicamente dentro de los dos primeros, luego del hospital y luego del Beso Robado™ (;
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Históricamente no hay nada que a Pedro le moleste más que admitir sus faltas, admitir sus falencias, admitir sus problemas y sus debilidades y demostrar inferioridad.
Se lo dijeron siempre sus padres y Rosita siempre lo amonestó por su mal hábito de no pedir ayuda. Violeta siempre salía corriendo a buscarla cuando Pedro se caía o se lastimaba — y cuando lo encontraba, la más de las veces, hasta chamaco se aguantaba las lágrimas como un campeón.
Ninguno de los dos ha cambiado mucho, pero Pedro sí se ha vuelto experto en disimular su malestar, ya sea físico o de índole emocional — aunque ese último todavía lo toma desprevenido en algunas ocasiones y su florcita sabe leerlo como un libro abierto, experta en ver a través de su fachada.
Su hermana lo cuida más de lo que a él le gustaría admitir, pero Violeta también está ocupada en la escuela, preparando la comida y vistiendo a la güerita, y están los tres tan acostumbrados a esa rutina diaria que ni siquiera ella nota en él el mínimo resabio de malestar en un día atareado como hoy.
Que sí lo tiene y vaya que parece dolerle esta mañana ese condenado brazo como si estuviera hecho de metal.
Porque José tiene un pedazo de eso en uno de sus hombros y cada vez que se aproxima una tormenta Pedro lo encuentra empinando la botella para ahogar su sufrimiento pasajero, que se desvanece cuando vuelve a salir el sol y desaparece la humedad.
No sabe él por qué le está costando hoy levantar el brazo derecho, pero nomás quitarle la silla a Coco lo deja recostado contra la pared más cercana para recobrar el aliento.
Cleopatra está muy campante en el corral a su izquierda, viéndolo quejarse de reojo.
—Estarás contenta... —masculla Pedro, sosteniendo su brazo malo contra su pecho y moviéndolo suavemente para testear efectivamente cuál es el bendito problema.
Nada le dijeron en el hospital sobre su brazo...
Su pie está casi sanado, de la clavícula que se había movido de lugar el mismo patrón se encargó, los moretones del golpe que se dio ya se están tornando amarillos. ¿Entonces qué?
Es un dolor muscular que al amanecer sólo lo sentía en el hombro.
Está comenzando a lloviznar y luego de limpiar cuatro de los nueve corrales, a las diez de la mañana, ahora lo siente hasta la altura de las costillas y parece que no le permite respirar bien.
—Canijo...
Con una mueca deja de sujetarse el brazo y se gira de nuevo hacia Tormenta para atarla fuera del corral y continuar con su tarea, porque lo partirá a él un rayo antes de que piense siquiera, de que considere la idea de ir a pedirle a ese doctorcito nada, ¿para que luego se cobre el favor con esos besos inoportunos? ¡Antes muerto!
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—Patrón...Pedro da un paso hacia la puerta entreabierta del despacho y observa de reojo cómo Doña Rosa lo vuelve a amenazar desde la cocina con una cuchilla afilada.
El tal Negrete levanta la vista de su escritorio, tomado desprevenido, y sus facciones se alivianan cuando lo ve entrar.
—¡Pedro! Buenos días, ya lo había visto por allá afuera. Adelante, pase usted, estaba... —Don Jorge parece percatarse de su estado de ánimo y se interrumpe él solo— ¿se encuentra bien?
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Escenas reimaginadas
FanfictionEscenas de mis propias historias, si hubieran sucedido de otra manera.