𝕮𝖆𝖕𝖎̨𝖙𝖚𝖑𝖔 1

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Estar enamorado no es un error, ¿verdad?

Mulán:

-¡Mamá, mi desayuno! - gritaba Stevie desde su habitación.

¿Será que algún día pueda levantarme sin sus gritos?

Ya tomé mi ducha mañanera, lavé mis dientes, recogí todas las cosas necesarias para asistir a la escuela y ahora estoy frente al espejo terminando de vestirme.

Termino de secar bien mi cabello y lo dejo caer suelto por mi espalda. Acomodo bien mi atuendo y me doy un último vistazo. Perfecto.

Traigo puesto un pantalón ajustado de mezclilla negra rasgados en las rodillas, una playera verde un poco holgada y un par de zapatillas blancas.

-Oye, ¿sí bajas a desayunar?- pregunta Stevie, asomando su cabeza por la puerta de mi cuarto.

-¿Qué te he dicho de entrar en mi habitación? - gruño con el ceño fruncido hacia ella.

-Relájate, Mulán- entra completamente, cerrando la puerta detrás de sí- Mama fue quien me mandó a buscarte- se sienta sobre mi cama.

-Vale, ya voy- cepillo mi cabello una vez más.

Stevie se pone de pie y se acerca a mí. Una vez a mi lado, inhala profundo, sintiendo el aroma de mi colonia.

-Ya veo que sigues empeñada en conquistar a Daniel, eh- sonríe de lado, divertida, ya que sabe tan bien como yo que esa es la colonia preferida de Daniel.

-Eso no te importa- sonrío también.

Mi celular vibra sobre el maquillador. Antes de que pueda tomarlo, Stevie lo coge y revisa la notificación.

-¡Uh, parece que alguien tiene un nuevo admirador!- exclama, observando la pantalla.

-Dame eso, Stevie- ella echa a correr y se lanza sobre la cama.

Niego con la cabeza. Esta chica ya no tiene remedio.

Stevie es mi hermana mayor. De por medio tenemos solo dos años, por lo que ella está en la universidad mientras yo estoy en el último año de preparatoria. Hoy, por desgracia, ella no debe asistir a clase, pero aún así se levanta temprano para hacer rutinas de ejercicios y esas cosas.

Vuelvo a observar mi reflejo poniendo los ojos en blancos. Stevie comienza reír mientras sigue concentrada en mi móvil.

-Mulán, debes ver esto. ¡Qué pasada!- grita sorprendida.

-Stevie, te he dicho que no grites, joder- me quejo cubriendo mis oídos.

Cuando gritan en medio del silencio, mis oídos se aturden y retumban. Eso no es siempre, es solo cuando hay silencio absoluto. Es una cosa que me viene de pequeña, pero ya no es tan molesto. Los doctores me han dicho que en un par de años podrían armar un tiroteo a mi lado y mis oídos no se lastimarían.

Cuando tenía siete años, estaba en los baños de la escuela y de repente, desde fuera se escuchaban disparos por montones. Mis oídos se comprimían mientras yo me lanzaba al suelo y los cubría con ambas manos. Una vez los sonidos desesperantes cesaron, salí corriendo de vuelta a mi salón. Al entrar la profesora me miró entre aterrada y preocupada. Porque mis oídos sangraban.

Tres meses para vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora