¿Por qué huimos de la realidad? ¿Tanto nos duele?
(Los nombres anónimos serán sustituidos por **)
Narrador omnipresente:
Mulán reaccionó, por fin, ante el toque de la puerta.
Estaba tan sumida en su deliciosa excitación que no reaccionó hasta que su madre la llamó por décima vez.
Quitó las sábanas a toda velocidad y las metió debajo de la cama, ya que estaban mojadas por sus fluidos. Colocó el edredón sobre la cama para cubrir el colchón. Se acomodó un poco el cabello, se vistió nuevamente y tomó una respiración profunda para luego quitar el seguro y abrir la puerta.
-Dim...
-¿Qué hacías que no abrías?- reclama su madre, interrumpiéndola.
-Mm, estaba en el baño-mintió con naturalidad. Su madre asiente.
Mulán, para no mentir nunca, le salió muy natural su excusa. Tanto que su madre no dudó, porque; ¿por qué dudaría de su hija menor, la cuál jamás ha engañado a sus padres ni les ha dado motivo de desconfianza?
-Vale, nena, baja a cenar- le acaricia el brazo- ¿Cómo te sientes?
-Mucho mejor. La ducha me ayudó a relajarme.
Meck, respuesta incorrecta.
Lo que la había relajado realmente fue el delicioso orgasmo que tuvo hace unos minutos.
Mulán volvió a por su celular y salió con su madre para ir a cenar.
Mulán, la pobre, no sabía que mientras ella se tocaba de manera sensual, la observaban. Mientras ella salía en toalla, se secaba, se vestía, se peinaba, lloraba, escribía y masturbaba, la miraban por la ventana. De hecho, la observaban desde que se despertó.
Obviamente, ella no sabía. De haberlo sabido, no hubiese hecho eso, se hubiera aterrado desde un principio.
Una vez la puerta fue cerrada, las personas que estaban del otro lado de la ventana, entraron. Sí, "las". No era una sola.
-Joder, aún estoy duro, eh- informa uno de ellos.
-Y yo, tío. Eso fue intenso- rió otro.
-¿Escuchaste los gemidos? Épico- recuerda el primero.
-Oigan, ¿sí se callan?- se queja otro.
-¿Qué te pasa, **? Llevas quejándote desde que pusimos un pie aquí.
-Anjá. Perdón por no disfrutar lo que disfrutáis vosotros.
-Ya, ya- interrumpe el segundo.-¿Y si vamos a por lo que vinimos?
Los demás asienten y se ponen a buscar lo que querían. El primero va a donde se encuentran los cuadernos encima del escritorio. Toma uno en específico y lo ojea. Es un cuaderno de dibujos. En la primera página hay un dibujo de un chico rubio, de ojos azules, cabello despeinado y una sonrisa encantadora. En una esquina de la hoja, dice: "Daniel Morgan" en color rojo y rodeado de pequeños corazones.
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Tres meses para vivir
DiversosNo todo tiene que ser tan básico ni tan cliché. Cada cual tiene su historia, y una manera distinta de contarla. Puede que sea romántica, oscura, perversa, misteriosa, suspensa, o como fuese, pero la contaría de una forma especial. En mi caso... hay...