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Natsu seguía corriendo por los tejados, su corazón latiendo con fuerza en su pecho mientras buscaba desesperadamente a Lucy. Su preocupación por ella lo consumía por completo, y no podía permitirse rendirse en su búsqueda.

Finalmente, una enorme estructura llamó su atención y no hubo que pensarlo dos veces para saber que esa era la famosa puerta Eclipse.

Y, como una leve caricia a sus fosas nasales, un destello sutil del inconfundible aroma de Lucy llegó a su nariz, indicándole el lugar de su ubicación.

No había tiempo que perder.

Su corazón latía con fuerza mientras se acercaba a la puerta que se alzaba en la distancia. Sabía que debía llegar antes de que fuera demasiado tarde.

Sin embargo, su camino se vio bloqueado por un grupo de magos desconocidos que se colocaron por delante de él, dispuestos a llegar a la puerta antes que Natsu.

Con los puños apretados y los ojos ardiendo en llamas, Natsu se preparó para la batalla que se avecinaba.

—¡Déjenme pasar! —rugió, su voz resonando en el aire.

Los magos enemigos se miraron entre sí con determinación, deteniéndose en uno de los tejados para desafiar al pelirosa. Uno de ellos dio un paso adelante, lanzando un hechizo de energía hacia Natsu.

Sin vacilar, Natsu lanzó un rugido ardiente y envolvió su puño en llamas, contrarrestando el ataque con una explosión de energía abrasadora.

Los magos enemigos contraatacaron  mientras la batalla se intensificaba en las calles de Crocus.

[...]

Erza y Wendy corrían por los pasillos del palacio, la urgencia marcando cada paso mientras los recuerdos de su reciente batalla aún resonaban en sus mentes.

Erza recordaba el momento en el que Wendy le pidió unirse a ella una vez que comprobó que Gray y los demás estuvieran a salvo.

En otras circunstancias se hubiera negado, pero la mirada llena de determinación y los puños apretados de la niña le indicaron que no se iba a quedar sin hacer nada hasta que todos estuvieran a salvo, y Erza entendía ese sentimiento.

Después de correr por un buen tramo, llegaron a la imponente puerta de la oficina del antiguo rey, y con determinación, comenzaron a buscar algún indicio de la ubicación de Face.

Erza se puso a indagar entre los libros del librero en busca de algún indicio de un pasaje secreto y, con su aguda intuición, notó una ligera discrepancia en uno de los estantes y lo empujó con fuerza.

Con un suave clic, el librero se deslizó hacia un lado, revelando una oscura entrada.

—Wendy, ven aquí. Tienes que ver esto —llamó a la niña sin despegar los ojos del pasaje—. ¿Puedes detectar algo inusual?

Wendy olfateó la cueva con cuidado.

—Huelo algo extraño, pero... familiar. ¿Sientes la cantidad de magia?

—Sí. Este debe de ser el lugar —aseguró con confianza mientras desenvainaba su espada. Si no se trataba de Face, estaba segura de que encontrarían algo igual de letal.

Con el corazón latiendo con fuerza, Erza y Wendy se adentraron en el pasaje secreto. La oscuridad de las cuevas las envolvió, y el eco de sus pasos resonó en las paredes de piedra mientras avanzaban.

Pronto, el tenue resplandor de la luz filtrándose entre las grietas reveló un paisaje sorprendente: un cementerio de dragones, con enormes huesos dispersos por el suelo.

Los Grandes Juegos MágicosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora