Capítulo 1

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El trapecista

Cuando la música paró y por fin puso los pies en el suelo, todo el circo se cubrió de una sofocante lluvia de aplausos. La gente silbaba y otros tiraban flores, todas cayendo a sus pies. Sin embargo, Felix agudizó su mirada, buscando un rostro en concreto entre las decenas que lo observaban, pero no lo encontró.

«Supongo que esta noche tampoco se quedó para verme», se dijo, desanimado.

Si bien, la persona que tanto deseaba ver, estaba unos metros por encima de él, sentado en una viga. Pero no aplaudía, no mostraba ningún signo de presencia. Nadie podía saber que estaba allí, o sería duramente reprochado por el dueño del circo. Aun así, su sonrisa -causada por el trapecista- era la protagonista dentro de la sombra y el silencio. Y a pesar de no poderla compartir con Felix, la simple idea de algún día poder verlo desde primera fila, era lo suficientemente fuerte como para no hacerlo sentir mal por ello.

Sin embargo, en el fondo, una parte de Changbin se sentía celoso de Felix, o, al menos, sentía una envidia sana hacia este.

Él había nacido en algún lugar de la exótica Francia, probablemente de una mujer inmigrante que se encontraba en una mala situación. O eso era lo que Changbin siempre había querido pensar, quizá para sacarle peso al asunto, ya que había sido abandonado en las puertas del circo con pocos días de nacido. Fue recogido por la esposa del señor Yang, quien en vez de llevarlo a un orfanato como era costumbre, decidió acogerlo como hijo suyo. Esto puso una meta y un obstáculo en la vida de Changbin: llegar a ser alguien de provecho para el circo como había hecho la gran mayoría de su familia adoptiva; e intentar sopesar los malos tragos que le hacía pasar Yang Jeong-in, el nieto de la señora Yang.

Su rivalidad había sido más que temprana.

Apenas se llevaban dos años, pero Jeong-in siempre había sabido cómo darle esquinazo, culparlo de sus propias fechorías y hacerle la vida imposible a la mínima oportunidad que se presentaba. Y aunque Changbin muchas veces intentaba defenderse, lo cierto era que la única persona que le creía era la señora Yang, porque su esposo y los hijos de ambos nunca le daban la razón al niño de la calle. Para la familia Yang, la sangre era la sangre, y un lazo de sangre era más fuerte que todo lo demás.

La señora Yang, sin embargo, lo había inculcado en las artes circenses desde que empezó a andar. Con pocos años ya gozaba de gran flexibilidad, y con menos de diez y muerto de miedo, se había subido al trapecio por primera vez.

A pesar de todo su esfuerzo, sus ilusiones se redujeron a cenizas cuando la señora Yang falleció de vejez. Sin nadie que lo apoyase, Changbin se vio obligado a dejarlo todo, y a acatar las órdenes del señor Yang, amargado y depresivo desde la muerte de su esposa.

Y las cenizas se terminaron de esparcir en un mar de desesperanza cuando se anunció la audiencia para elegir un nuevo trapecista, denegándole la oportunidad a él.

Felix abandonó el escenario tras varios minutos.

Se dirigió a su camerino a paso lento, observando el interior de los demás habitáculos al ritmo que caminaba. Algunos ya se habían retirado los trajes y el maquillaje, otro aún lo mantenían puesto, e incluso habían personas bebiendo y fumando a modo de festejo. Su desacuerdo con ello era tal, que era el único en dejar su camerino cerrado.

-Gran número el de esta noche, como siempre.

Apartó la mano del picaporte en cuanto escuchó esa voz, girándose desanimado hacia la persona que lo estaba observando con atención.

El circo de los soñadores - ChangLixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora