4- Mentiras

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Al día siguiente de aquella peculiar escena no notó una nueva situación creciendo a su alrededor. Estando ensimismado en libros y tratando de reconectar con su pasado a través de la pintura, poca atención le estaba prestando a su ya peculiar entorno.

Pero con el transcurrir de los días, se volvía cada vez más obvio.

Todos los habitantes de ese lugar parecían estar revoloteando a su alrededor cuando salía de su habitación. Al principio creyó que estaba siendo paranoico, pero luego se encontró a sí mismo incapaz de tener un momento a solas si estaba fuera de su cuarto.

Si encontraba un sitio a solas, ya fuera la biblioteca, la cocina, el jardín delantero o la sala de juegos, poco tardaba alguien en aparecer. No necesariamente haciéndole compañía o hablando con él. Sólo se mantenían cerca, lo suficiente como para mantenerlo vigilado.

Y aunque los miembros de su muy particular grupo de vigilancia no siempre eran los mismos, Taeyong era el más recurrente de todos. Como un sabueso, era capaz de encontrarle en un parpadear de ojos. A veces ni siquiera estando en la misma estancia que él. Casi sufre un ataque cuando le vio parado en el enorme balcón interno del segundo piso mientras leía en el sofá de la sala. O cuando logró contemplar su silueta en lo alto de la terraza mientras estaba en el patio trasero.

No era al único a quien vigilaba.

Lo percibió también. La manera elegante y casual en la que mantenían lejos de él tanto a los niños como a Mark. Lo creyó una casualidad al inicio, pero sólo hacía falta una mirada seria de Taeyong para que cualquiera de esos tres se alejara de él.

Se cuestionó bastante al respecto.

Quizás su antiguo yo estaba bastante loco. O puede que fuera agresivo con los niños. Tal vez era la razón por la cual se empecinaban en mantenerlo lejos de ellos.

O puede que fuera un suicida.

La idea había cruzado brevemente por su cabeza. Tal vez el Donghyuck anterior estaba tan cansado de su situación, agobiado por los fantasmas de un pasado que desconocía y atormentado por una vida, que le resultaba ahora ajena, que no pudo tolerarlo más. Puede que hubiera querido terminar con ello. Sería una buena explicación para que todos parecieran querer asegurarse de que tuviera compañía. Puede que su caída de las escaleras tuviera más significado que un accidente casual por su intento de independencia.

Pero no lo dejarían solo durante tantas horas en su habitación de ser así. De estar tan desesperado, bien podría haberse cortado el cuello con un cuchillo en ese punto.

Sin contar que lanzarse de las escaleras no era tan efectivo. Habría optado porque le llevaran a la terraza y arrojarse desde allí. O consumir una gran ración de veneno para ratas, que consideraba que esa casa debía de tener al estar tan lejos de la ciudad y vivir en medio de la naturaleza.

Así que cada nueva teoría que su mente creaba era desechada tan rápido como llegaba. Ser agresivo justificaría a los niños, pero no a Mark. No era como si el sujeto fuera especialmente de su interés, pero era extraño. Aún recordaba el primer día tras despertar y su actitud distante. La forma en la cual era incapaz de verle a los ojos.

Todavía creía que era un idiota gran parte del tiempo, pero sabía que existía algo debajo de todo aquello. Las señales confusas eran una pista de que no estaba imaginando cosas. A veces era incapaz de verle a la cara, luego intentaba hablar con él. Y, si no huía antes, alguien aparecía para cortar con cualquier cosa que pudiera salir de sus labios.

Era extraño.

Pero era peor su sentimiento de impotencia al tratar de hacer en una hoja de papel un estúpido boceto de los asfódelos. Había cortado uno del patio y llevado hasta su habitación. Trató de dibujarlo con lápiz, copiarlo si es más específico. Creía que, para incentivar su memoria, podría empezar por cosas pequeñas. Una simple flor parecía la opción más favorable, sobretodo porque tenía la referencia a menos de un metro de su cara y no era muy compleja.

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