22: Descuido

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—¿Dónde está M.B? —la voz de S.Coups, a unos metros de ellos, interrumpió el rotundo silencio en el que habían quedado cuando el chico terminó de narrar los hechos.

—Me debo ir.

—Espera —Keith atrapó su brazo antes de que pudiese alejarse—. ¿Por qué...? ¿Por qué me dices esto?

M.B le devolvió la mirada y se encogió de hombros.

—Quiero lo mejor para él.

Entonces, antes de que las pisadas del resto de los Aurums se acercaran a ellos buscándole, dejó el lugar. Keith solo pudo mantener la vista sobre él unos segundos antes de encontrarse sola. Sin nada más que hacer, volvió tras bambalinas en busca de los PRIX; todavía tenía el gorro de Youngmin. Sin embargo, allí también se encontró solo consigo misma, ya todas las fraternidades habían vuelto a sus respectivas viviendas.

En otras circunstancias hubiese ido en busca de ellos, pero esta vez las palabras de M.B resonaban en su mente sin descanso. El pasado de Jimin le había golpeado más fuerte de lo que podría haber previsto. Pronto todas sus energías fueron drenadas y no encontró la fuerza para moverse. Así que pasó horas sobre el escenario, ahora oscuro, analizando todo lo que conocía, hasta el evento más pequeño.

Si lo que el chico le había revelado sobre Park Jimin era cierto, lo más probable era que estuviese frente a un caso de afecto evitativo... si es que podía considerar su actuar como "afecto". Aquello explicaría la forma en que parecía arrepentirse cada vez que demostraba tener sentimientos o ser vulnerable, convirtiéndolo en alguien lejano y distante.

Keith comprendía lo que significaba en concepto, mas nunca lo había presenciado.

Cuando pudo dejar de pensar en su pasado, fue él quien tomó el control de su mente. Pero no el Aurum que todo el campus creía conocer, sino el Park Jimin que solo M.B y ella conocían allí. El chico de ojos dulces y dudosos, cabello desordenado, y labios redondos. El chico que la había besado sobre ese mismo escenario tiempo atrás, con cuidado y delicadeza. Le gustaba, y casi podía sentir que era correspondida.

Casi.

Keith dejó salir un suspiro y alzó el mentón, sumiéndose el cielo despejado. Cómo deseaba dejar de sentir aquella incertidumbre en el pecho.

—¿Qué haces aquí?

Su voz la asustó, sacándola de la burbuja en la que había estado por horas. Una corriente recorrió todo su cuerpo y sus sentidos volvieron a estar alerta abruptamente. Todo empeoró cuando sus ojos chocaron con los de Park Jimin, de pie frente a la grada central a solo unos metros de ella. Llevaba las manos en los bolsillos de su pantalón y vestía de negro de pies a cabeza, si no fuese por la luz de la luna iluminando su pálido rostro, sería imposible distinguirlo allí. Sus pupilas chocaron con las de la chica, que lo miraba anonadada desde la plataforma.

—¿Y tú? —devolvió al reaccionar.

—Solo caminaba... —murmuró poco convencido— ¿Por qué has venido?

Keith guardó silencio, incrédula. La presencia de Park Jimin le resultaba imposible de ignorar, casi hipnotizante en todo momento, sin embargo, había algo distinto en él. Algo que no terminaba de descifrar.

Jimin se acercó lentamente a ella, sin quitarle la vista de encima. El contacto visual fue intenso, aunque no amenazante. La chica no pudo evitar compararlo con un lobo solitario. Una bestia, salvaje, incapaz de realizar un acercamiento sin desconfianza o poco instintivo. Parecía analizarla tanto como ella a él, aunque al contrario suyo, su rostro se mantenía inexpresivo, imposible de leer.

LONE WOLF «Park Jimin»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora