IV

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Torre de Eirigan,

Castillo Marfil,

129 d. C.


Cecily podía estar encadenada, pero eso no impediría que mantuviera la cabeza en alto y la barbilla alzada. Era la hija mayor de Lord Gael Belaerys de las Islas Calais, era parte de la familia real y, además, una bruja. Ninguna vieja puta y su bastardo la doblegarían. A su lado, su prima Maery sollozaba en silencio, haciendo que la furia que se cocía a fuego lento en su interior, solamente se incrementara. La sangre de los Riverfyre y los Belaerys corría por sus venas, ¿y ella solamente podía llorar? Cumplir su promesa a Lectus de protegerla, se le iba a hacer muy cuesta arriba.

La joven Belaerys ingresó al Tribunal, con un vestido rosa pálido y los hombros al descubierto, perfectamente amoldado a su cuerpo, sus rizos rojos como el fuego, controlados con un precioso tocado: una trenza gigante que daba vueltas alrededor de su cabeza, terminando en un rodete y sus ojos violetas, tan característicos del Feudo Franco de la Vieja Valyria, analizando cada movimiento de ese entorno hostil, que parecía querer aprisionarla. Era más inteligente que las otras doncellas de su edad, así siempre había sido y así siempre sería. En parte, porque su tía Virian siempre había fomentado que su educación se extendiera más allá del bordado y las clases de etiqueta. Y en parte, porque su padre, al ser la mayor entre su hermano y ella, había decidido que heredaría el señorío de sus tierras, además de que, con ayuda de la hermana de su madre, Serena Syndraenys, comandante de las huestes de los ejércitos Reales, podría seguir protegiendo a su querida prima Clea. Claro que esto hubiera sido así, si los Cardenales no se ponían a conspirar como las malditas ratas que eran. Su tía se lo dijo una vez, mientras que ambas estaban en la biblioteca, practicando el Alto Valyrio de la joven dama.

―El derecho al trono de tu prima va a ser puesto en duda, Cecily. No porque ella no sea igual de capaz para gobernar que cualquier hombre, sino precisamente por no serlo. Es tu deber como su prima-hermana y amiga defender ese reclamo con uñas y dientes. Porque...―su tía Virian espero paciente a que ella terminara la frase que siempre le repetía.

―No importa cuán capaz seas, ni cuanto conocimiento adquieras, los hombres siempre van a mirar con desprecio a una mujer demasiado inteligente o con el suficiente poder para ponerlos nerviosos―continuó Cecily, reconociendo la verdad de su propio mundo, a pesar de contar con tan sólo catorce años por aquél entonces.

Y ahora se encontraba allí. En donde el guardia la dejó, al lado de Maery, que no paraba de llorar y a un costado de su tía Virian, que susurraba algunas cosas para ella misma. Completamente desquiciada por la pérdida de todo lo que amaba, su marido estaba desaparecido y presuntamente muerto, su hija mayor y la auténtica heredera, había huido en su dragón, al igual que su querido y tierno sobrino. Las únicas que sabían la verdad del plan creado por Lectus, eran ella misma y Maery, ni siquiera su padre tenía idea de lo que sus hijos y sus sobrinas habían planeado a sus espaldas. Pero situaciones desesperadas, requieren medidas desesperadas y ellos lo entendían mejor que nadie. Eran familia. Un frente unido. Un solo corazón. Nunca iban a hincar la rodilla ante ningún bastardo dorniense, ni su madre, que aún se creía una Belaerys, a pesar de haberles dado la espalda hacía ya demasiados años. La Reina Virian dijo algo sobre un telar, dragones danzando. Cecily frunció el ceño, sabiendo perfectamente el don de Soñadora que su tía ostentaba, su propio hermano lo tenía, no tan desarrollado, pero al menos sabía controlarlo sin parecer un loco.

―Dorado y Turquesa se alzarán sobre el Negro―dio su tía Virian, la mirada sin emociones, centrada en el suelo. Muy en el pasado se encontraban ya, la antigua presencia de esa majestuosa y respetada Reina. Ya no era la Reina Virian la Gloriosa, ahora había sido reemplazada por Virian la Soñadora.

The heirs of Fire and Blood © [House of the Dragon] [Alysmond + oc's] Book #01Donde viven las historias. Descúbrelo ahora