II

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Río Aguasnegras,
Desembarco del Rey,
Año 129 d. C.

. . .

Ruminante aterrizó en la cima de una colina. Ni Clea ni su acompañante forzado sabían en dónde se encontraban exactamente. El río era abundante y negro, sus aguas se hallaban tórridas. Parecía un desbordante tendal de mierda, lo que hizo a la joven princesa arrugar la nariz.

—¿Qué es ese olor? —dijo ella, cubriendo dicha parte de su rostro—. Huele peor que la comida de la religiosa Edme.

El cargo de Religiosas, fue instaurado por su abuelo Rhoynar, pocos años antes de su muerte; dichas féminas se encargaban de los valores de educar a las niñas de la alta alcurnia, como damiselas de casas importantes y hasta princesas. En su caso, cuando nació junto a Maery, a quien le fue designada su educación, era la religiosa Edme. Una mujer con el cabello azabache, acompañada de un ceño fruncido eternamente dirigido a su persona y un mohín desdeñoso, el cuál solamente se aplacaba sí su hermana era la que le hablaba. La religiosa les enseñaba únicamente costura, bordado y crochet, aunque a veces les relataba también leyendas locales, de antes de la conquista de sus ancestros Valyrios. Una vez les había narrado a ella y a su hermana melliza, una historia protagonizada por la supuesta ira del Supremo, está fábula iba sobre dos jovencitas que desearon estar a la par de los hombres, quiénes habían sido puestos por el Supremo para poblar la tierra. Las mujeres, siempre quejosas, quisieron dejar de servir a dueños de la tierra y ser sus iguales. Así fue como terminaron siendo castigadas con la ira del Supremo; este les colocó algo llamado "la costumbre de las mujeres", en dónde cada luna tendrían dolores y sangrarían por sus partes privadas. Pero también tendría su misericordia, porque su deseo sería para con sus maridos y esto, también se convertiría en un regalo. Esto produciría descendencia y buenos augurios para con la creación del Supremo.

La pequeña Clea de ocho años, frunció el ceño a su hermana, que le devolvió el gesto y ambas observaron a su religiosa, con unos grandes pares ojos púrpuras confundidos cada una.

—Pero, ¿y sí la mujer quisiera ir a la guerra junto a su esposo? —preguntó la princesa heredera, desconcertada por lo que la religiosa estaba queriendo meter en su infantil cabeza.

La mujer se rio, creyendo que era una broma de la niña y al ver que ella hablaba en serio, apretó su entrecejo y respondió de manera fría: —Cada hombre y mujer en esta vida tiene un propósito específico impuesto por el Supremo. Los hombres están hechos para la guerra, la caza y el reinado, sí son bendecidos por Él. En cambio, la mujer debe procurar no ser más inteligente que el esposo. Su único deber es ser su ayuda idónea y darle hijos fuertes, que subirán al trono tras su padre.

Clea desde ese momento ya no le prestó mucha atención a lo que la religiosa decía. Y meses después, ambas hermanas supieron que seguía órdenes del Cardenal Richelieu, quien tiempo después se había opuesto firmemente a que ellas estudiarán las artes del manejo de la espada y la defensa personal.

—El arma de las buenas princesas, debe ser su impecable costura y su encanto. Nada más, su Gracia. Sí permite que las princesas practiquen a la par de su primo Lectus, podría ser mal visto por el pueblo—le dijo un día a su padre, con su madre, Maery y ella; presentes en el Salón del Rey.

Al final, la respuesta de su padre dejó enojado al Cardenal. Ya que él mismo había ordenado que sus hijas fueran entrenadas en esgrima, balance y defensa corporal. Aunque les advirtió que estás irían de la mano de sus clases de etiqueta, política, aritmética y canto. A las pequeñas princesas de diez años les pareció un trato justo y no dudaron en aceptarlo. Desde ese día en adelante, Clea comenzó a prepararse para no solamente ser Reina cuando sus padres ya no estuvieran, sino que también a instruirse para ser una guerrera. Y Maery, que planeaba ser su Consejera Principal, quería ir a la par con su hermana mayor. Así que las dos se pusieron a entrenar.
Sobre este asunto, las niñas fueron a consultarle a su madre, temerosas de que está se enfadara por las nuevas habilidades que iban a aprender. La entonces joven Reina, dejó salir una suave risa y les aseguró a sus pequeñas que no estaba molesta con que aprendieran.

The heirs of Fire and Blood © [House of the Dragon] [Alysmond + oc's] Book #01Donde viven las historias. Descúbrelo ahora