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"¡Vaya puta mierda!" exclamaba cierto tritón. Nadando enojado al notar como aquel barco que el pensaba ir a explorar y conseguir sus hermosos tesoros y objetos extraños había sido saqueado posiblemente por aquellos asquerosos humanos.

-Bueno... Probablemente debí ser más rápido-  pensaba el tritón.
Viktor Volkov era un tritón familia de los tiburones, específicamente de los tiburones blancos.
Era alguien que a pesar de provenir de las profundidades del mar, era alguien que llamaba la atención.

Era grande; cuatro metros para ser específicos, su fino cabello era de un color gris casi blanco, su piel pálida resultado de ser una criatura de las profundidades y lo más significativo de todo... Sus ojos.

Unos ojos casi blancos en su totalidad hacia temblar a cualquiera, pero se volvían más aterradores cuando éstos se tintaban de rojo, resultado de sus emociones fuertes. Sin duda era un ser hermoso pero siniestro.

Viktor sabía el miedo que transmitía, todos lo sabían. Y es por ello que su especie era siempre utilizada como protectores o guardianes de especies más débiles que ellos.  Y todo lo contrario a lo que se pensaba, estos eran sumamente sumisos... Con ciertas especies.
Los tiburones como el eran sumamente fieles a los suyos o aquellos que les rindieran respeto.

Sin embargo, a pesar de eso... Nadie se acercaba a Viktor.
Todos le sacaban la vuelta o evitaban verle a los ojos.

"Pueda que sea por mis heridas y cicatrices" pensaba el tiburón algo triste. Haciendo que mientras nadaba en busca de algún lugar nuevo para explorar, viera su cola y aletas, notando las cicatrices en esta. Los demás tenían el rumor que los tiburones eran criaturas solitarias, que les encanta deambular solos en su habitad.

Pero la realidad no podía estar más alejada.
Claro que le gustaba la soledad, más cuando se trataba en su momento de cazeria, pero sentimentalmente eso era un mentira. Anhelaba a alguien con quien platicar o tener una compañía en sus exhaustivas exploraciones, pero tan solo pasaba por algún grupo de trítones o sirenas y estos huían de él.
Era duro... Pero aprendió a vivir con ello.

-Qué es este lugar...? - se preguntó el tritón al notar una pequeña isla un tanto alejada de la isla de los humanos.
Y le interesó lo solitaria de esta, con una gran vegetación a simple vista, por lo que lleno de curiosidad se acercó a explorar.
Grande fue su sorpresa cuando encontró una cueva, una cueva que al momento de nadar dentro de esta te adentraba más y más al centro y fondo de la isla.

Pero que más le sorprendió fue que una vez dentro del todo, la cueva se volvía un paraíso oculto de los demás, donde el agua brillaba por los pequeños rayos de luz que entraban por el cielo de la cueva, cubierta de plantas y roca. Incluso se formaba una pequeña cascada allí dentro.
Y en el centro una roca resaltada por fuera del agua, un lugar perfecto para descansar.

Exploró un poco más aquella cueva, tomando pequeñas piedras y flores y guardandolas en el pequeño costal que siempre portaba en sus exploraciones.
Pero se detuvo cuando escucho como alguien más se adentraba a su nuevo lugar favorito. Rápido nado hacia una gran piedra, escondiéndose por detrás de esta para poder ver quien osaba de interrumpir su excursión.
Pero nadie le preparo para lo siguiente que su cuerpo entero sintió al ver aquella magnífica criatura nadar por donde hace poco el lo hizo.

Una sirena... Se trataba de una sirena.
Con unas hermosas, llamativas y largas aletas, que contrastaban con el color de su piel y peinado.

Era hermosa.

Y se llevó otra sorpresa al notar que se trataba de un chico... Pero aquello no hizo más que emocionarle aún más.

Se quedó observándole un poco más, y sin pensar y emocionado empezó a mover su aleta con más velocidad.
Habiendo que una pequeña ola ha viera mover la vegetación de aquella parte, ocasionando que aquel ser si tira su presencia.

Así que con algo de temor pero valientemente salió de su escondite, haciendo que ambos soltara un suspiro al notar en su totalidad al contrario.

-P... Perdón- soltó la sirena, pues pensaba que aquel tiburón estaría enojado por su presencia en lo que sería seguramente su hogar.
Pero grande fue su sorpresa al ver como el contrario se miraba sereno ante su presencia...

-H... Hola- soltó el tiburón algo nervioso.

-... Hola... -

Sin duda la corriente eléctrica que sintieron desde la punta de sus aletas hasta el inicio de su columna vertebral no era por algo malo... Era todo lo contrario.



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