Bajé a la sala, donde otra vez el silencio era protagonista del lugar. En esa casa siempre hubo silencio por todos lados; es por eso que solía ponerme los audífonos para reemplazar el sonido nulo que había.
Sergio estaba terminando de preparar unos panqueques en la cocina.
—Hola, Jun. ¿Quieres de esto para desayunar? —me preguntó cuando notó mi presencia ahí. Negué con la cabeza, bostezando.
—Me voy yendo para la escuela —respondí en cambio y de inmediato Sergio dejó todo y se apresuró a llegar hasta donde yo estaba, impidiéndome así el paso a la salida.
—¿No quieres que te lleve yo?
—¿Sigues sin entender que quiero que me dejes sola? —Casi grité con rabia, poniéndome de nuevo de mal humor.
—No entiendo la razón a eso.
—Pues que me tratas como si aún siguiera siendo una mocosa de cinco años. Ya tengo diecisiete, ya soy casi una adulta, puedo solucionar las cosas por mi cuenta e ir a donde yo quiera sin que me lleves tú. Déjame en paz de una vez, carajo.
Su rostro reflejó el dolor que mis palabras le causaron. Ignoré la punzada que sentí y lo aparté de un empujón, saliendo de la casa cerrando de un portazo. Me fui por la acera y apresuré el paso para ir a la parada del camión, donde mi hermano tardaría en llegar si fuera detrás de mí.
Por suerte, no fue así y me subí al autobús sin saber que esa iba a ser la última vez que vería a Sergio.
Sin saber que esas serían las últimas palabras que le diría.
✧✧✧
A la mitad del horario escolar, en clase de literatura, una de mis no tan favoritas materias de la vida, se escuchó, por medio de los altavoces, la voz de la secretaría de la escuela.
—Juno Stone, se le solicita que vaya a la dirección en estos momentos. Gracias.
Y eso fue todo.
¿Qué mierda había hecho yo para ser nombrada? Lo único que hacía en clases era trabajar, dormir y escuchar música. No era tan irresponsable para ser llamada a dirección. Había alumnos que hacían cosas peores y nunca se les llamaba.
—¿Qué hiciste ahora, Jun? —me preguntó Kiara sonriendo de lado y puse los ojos en blanco.
—Ya quisiera saber yo. Ya vuelvo.
Me levanté de la clase, con todas las miradas sobre mí —a algunos les dirigí mi mano con el dedo corazón alzado cuando vi que me señalaban— y sonreí forzadamente al profesor.
Salí del salón camino a la dirección, mirando mi celular en busca de alguna distracción en el trayecto y de las miradas de los que me encontraba en los pasillos.
✧✧✧
—Me alegra que haya venido al primer llamado, señorita Stone —dijo la directora cuando me coloqué donde me indicó.
Me encogí de hombros y evité observarla a los ojos.
—No he hecho nada malo, si es lo que quiere saber. Sí, me he dormido en unas clases, pero culpo al profe por tener una voz muy aburrida y somnolienta...
La mujer carraspeó y me callé de inmediato. Había metido la pata.
—No la traje aquí por eso, aunque sí que me gustaría hablar de eso. La razón por la que la llamé es que he recibido una llamada de un familiar suyo con una noticia que me entristece mucho contarle.
Mi atención de pronto fue directo a las palabras de la mujer. ¿Llamada de un familiar? ¿Qué pasó ahora? ¿Sergio llegando a este punto para llamar mi atención? Eso era caer muy bajo.
Esperé a que hablara.
—Cuando los inscriben en esta escuela, nos aseguramos de dejar en claro que todas las llamadas importantes tienen que llegar directo a nosotros para no interrumpir la clase del alumno y asegurar su salud tanto emocional como física. De aquí es donde nos aseguramos que el alumno esté en buena condición para llevarlo donde se le necesita.
—¿Y por qué me dice todo eso? —pregunté sin evitar que mi voz saliera un tanto agresiva.
Suspiró.
—El caso es que su padre, el señor Alonzo, nos llamó informándonos de un accidente automovilístico que tuvo su hermano, Sergio, esta misma mañana. Hace poco estaba en el hospital, pero... Nos dieron la noticia de que no logró sobrevivir a las heridas que tuvo.
Tenía que ser una broma de Sergio. Una de muy mal gusto.
—Eso no puede ser real. Sergio siempre conduce con cuidado y precaución, es una broma para distraerme, ¿verdad?
—Lamento decirle que no es así.
—Y una mierda. Voy a marcarle. Él contesta de inmediato cuando le llamo.
La directora no me interrumpió, ni dijo nada a mi lenguaje "inadecuado". Marqué al número de Sergio, esperando a que en mi pantalla pronto apareciera la llamada respondida.
Un intento.
Dos intentos.
Al tercero mi vista se comenzó a nublar.
Al cuarto, aventé el celular contra el suelo por la impotencia que sentía.
¿Sergio había muerto?
Eso no podía ser cierto.
Esa misma mañana habíamos hablado, discutido más bien, y se le veía bien. ¿Cómo pudo morir si cuando conducía hacía todo con cuidado? Seguramente había sido culpa de alguna otra persona.
—¿Por qué...? —cuestioné con la voz cortada.
Muchas emociones empezaban a formarse en mi cabeza.
Culpa. Enojo. Tristeza. Confusión.
Era un sinfín de emociones que se mezclaban en un mismo océano y todas iban camino a la superficie; el lugar donde saldrían a la luz y sería difícil que volvieran a la profundidad del mar.
—No soy yo quien debería responder tal pregunta. En unos minutos sus padres estarán aquí. Es mejor que todas sus dudas y cuestiones se las haga saber a ellos.
Asentí.
Pero realmente no había prestado atención. Seguí pensando en todo lo sucedido en es mañana.
En mis palabras tan agresivas, tan hirientes. Y lo peor, era que todas esas eran las últimas que le había dicho a Sergio y que había oído de mi parte.
Era una pésima hermana.
No supe aprovechar de todos los momentos que tuve con él.
Y nunca más volvería a tener la oportunidad de crear más.

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Palabras que nunca te dije
Short StoryJuno tenía una vida normal, si se le puede decir así. Sus papás nunca estaban en casa, lo que le dejaba la responsabilidad a su hermano para cuidarla, aunque muchas veces Juno se cansaba de él por lo mismo. Sin embargo, las cosas cambiaron cuando J...