Investigué e investigué en muchas páginas. Por internet y redes sociales. Volví a encontrarme con Leo y le pedí sugerencias sobre terapeutas que pudieran ayudarme.
En fin, hice las cosas bien porque terminé convenciéndome que era la mejor manera, y la única, de finalmente librarme de mi dolor.
Un sábado, fui a mi primera sesión.
La casa era agradable y tenía un cómodo ambiente donde te podías sentir acobijado. De igual manera, la mujer delante de mí se veía muy amigable y solo con verla, era claro que era una persona que escuchaba a los demás.
—Siéntate, Juno. —Me animó a colocarme en uno de los sillones de la salita y tragué saliva, nerviosa.
Estando sentada, jugué con los dedos de mis manos. Si ella lo notó, no dijo nada. En cambio, sacó una libreta y me miró.
—Así que, Juno, ¿cómo te has sentido estos últimos meses? —preguntó para iniciar con esa sesión.
Desde el primer momento donde la contacté, le dije la razón del porque quería iniciar terapia. Por lo tanto, nuestras charlas se basaron más que nada en esa área, pero más adelante, fueron cambiando a otras cosas que no sabía que necesitaba ayuda.
Me quedé callada, sin saber que responder.
Era consciente que ir allí significaba no mentir, pero aun tenía esa sensación de bloqueo, de no poder hablar con los demás sobre mis sentimientos.
—Entiendo si no quieres decir nada. Vamos a ir paso a paso, hasta que te sientas cómoda de estar aquí, junto a mí, y de hablar como te sientes —continuó ella cuando vio que no iba abrir la boca—. Si solo quieres quedarte callada y no decir nada, también lo puedes hacer. Es tu tiempo y solo tu sabrás como lo usas.
Me encogí en mi lugar.
De pronto, sin razón alguna, las ganas de llorar se hicieron presentes en mí y las lágrimas comenzaron a caer de mis ojos.
Antes de notarlo, ya me encontraba siendo un mar de lágrimas, con la terapeuta dándome pañuelos para limpiarme.
Nunca dijo nada, ni interrumpió mi llanto. Solo me estuvo pasando más y más pañuelos cuando los necesitaba.
Y honestamente, el que no hablara me ayudó. Era la primera vez que lloraba delante de alguien que no me consolaba ni decía nada.
Me gustaba más eso que cuando hablaban. Que me dejaran sacar mis sentimientos libremente y solo estuvieran ahí dándome apoyo físico.
—Lo siento mucho... —murmuré cuando por fin me pude calmar. Puede que estuviera llorando por más de veinte minutos.
—No tienes nada que lamentar. Aquí ten la seguridad de expresarte como quieras, sin hacerte daño a ti ni a mí. La mejor terapia que puede existir es la de sacar el dolor interno y volverlo físico, dejar de consumir la mente y ponerla a descansar. Ahora, tú estás haciendo eso.
—Es solo que... Nunca he hablado de esto con nadie. Ni con mis papás o con la que era mi mejor amiga —repliqué en un tono bajo, pero ella fue capaz de escucharme.
Anotó algo en una libreta que tenía a su lado y asintió, dejándome proseguir.
—No sé que debo de hacer. No sé como seguir con mi vida. Me quedé en el pasado, a diferencia de todos los demás, que siguieron adelante.
—Lo entiendo, Juno. El pasado es difícil de dejar ir cuando los buenos recuerdos están ahí, ¿no es así?
—Sí...
—¿Y por qué estás atada al pasado? ¿Qué te mantiene ahí y no en el presente?
Al principio de esa terapia, pensé que no iba a decir ni una palabra, pero cuando pronunció esa pregunta... Algo dentro de mí cambió y fue como si de pronto necesitara contarla a alguien que era lo que me dolía de su muerte.
—La vida que tenía con Sergio. La vida que ya no tendré más con él. El hecho de que no pude pedirle perdón por todo lo que le dije la última vez que lo vi. Las discusiones que tuvimos. Mi mal comportamiento con él. Mis risas con él. Mis llantos con él. Nuestras salidas en la tarde, nuestras comidas en el desayuno. Nuestros chistes únicos. El hecho de que siempre estaba ahí para mí. —Le dije todo. Lo solté.
—Así que te quedas en el pasado porque lo sientes cerca de ti. Porque quieres regresar a esos momentos donde todo estaba bien.
—Cambiaría lo que sea para volver a ese tiempo...
—¿Qué te parece si empezamos por ahí?
—¿Por dónde? —pregunté limpiando mis lágrimas y mirándola.
—Del momento donde todo se arruinó. Del momento que, al parecer, más te arrepientes.
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Palabras que nunca te dije
القصة القصيرةJuno tenía una vida normal, si se le puede decir así. Sus papás nunca estaban en casa, lo que le dejaba la responsabilidad a su hermano para cuidarla, aunque muchas veces Juno se cansaba de él por lo mismo. Sin embargo, las cosas cambiaron cuando J...