Capítulo 12

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Este capítulo lo terminé de corregir ayer, pero dio la casualidad de que la cantante, María Jimenez, falleció ayer en mi ciudad: Sevilla.

Preferí no subir nada ayer por respeto a la cantante. Ahora espero que disfrutéis de una de sus canciones más emblemáticas.

Ella era una verdadera diosa de la sensualidad, mujer bella, artista, valiente y la primera feminista en España; la misma mujer que canto y puso el ''Se acabó'' al machismo. 

Os recomiendo que la escuchéis porque es única en su genero. Os dejo algunas canciones emblemáticas: ''Se acabó'', ''La lista de la compra'', ''19 días y 500 noches'', ''La vida''...

❤️ Dios estará montando una fiesta en el reino de los cielos ❤️


BEA

Llevo, literalmente, casi una hora intentando consolar a María. Jaden y Marco se fueron a comparar ciertos caprichos que a esta mujer se le antojaban, mientras que las abuelas se divertían de un día de paseo por las calles.

Bea para arriba, Bea para abajo... Así me tenía desde que nos quedamos a solas. No sé cuántos pasteles de confitería lleva en el estómago, pero no quiero saberlo para no comerme una de las regañinas que Jaden le podría echar a María.

—¿Por qué estoy así? —preguntó María en cierto tono alto y con rabia en cada palabra.

—¿Te lo tengo que explicar? —declaré, mientras limpiaba la mesa del salón—. No creo que sea muy cómodo para ninguna.

—Que graciosa...

Sonreí. No voy a negar que a veces, solo a veces, me gusta chocar a María y que me suelte uno de sus reproches.

De la nada, comenzó a gritar de nuevo en forma de llanto. Sé que lleva una hora, o incluso más, fingiendo, pero no puedo decirle nada para no ofenderla. Creo que se está aprovechando un poco de la situación.

—¿Puedes traerme un vaso de agua? —preguntó estirando el brazo—. No llego.

Acerqué el vaso de agua que tenía justo delante de ella, y me crucé de brazos con el trapo de limpiar en la mano. Soy una persona muy tímida y paciente, pero cuando me tocan el punto histérico... No hay quien me aguante.

—¿Vas a seguir fingiendo? —solté arqueando una ceja. María me echó la vista y se llevó una mano al pecho. Su cara lo decía todo. Ella misma se había dado cuenta de que había llegado demasiado lejos con la falsa. Está de tres semanas y ya parece que se le va a acabar el mundo.

—Vale...

—Vale, ¿qué? —pregunté sin dejar de arquear la ceja.

—Es que se está tan a gusto así... —contestó con las cejas hundidas en lastima.

—No pasa nada —respondí quitando la actitud de autoridad—. Solo te pido que no te pases conmigo, por favor.

Me di la vuelta y solté el vaso de agua terminado. Suspire al darme cuenta de que le había echado ganas a esto de enfrentarme a ella. Joder, no me cuesta nada seguirle el juego después de todo lo que ha hecho por mi.

Todas tus lágrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora