La nueva vida en la Pradera

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Los chicos han crecido. Ahora los dos saben nuestra historia, ambos conocen el terrible pasado de Panem y como nosotros participamos en la lucha para cambiar todo eso. Ambos están orgullosos de sus padres, pero yo sigo teniendo miedo. Peeta sigue repitiéndome que no hay nada de que preocuparse, que todo ha vuelto a la normalidad por fin, que estamos bien, pero yo sé que no es así.

Todo ha cambiado desde el día en que todo acabó. Han pasado ya diez años y aún así no he olvidado nada. Sigo teniendo las mismas horribles cada noche, y cada noche Peeta está ahí para hacer que desaparezcan. Los temas son siempre los mismos, los Juegos, la rebelión, Prim...

Pensar en ella duele, no tanto como antes, pero sigue doliendo. Cada día pienso en ella, sus largos cabellos rubios y la cola de pato de su vestido, Rose se parece bastante a ella. El motivo del nombre de Rose es evidente, Peeta quería llamarla Primrose, el nombre completo, pero yo no podía, simplemente no podía llamarla cada vez como si llamase a mi hermanita, por eso se llamaba simplemente Rose.

Nuestro hijo también tenía un nombre conocido, Finnick. Podríamos haberle llamado Nick, pero Peeta decidió acortar sólo uno de los dos nombres, ambos echábamos mucho de menos a Finnick con su tridente y azucarillos.

Por lo menos Annie estaba bien. Aunque pareciese extraño, ella había recuperado la cordura después de la muerte de su esposo. Supongo que el hecho de encontrase de repente sola y con un hijo al que cuidar la había hecho despertar, aún así pasaba bastante tiempo triste y melancólica. Su hijo Josh a menudo le preguntaba por su padre, pero ella no era capaz de hablar de él por lo que siempre recurría a mi para que contara a mi ahijado historias sobre su padre. Yo no conocía demasiadas, solo las del tiempo que habíamos pasado juntos, pero algunas eran demasiado violentas para un niño de nueve años, aún así el nunca se cansaba de oír las mismas historias una y otra vez. Según me había dicho Annie en su última visita a la Pradera, Josh estaba empezando a practicar con los tridentes pequeños de su padre cosa que hacía feliz a Annie y a la vez la entristecía profundamente.

Unos golpes en la puerta me sobresaltaron en ese momento. Se oyeron pasos en el piso de abajo que indicaban que alguien iba a abrir la puerta. No esperábamos ninguna visita, pero por los gritos sabía quién había llegado, Haymitch, y él no necesitaba ninguna invitación para presentarse en casa, era de la familia.

Era el padrino de Finnick y casi un tío para los dos niños. Había dejado de beber cuando le dimos la notícia, no había vuelto a probar una sola gota de alcohol, y se le veía feliz, realmente feliz.

Cuando bajé él me saludo con un abrazo y pasó hacía el salón para vaciar encima de la mesa la bolsa de regalos que había traído con él.

- Haymitch! No era necesario! Faltan todavía meses para Navidades!- grité en un tono de protesta.

- Siempre es necesario traer regalos a mis sobrinos favoritos preciosa- dijo sonriendo.

Nunca había desaparecido la horrible costumbre de llamarme así, pero a lo largo de los años había acabado por acostumbrarme.

En ese momento Peeta apareció por la puerta que conectaba el salón y la cocina. Enseguida se acercó a mí y me besó con dulzura en los labios, lo que provocó muecas por parte de Finnick y suspiros por parte de Rose. Éramos una família unida y feliz, en momentos así casi parecía que nada terrible hubiese pasado en ese mismo lugar diez años atrás, casi.

After the Games [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora