Capítulo 10

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Hanna
Era extraño el sonido de la risa saliendo por mi boca, desde que recuerdo nunca nadie podía haberme sacado una sonrisa.. Pero el lo hizo, sólo el.
-Tenemos que irnos-le dije.
-Por supuesto, ya salgamos de aquí-dijo.
No podía dejar de pensar en estás dichosas piernas que se quedarán sin movimiento alguno, Gino estaba empujando la silla, me llevó por los pasillos del hospital.
Todos volteaban a verme, odio que sientan pena, ¿aún sigo viva no?
Guárdense el pésame para mi funeral.
Tras pasar por los pasillos del hospital, observe a mucha gente en un estado terrible, ellos luchaban por vivir y yo simplemente lo hacia para morir.
Llegamos a la puerta de salida y debíamos usar el ascensor para llegar al estacionamiento, en el cartel que se encontraba en la parte de arriba del ascensor observé unas imágenes, la de una mujer embarazada y una persona con deficiencia.
Supongo que seré yo.
Gino estaba callado en todo el recorrido no dijimos nada, supongo que ya lo aburrí, llegamos al estacionamiento... Recorrimos una pequeña parte del estacionamiento hasta llegar a la camioneta que sus padres le habían comprado.
-Tendré que cargarte otra vez-dijo riendo.
-Para de reírte, tendrás que hacerlo-dije con una sonrisa-lamento que tengas que cargar a Willy la ballena-dije.
-¿Ballena Willy?-dijo, no le pareció gracioso.
-Olvídalo-dije.
Me cargo en sus brazos.
Sentí un escalofrío en todo el cuerpo.. Bueno no en todo excepto las piernas, pero evitando eso, me sentí especial.
Se dio la vuelta, encendió el auto y íbamos en camino a el manicomio llamado "casa"
-¿Hanna?-preguntó.
-¿Si?
-¿Podría llevarte a tu casa después? Necesito que veas algo-dijo.
-Por supuesto que no, llévame a casa-dijo.
-¿Ni por los buenos momentos?-dijo.
-Éramos niños Gino, cambié-dije.
-Lo siento, te llevaré a casa-dijo algo desganado.
Me sentí mal por él, pero no tenía ganas de ir a algún lugar. Solo quería llegar a casa, allí tenía alcohol y estarían esperando mis mejores amigas "las cuchillas".
Observando la calle vi que nos aproximamos a un puente.
¡No puede ser!
Tengo una fobia con los puentes, presiento que se destruirá, y moriré entre los escombros.
Empezamos a subirlo.
Cerré los ojos y lo abracé.

Gino
Ella me abrazó, sus manos estaban pegadas a mi torso y sus ojos se encontraban cerrados.
¿Alguna vez te dije lo hermosa que se ve? Ella, es sencillamente ella... Frágil.
-Lo siento, eso solo fue porque odio los puentes, necesitaba algo o de quien sostenerme-dijo.
-Si claro, deja de ocultar que me deseas-dije.
-¡Para! Gino-dijo dándome golpes-dijo sonriendo.
No era para nada difícil sacarle sonrisas.
-Da la vuelta-dijo.
-Pero tu casa es solo a unas cuadras-dije confundido.
-No quiero ir a casa, quiero que me lleves a ese lugar que dijiste-dijo con una sonrisa.
-¿Porque cambiaste de opinión?-pregunté.
-¿Quieres que lo haga de nuevo?-dijo.
-Claro que no-dije.
En el camino escuchamos algo de música, a ella parecía que la relajaba.
Calles tras calles llegamos al lugar.
Era un edificio abandonado.
-Llegamos -dije.
-¿Un edificio?-preguntó confundida.
-Un edificio-dije.
-Parece abandonado, ¿tiene ascensor?-preguntó.
-Estas en lo correcto y no, no tiene-dije.
-¿Te olvidaste que no podré subir? Ya vámonos-dijo molesta.
Salí del auto, abri la parte trasera del auto, voté la silla de ruedas y fui donde ella.
-No podré subir ni con esa silla-dijo molesta.
-No subirás en ella- me incline un poco, súbete-le dije.
-No me subiré encima de ti Gino-dijo.
-Solo tienes que pasar tus manos por mi cuello y yo haré el resto-dije.
Soltó una risita.
-¿Quieres violarme?-dijo.
-Graciosa, ¿te subirás por la fuerza o por gusto?-dije.
-No intentes ligarme, bien lo haré-dijo.
Pasó sus manos por mi cuello, sentí un escalofrío, sus manos se encontraban cálidas, tengo tanta suerte de estar con ella.
Ella era tan perfecta, podía ser la mujer más fría y a la vez la niña más dulce.
-Hasta el infinito y más allá-dijo.
-Hasta el infinito y más allá-dije.
Subí las escaleras rápidamente una por una, ambos reíamos, gritábamos, nos sentíamos libres.
-¿Gino ya te cansaste?-dijo riendo.
-Por su puesto que no, solo faltan 5 pisos más-dije.
Mentí, me encontraba exhausto.
Grada tras grada.
-Gino, piernas de pollo-gritó.
-Hanna, la temerosa-grite.
-¡Llegamos!-dije.
-Lo hicimos, lo hicimos, lo hicimos muy bien-dijo cantando.
-¡Esto es hermoso!-dijo.
Estábamos en el último piso del edificio, era un balcón. La brisa llegaba a acariciarte la cara y el paisaje que teníamos en frente era realmente maravilloso, de noche las luces de los edificios y de la ciudad eran brillantes, las casas se veían diminutas, era perfecto para quedarte observando mientras el tiempo simplemente pasa.
La recosté en el piso, para que ambos pudiéramos deleitar el paisaje.
-Hace frío aquí arriba-dijo.
-Tengo que decirte que no tengo una chaqueta como en las películas-dije.
-¡Vaya chico! ¿Y el suéter que toda madre manda?
-Me olvidé traerlo, se volverá loca ¿Me permites?-dije.
-Que más da-dijo con una sonrisa.
La tomé por la cintura, rodeando mis brazos al rededor de ella, su cálido cuerpo era hermoso y su sonrisa ¡Me traía loco!
-¿Porqué me trajiste?-preguntó.
-Supuse que querías respirar un momento, alejarte de todo, querías sentirte libre-dije.
-Supusiste bien-dijo.
Mientras la abrazaba noté cortes en sus brazos, tenía rasguños por todas partes de sus muñecas.
Ella notó que las veía.
-Gino la verdad es que..-la interrumpí.
-Cariño estaré aquí para que no necesites de eso-dije.
La abrace y le di un beso en la frente.
Ella asintió.
Ambos nos teníamos el uno para el otro, quizá esté siendo exagerado... Pero ella se sentiría feliz conmigo, todos los días haré que ella se sienta bien consigo misma.
                          Gino
Ambos no sentíamos el frío de aquel viento, sentimos la calidez de nuestros cuerpos juntos.
La quiero...En serio la quiero.

        Hanna
Él se estaba volviendo mi salvación, pero yo no quiero ser salvada.

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