Prólogo

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Tu madre siempre te comparaba con un fuego incontrolable. Te había advertido que frenaras, reprendiéndote por la forma en la que avanzabas rápidamente por la vida (y por casa) como si estuvieras viendo una línea de meta. Siempre ponías los ojos en blanco cuando te sermoneaba, asintiendo para que acabara antes y sin apenas escucharla.

Tenía razón, por supuesto. Tu interés por las cosas y por la gente se encendía rápidamente y se desvanecía de forma aún más veloz. Y rara vez te detenías el tiempo suficiente como para ver las cenizas que dejabas atrás.

Pero, a pesar de tu naturaleza efímera, y quizás precisamente por ella, te las habías arreglado para encontrar dos constantes: Jeon Jiyeon y Jeon Jungkook. Su presencia en tu vida era la única cosa de la que habías estado siempre segura, la única verdad indiscutible; y si eras un fuego incontrolable, entonces ellos eran la barrera y el combustible que te contenía y te alimentaba. Sabías que siempre y cuando estuvieran contigo, tu luz nunca se consumiría.

Una vez les habías dicho que la única forma en la que podían librarse de ti, era si alguno de vosotros moría. Lo que nunca habías imaginado era que no serías tú la que lo hiciera.

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Jeon Jiyeon era tu mejor amiga de infancia; su gemelo, Jungkook, era algo totalmente diferente.

Y aunque tu madre te comparara con un fuego incontrolado, Jiyeon pensaba que eras como el sol. Decía que eras cálida, tan brillante que la gente no podía evitar quedarse atrapada en tu gravedad. La forma en la que siempre pensaba lo mejor de ti hacía que el corazón se te encogiera, especialmente cuando sabías que todos los demás estaban esperando por el día en que le quemaras las alas.

Le habías dicho a Jiyeon que si tú eras el sol y Jungkook la luna, entonces ella era el cielo que os mantenía a todos unidos; y cuando ella murió, dejó un agujero negro en tu corazón que te hizo pedazos.

Mi Cielo se Derrumba (Jungkook & Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora