Capítulo IV

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Afortunadamente nada había pasado, Mori era lo suficientemente astuto para darse cuenta de la situación. Lo único que se le ocurrió fue saltar por la ventana e irse por un callejón a un lugar a salvo, mandando mensaje tanto a Natsume como a Fukuzawa. «Es tan agotador correr» dijo sentándose en una banca situada debajo de un árbol, tratando de calmar su agitada respiración. «Necesito hacer más ejercicio» miró sus ropas, no le había dado tiempo de casi nada, más que tomar algo de dinero, un par de zapatos y su teléfono. Estaba en sus peores momentos, trataban de secuestrarlo, su guardaespaldas no estaba con él y su maestro quizás ya esté fuera de Yokohama. Quería suicidarse en ese momento. Su apariencia es lo que menos le importaba en ese momento, solo esperaba que esos tipos no lo hayan seguido y esperaba que sus cosas para la clínica salieran intactas, sino, no sabría que hacer.

Estando sentado y mirando al cielo es como se encontraba en estos momentos, tratando de pensar bien en que hacer. Miraba el teléfono constantemente, esperando una llamada o un mensaje que le indicará que hacer. Pero no había nada, se estaba poniendo nervioso, sus manos sudaban y su respiración que estaba calmada, comenzó a acelerase. Aquel hilo que colgaba de sus manos comenzó a temblar, «Ahora no, ahora un ataque no» susurró mirando sus manos temblorosas, el hilo comenzaba a apretarle el dedo, le dolía a cada movimiento que hacía, incluso cuando estaba quieto, dolía. «¿Rintarou?» la voz femenina se escuchó detrás de él, se levantó y abrazo a la mujer sin siquiera verla, sabía quién era, sentía su aroma. «¡Kouyo!» gritó fuertemente, estaba un poco más tranquilo, pero seguía ese miedo de que lo hayan seguido y que le puedan hacer daño a su amiga. «¿Qué sucedió? Fui a buscarte al departamento y parece que no había nadie. ¿Y tú guardaespaldas?» preguntó, pero mirando la cara llorosa del pelinegro sabía que algo malo había sucedido, así que volvió a envolverlo en sus brazos. Mori no dijo nada, su cuerpo temblaba, muchos pasaban y al ver a la mujer alfa con un omega hombre temblando era raro, pero a ella poco le importaba. Acariciaba sus cabellos cuál madre, dándole el apoyo que necesitaba. Un par de minutos después, caminaban juntos rumbo a un lugar para comer, Mori iba callado, pero un poco más tranquilo, ya no temblaba, pero el meñique le dolía, inconscientemente miraba ese lugar, como si se fuera a curar mágicamente. «¿Vas a seguir aferrado a él?» preguntó ella, mientras se sentaba frente al pelinegro, estaban en un restaurante. «Kouyo... Sabes bien que no puedo dejarlo ir fácilmente» respondió, colocando su rostro en la mesa, aguantando las ganas que tenía de llorar. En el fondo, sabía que Fukuzawa nunca le correspondería, incluso desde antes de tener aquel accidente. «Rintarou, sabes bien que solo quiero protegerte» habló la pelirroja, acariciando sus cabellos oscuros, en ese momento, el teléfono de él comenzó a sonar. «E-es Fukuzawa» fue lo único que pudo decir, tenía miedo. No sabía que hacer.

La mujer, en un rápido movimiento le arrebato el teléfono y contestó la llamada, podía escuchar las respuestas de Kouyo pero no las de Fukuzawa. Se estaba poniendo ansioso y quería arrebatarle el teléfono a su amiga, pero en cuanto ella pronunció la dirección en donde estaban, él la miró confundido. «¿Qué fue lo que te dijo?» preguntó en todo preocupado y ansioso, muy pocas veces se le podía ver así. Sus feromonas salían pero eran casi imperceptibles. «Nada importante, solo pidió la dirección en la que estábamos, pensó que te tenía secuestrado o algo así. Vendrá aquí en unos minutos. Así que calma esas feromonas pues sabes bien que él podrá sentirlas» sus iris púrpuras miraban de un lado a otro de manera aún más ansiosa. Decidió cerró los los tratando de calmarse, si Fukuzawa sintiera sus feromonas... Quizás llegarían ambos al celo y no quería eso en estos momentos. Solo quería sentirse seguro. «Pidamos algo de comer. ¿Te parece?» la sonrisa que la mujer le dió, le trajo una paz inmensa, estaba a salvo con ella. Devolvió la sonrisa con sus mejillas rojas, de verdad queria mucho a Kouyo y hace mucho que no la veía. Estaba feliz por su reencuentro. «Creí que seguías en Francia. ¿Cuándo volviste?» preguntó, tratando de desviar el tema para calmarse y poder olvidar el trago amargo. «Volví hace una semana, quería visitarte antes, pero no tuve tiempo» respondió mientras llamaba a un mesero para pedir su comida. «No recibí ni una sola llamada tuya, estos años sin ti fueron difíciles» reprochó él antes de beber fuertemente del vaso que tenía frente a él. «Eso fue porque estaba muy ocupada en el extranjero. Además, creí que estabas ocupado en tu clínica» se defendió ella.

Hilo Rojo. [FukuMori]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora