Capítulo VIII: Trasnoche - Romina

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Romina fue desenvolviendo el camino que había hecho para llegar al altar. Por el camino no paró de pensar en lo que diría «Llegué al altar, le conté a los dioses lo ocurrido en la noche, no me dejaron hablar más y desaparecieron al saber que mi abuelo había muerto», se sentía nerviosa, que todo acabaría mal por su culpa.

En la entrada de la casona le estaban esperando Ray y Elion.

—Frederic dijo que llegaría esta noche —comenzó a decir Ray—, quiere que lo esperemos para que hablemos de lo sucedido en la taberna, lo que dijeron los dioses, y las medidas que tomaremos. Ahora mismo lo mejor es que descansemos hasta que llegue Frederic, así tendremos energía la noche, algo me dice que se nos hará larga.

Romina estaba acostada en su habitación, mirando el techo, hundida en sus pensamientos, no sabía en qué momento había ido todo tan mal. Había encontrado a su abuelo muerto, un policía falso los quería secuestrar, luego una sargento junto a dos personas más los habían ido a buscar y se los toparon en la taberna, y finalmente los dioses no les ayudarán en nada, sentía que todo era su culpa.

Entre pestañeos cayó dormida, y no sabe si minutos u horas después despertó por pequeños golpecitos en la puerta. Romina sintió dolor de cabeza.

—Pase —dijo la chica sentándose en la cama.

—Ya llegó el profesor —dijo Elion al abrir la puerta— ¿estás lista?

—Sí —ordené las ideas.

Romina sonrió y siguió a Elion hasta la biblioteca.

En la puerta como guardaespaldas estaba Livana.

—Han llegado tarde, el amo Frederic los está esperando en el interior, y con lo complicado que está todo —la mujer suspiró y abrió la puerta dejándolos entrar.

—Muchas gracias Livana, si ahora pudieses quedarte vigilando —dijo Frederic mientras Romina y Elion ingresaban.

—Está bien —le respondió la mujer cerrando la puerta nuevamente, quedándose ella afuera.

—Livana se encargará de vigilar a todo el que se acerque a esta habitación, no podemos dejarnos llevar por la apariencia de nadie, menos con el incidente que Romina tuvo con Aeve —Frederic se sentó en la mesa central, e indicó que el resto también lo hiciese—. Ahora, Romina, cuéntame qué sucedió anoche con Aeve y lo que te dijeron los dioses.

Romina le contó las cosas tal como ocurrieron la noche anterior, además de la conversación que tuvo con los dioses en la cueva.

—¿Estás segura de no saber dónde están las llaves? —preguntó Ray.

—No sé dónde están.

—¿Cómo no sabes dónde están? Tu abuelo confiaba en que supieses su paradero —Frederic comenzó a subir el volumen.

Romina frustrada, ahora más que nunca creyendo que todo era su culpa, se levantó de la mesa.

—Ya les dije que no sé dónde están, mi abuelo nunca habló de llaves —lo que había comenzado como un grito de ira, disminuyó a sollozos—, con suerte me contó de aventuras con un amigo, que me imagino es usted por la carta que encontré... Creo que será mejor que vuelva a casa, donde no tenemos nada que ver con llaves, magia o... o... dioses locos que quieren destruir el mundo.

—Entonces vete, si no sabes dónde están las llaves no eres de ayuda en este momento —respondió enojado el profesor.

—Frederic, no seas duro con ella, sabes lo que es perder a un ser amado, y supongo que más difícil cuando creías que todo lo que te contaba era mentira y resulta que siempre fueron reales —dijo Ray tratando de tranquilizar las revoluciones de Frederic—. La chica está abrumada, está siendo perseguida por Aeve, y ayuda como puede, necesita nuestro apoyo y protección.

—Romi... en las historias que te contaba, o las que me decías ¿no habrá alguna pista? —quiso aportar Elion con voz baja.

—Esto segura.

Romina fue a la puerta de la habitación, la abrió y se encontró con Livana.

—Livana, ayúdame a volver a casa, con mi padre y mi madre —la chica volteó a ver a su amigo—. Elion, creo que lo mejor es que te quedes, te veo mucho más feliz acá que con nosotros, por el camino pensaré en alguna excusa de por qué no estás.

Elion se levantó de la mesa.

—No me quedaré aquí sin ti, eres mi amiga, por lo que no te puedo abandonar, tal como apareciste en mi momento más difícil y no te has ido. Los amigos se apoyan entre sí.

—Señorita Romina, no es necesario que se vayan, se puede buscar alguna otra forma de encontrar las llaves —dijo Livana.

—No, lo mejor será que me vaya, aquí estoy sólo estorbando, no he ayudado en nada, y todo lo malo que ha ocurrido ha sido por mí, no los quiero retrasar —le cayeron lagrimas—, no soy mi abuelo para ayudar a la gente, yo no puedo con esto.

—Está bien, si así usted lo decide, yo misma la escoltaré al puente.

Romina sonrió.

Livana iba conduciendo una carrosa, junto a ella iba Romina y Elion.

—Frederic abecés es duro, pero es buena persona. Ray es inmaduro, pero tiene un gran corazón, aunque algo que les falta a ambos, es una familia —Livana quedó callada un momento—. El padre de Frederic fue asesinado, su madre se suicidó no mucho tiempo después, así dejaron a su joven hijo bajo mi cuidado.

»Por otro lado, los padres de Ray murieron en un incendio, donde Frederic le encontró y adoptó para cuidarlo y darle un buen futuro —Livana suspiró.

»Quizá se pregunten porqué se los cuento, pero solamente es para que se den cuenta que todos han pasado por algo. Uno nunca sabe qué tan difícil pudo o puede ser la vida de alguien por más feliz que pueda parecer.

—Ustedes no conocen nuestro pasado —respondió Romina.

—Y no te equivocas en decirlo, porque aunque no lo crean, sabemos cosas, pocas, pero algo sabemos —Livana los miró y sonrió—. Tu abuelo viajaba de reino en reino, y siempre que pasaba por Folgan, decía que si por él fuese, se quedaría junto a Frederic, por lo que el día que no volvió, supimos que había tenía hijos biológicos, además de una nieta, esa noticia destrozó el corazón de Frederic.

»No todos los dolores son por la muerte, es por eso que a Frederic le dolió cuando Miguel no volvió, no como a Ray que no le importó demasiado.

—Perdí a mis padres en un accidente de auto —dijo Elion bajando la mirada.

—Y yo encontré a mi abuelo muerto, no son el mismo dolor.

—Creo que no estás en lo correcto, si bien no es la misma situación, sí lo es el dolor y la tristeza, ya que extrañan a una persona —Livana levantó la vista al cielo, para luego volver a mirar a los jóvenes y luego el camino—. Ambos sintieron lo mismo al perder a esa persona, porque era una vida menos, alguien que no volvería a estar, con quién no volverían a reír.

Se quedaron en silencio.

Elion reposó su cabeza sobre las piernas de Romina. La chica miró a su amigo, y le vio lágrimas, por primera vez veía y sabía cómo se sentía el chico, y aunque tenga a la señora Juana criándole, sigue extrañando a sus padres biológicos.

La carrosa se detuvo frente a una roca.

—Hemos llegado al puente, espero les vaya bien, y suerte con todo —Livana se despidió.

—Fue un gusto conocerlos —le sonrió Romina.

Elion asintió.

El par de amigos atravesaron la roca, y volvieronpor dónde habían llegado.

Travesía a lo DesconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora