Capítulo 10

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KyungSoo había estado luchando todo este tiempo por no apartar la mirada, pero mierda, podría ser fácilmente una tortura.

Se sentía avergonzado, expuesto, completamente atrapado en las iris oscuras de Kim JongIn. Este, siendo el imbécil que era, lo obligó a verle mientras le devoraba el pene como un maldito profesional; le nalgueaba cuando flaqueaba porque simplemente era demasiado intenso (su rostro, su mirada, sus labios alrededor de su circunferencia y su lengua recorriendo su dura y húmeda extensión) y lo premiaba con fuertes succiones y atenciones privilegiadas sobre el glande ardiente cuando conseguía mirarlo fijamente por mucho tiempo.

Fue una tortura. Una tortura absolutamente placentera.

—Deja de reprimirte, KyungSoo —susurró contra su pene enrojecido y luego golpeó su lengua con él un par de veces—. Vente ahora mismo.

Entonces KyungSoo tomó su cabeza con ambas manos, enterró sus dedos en su cuero cabelludo y empujó su cara contra su miembro antes de que el apretón en su vientre y los dedos encogidos de sus pies se transformaran en un orgasmo tan devastador e impresionante como el mismo Kim JongIn.

JongIn lo tomó todo en su boca, limpió su miembro de las tiras de semen descuidadas que lo ensuciaron y lamió sus testículos antes de subir todo el camino hasta su rostro y darle un beso en la boca.

Fue difícil responderle cuando estaba tratando de recuperar el aliento, pero Kim era insaciable, era exigente, lo quería todo de él y KyungSoo se encontró dándole absolutamente todo de sí mismo sin control ni reparos.

Su mano, caliente, segura, firme, fue embadurnada con lubricante mientras su boca, su mandíbula y su cuello eran devorados por su lengua afilada y sus labios insistentes. La piel fue marcada notablemente en zonas donde cualquiera podría ver y los dedos dispuestos encerraron su pezón para retorcerlo, tirar de él y luego llenar su palma con la carne sensible de su pectoral.

Y estaba tan caliente. Jesús, tenía tanto calor.

Su cuerpo entero ardía bajo el de Kim; su piel erizada se tensó y enrojeció; su garganta formó gemidos indetenibles y pequeños lloriqueos; el sudor arruinó su piel, la llenó de brillo y sal y sacó a relucir sus lunares y los nuevos chupetones orgullosos. Era un desastre. Mierda, estaba completamente arruinado.

Con los dedos brillantes y resbalosos, tanteó su perineo y los bordes de su entrada. KyungSoo jadeó, hundió los dedos en la espalda musculosa del mayor y lo atrajo para un beso absolutamente necesario. Su lengua se llenó del sabor de su semen y sus labios sensibles dolían, pero era tan bueno, tan bueno.

—Tan ansioso... mantente de esa manera para siempre, KyungSoo; deséame, quiéreme. Nunca te apartes de mí.

KyungSoo no podía encontrarle sentido a sus palabras, él no podía hacerlo en una situación así: con su pulgar masajeando el perineo y sus testículos lentamente hasta relajar sus músculos internos, pero cree captar la esencia de todo.

Entonces él, con la mirada vidriosa a causa del placer, de la satisfacción y de los buenos cuidados de su amante, lo miró directamente al rostro y apartó cariñosamente el cabello que le cubría la frente.

—No quiero irme... no me dejes ir, JongIn... cuida de mí.

JongIn suspiró, se inclinó y colocó su boca sobre la suya para exigir un delicioso beso. Al alejarse, y jadeando para tratar de recuperar el aliento, KyungSoo besó su mejilla, su mandíbula, y susurró en su oído:

—Prepárame, por favor. Te quiero dentro. Te necesito tanto en mi interior, JongIn.

JongIn maldijo, pero hizo lo que le había pedido. Apartó sus caricias de aquella zona sensible y se trasladó a la entrada ansiosa y expectante. Un dedo recorrió su borde; provocativo, le hizo jadear ruidosamente mientras se hundía en la almohada y apretaba su amplia espalda con dedos fuertes.

I: Tan solo un poco obstinadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora