Los colores en las tierras del sol parecían más vibrantes. El cielo oscuro era el lienzo perfecto para las luces que se encendían en tantos colores que parecía magia como se dispersaba a través de toda la oscuridad.
Le habían comentado que los festivales en esas lejanas tierras eran así; vistosos, coloridos y mágicos. Y sin embargo, por más bellos que fueran, no podían esconder ese pesar que cargaba.
Aunque ya era tonto seguir dando vueltas a aquello, después de todo, ya tenía una respuesta clara a lo que llevaba tantos años sintiendo por Yami: nunca fue correspondida.
Dolía, más aun sin que ella hubiese tenido la oportunidad de tratar de que aquello funcionara y de ahí provenía lo siguiente que más dolía; tal vez, ella jamás lo intentó de verdad.
De pronto todo se sentía una mentira. Una tras otra. Ella había olvidado lo principal, eso que la había caracterizado, ella era fuerte, podía sola con todo. Con todo menos con él.
Pero debía enfrentar toda su propia debilidad, analizar las heridas emocionales con las que cargaba, volver a encontrar algo que, a esas alturas, no estaba segura si alguna vez había tenido. Creyó que alejándose de su amado reino las respuestas llegarían y el temor que sentía a esa fría indiferencia de Yami, se esfumara con la distancia que estaba poniendo entre los dos.
Y era absurdamente irónico que sus ojos azules brillaran con tanta emoción mirando aquellos fuegos artificiales, cuando muy dentro, solo quería olvidar que algo le dolía.
Esa tarde se había vestido con una yukata, de un tono celeste, había recogido su cabello dorado y puesto un hermoso pasador de plata que le había obsequiado Ichika. Su reflejo le había devuelto la bella imagen de una mujer que por un momento ella había desconocido, ¿acaso siempre se vio así? Una belleza melancólica y fría.
Tan fría y triste.
Suspiró casi al mismo tiempo que el último rayo de luz, secundado por un estruendo había aparecido en ese cielo oscuro, un sinnúmero de voces y sonidos animados revoloteaban en el aire.
—Ese fue un gran suspiro, Charlotte.
La voz profunda del Shogun de aquellas tierras la sorprendió. Aun le era difícil acostumbrarse a que él no tenía magia.
Ese hombre tan parecido y tan diferente a la vez de Yami, le había dado la bienvenida el día que ella había llegado, le había proporcionado un lugar donde vivir y había sido también una gran compañía en un momento en que ella trataba de reconstruir el caos de sus sentimientos.
—Es hermoso, el festival, las personas, la tranquilidad que se siente aun entre tanto ruido.
Ryuya sonrió. Todavía le costaba entender los motivos que había tenido su amigo para no corresponderle a esa mujer que tenía frente a él. Era hermosa, sin lugar a dudas, pero era también mucho más y no necesitó su clarividencia para entenderlo. Toda ella destilaba esa imagen poderosa, solemne y gallarda, y de sentimientos transparentes, lo suficientemente transparentes como para ver que esa primera vez que se cruzaron, su ki se había alborotado, sus mejillas sonrojadas y luego esa vacilación tan común de la decepción.
Por supuesto él no era Yami.
—Realmente lo es. Pero te ves algo triste. Sé que no somos cercanos, pero me gustaría que me consideraras un amigo en estas tierras.
Charlotte sabía que ese hombre hablaba con sinceridad y por un instante deseó con toda su fuerza que esa sutil sonrisa tan similar a la de Yami, fuera realmente él.
Y ahí estaba otra vez, ese maldito deseo sin intención y los recuerdos marcaban su realidad, cada error, cada temor y cada vez que reprimió su amor. Ella había perdido incluso la oportunidad de intentarlo.
Entonces... ¿qué derecho tenía de siquiera desear que fuera diferente?
La respuesta era inquietantemente clara.
—Gracias —, hizo una pausa, lo que seguía lo sabía un dejavú— pero creo que puedo sola con ello.
—Entiendo. Solo no seas tan dura contigo misma. Hay cosas que por más obvias que parezcan, no siempre lo son.
No sabía a qué se refería, pero no tenía ánimos de descifrarlo. Ryuya era un hombre enigmático, así que no tenía sentido tratar de entender sus palabras, así que solo se limitó a sonreírle con ese suave toque de amargura.
Lo vio alejarse y se mantuvo mirando luego a la multitud que seguía disfrutando de esa fiesta.
No muy lejos de ahí, Ryuya detuvo su andar, sonrió y habló hacia una sombra que se camuflaba con el paisaje. —Los festivales, son para disfrutarlos, qué sentido tienen si te ocultas.
—No me oculto.
La voz sonaba rasposa y algo molesta. Caminó apenas para volverse visible, miró a los ojos a su viejo amigo y solo le dedicó una mueca que no llegó a ser una sonrisa, lo último que quería era que él lo regañara como cuando eran niños.
La verdad era que no se estaba escondiendo, no conscientemente al menos. Había demasiado que pensar cuando Fuegoleon le comunicó que Charlotte había partido a la tierra donde él había nacido. No entendía las razones de ella para irse tan lejos, era realmente denso para los sentimientos y le costó varias semanas al fin concluir que él era la causa de que ella se fuera.
Y era cierto, ella esperaba un té que jamás llegó, una palabra que él nunca dijo y lo peor era que no había sido intencional de su parte, los días simplemente se acumularon en semanas y para Yami era difícil hablar cuando su mente estaba hecha un lío con la guerra a la que apenas habían sobrevivido.
Pero no era escusa, ella se había ido y él no podía ahora pensar en nada más. Había estado cegado tanto tiempo, le era tan habitual verla cada día y molestarla, que cuando no lo pudo hacer... en realidad ni siquiera en ese momento podía explicárselo.
—Esto es una mierda.
Murmuró tomando un cigarrillo. Ryuya lo veía divertido, él era fácil de leer. No lograba entender que dos personas que se gustasen no se dieran la oportunidad de probar ser algo.
— ¿Le dirás que has venido hasta aquí?
Yami no contestó, simplemente caminó despacio por el lado del Shogun, palmeó su hombro y se acercó a Charlotte. Había llegado hasta ahí por ella y era muy estúpido si solo se quedaba mirándola sin decirle nada.
Aunque una vez tras ella, las palabras no se formaron, ni las ideas, ni nada, era pésimo orador y estaba seguro que reprobaría cualquier prueba si se trataran de sentimientos. Lo suyo era el instinto.
Y ni eso era capaz de seguir. ¿Qué lo había llevado a seguirla hasta allí? Era una pregunta para la que no tenía respuesta.
A Charlotte se le heló la sangre al sentirlo al fin. Su ki se retorció, alteró y tuvo miedo de voltear y verlo; quizá solamente era su imaginación jugando con ella, o tal vez finalmente había enloquecido, cualquiera de las opciones era más viable que el hecho de que Yami estuviera allí.
Y contuvo el aliento, fue solo un momento antes de oírlo, su inconfundible y aterciopelada voz soplando en su oído en medio del bullicio del festival, tragó el líquido que se acumulaba en su boca y sus ojos brillaron pugnando por llorar.
— ¿Irías conmigo por un té?
____________________________
N/A: Y no podía estar totalmente ausente. Admito que no he leído mucho y escrito menos :S, pero ellos me encantan y necesitaba ser parte de esta semana dedicada a ellos.
Y como es mi costumbre ya TvT, traeré one shot cortitos (drabbles) que pueden o no estar conectados entre ellos y los pondré todos en este libro.
Gracias a quien pase y nos leeremos más seguido en esta semana.
Espero acumular mucho por leer y obviamente dar cariño a los aportes!!
ESTÁS LEYENDO
Entre Luz y Sombras
FanfictionYamicharweek 2023 - Colección de escritos entre luces y sombras de su relación. ¿Podrán lograr ser algo más que solo dos camaradas Disclaimer: Black Clover y sus personajes le pertenecen a su creador Yūki Tabata.