Día 14: No te esfuerces demasiado

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Un té. Nada más y nada menos.

Se lo repetía tanto que podría fácilmente haberlo dejado como mantra, grabándose esas palabras una y otra vez para no ilusionarse con nada. Es que su corazón no sería capaz de soportar un rechazo más.

Tal vez debió haber sido firme, después de todo, había viajado a esas lejanas tierras huyendo de su frialdad; ¿con qué derecho venía él a revolver nuevamente su vida? Lo peor es que ella lo dejaba, a conciencia o no, así lo hacía.

Esa noche en el festival Yami había aparecido como si nada, no le dio ninguna razón en especial, simplemente había aparecido tras ella, había soltado el humo del cigarrillo y había preguntado por ese té que ella pensó que no llegaría jamás.

Quiso llorar. ¿Por qué venía tras ella? Tal vez simplemente no lo hacía y era la nostalgia de retornar a su tierra, pero Yami no había respondido a sus preguntas no hechas. Charlotte por supuesto que no podía leer las reacciones físicas como lo hacía él, así que no pudo notar el sonido del corazón de él golpeando su pecho, tampoco que mordía su mejilla dentro de la boca. No notó que le sudaban las manos y que verla girar con sus bellos ojos azules y brillantes había quitado cada pensamiento en su mente, pudiendo limitarse a solo razonar lo ridículamente hermosa que se veía.

Ella era tan perfecta y él... solo era él...

Charlotte estaba tan llena de miedo, llena de inseguridades que parecerían irrisorias para cualquiera que viera el cuadro como un espectador.

Eran dos personas lidiando cada una con temores distintos. Ella un amor no correspondido y él sintiendo algo que no lograba comprender.

Una necesidad furiosa lo había llevado a ir tras ella, pero ahora ¿qué? Ya no era un chiquillo, era un hombre, uno al que le sacudía los sentidos esa mujer. Había sido tan estúpido por no notarlo, no notar que ella lo amaba, pero ese mismo conocimiento lo llevó a entender que él nada podía ofrecerle, porque no la amaba, no creía hacerlo al menos.

Simplemente no sabía lo que era amar a una mujer. Charlotte era preciosa, valiente y fuerte, pero eso el reino entero lo sabía. No era distinto lo que podía llegar a sentir él cuando ella estaba cerca, cuando la pensaba, o sentía ese alboroto en su ki.

Todo era tan confuso para los dos.

—No entiendo por qué lo piensas tanto.

Ryuya, quien había estado observando a Yami fumar un cigarrillo tras otros le habló finalmente. El capitán de caballería estaba tan ensimismado en sus pensamientos que no notó el instante en que el Shogun había aparecido.

Lo miró de hito en hito, esperando que él continuara diciendo lo que venía a decir, porque no importaba cuánto tiempo ya llevara lejos de esas tierras, seguía conociendo muy bien a su viejo amigo.

Empero Ryuya solo se limitó a sonreírle con un aire de cierta superioridad que lo irritó sobremanera.

—Si tienes algo que decir, solo dilo.

Yami estaba sentado al borde de un escalón a un pequeño jardín del lugar que el mismo shogun le había entregado. Llevaba algunas horas en esa misma posición pensando, hilando ideas y borrándolas de inmediato al notar lo tonto que le parecía estar pensando una y otra vez en romances, como fuera un adolescente recién descubriendo que una chica le gustaba.

Así que simplemente lo negaba.

—Nada, solo deja de pensarlo. Supera tus límites, Sukehiro.

—Es Yami ahora, Ryuya.

—Lo sé, para ella lo eres.

Yami guardó silencio con una expresión algo lastimera que pronto se volvió una de alivio. — Joder— realmente no debía esforzarse demasiado. Lo cierto era que no le costaba estar cerca de ella, lo que le había estado costando era aceptar que ella estaría lejos, que no podía verla, aunque sea a la distancia, o que tal vez, el tiempo desvaneciera lo que ella sentía por él; la sola idea de pensar en eso lo ponía de mal humor.

Ah, se había transformado en un egoísta.

Se puso de pie, le sonrió a su amigo y salió en busca de Charlotte. No quería esperar más, no lo iba a hacer, sería sincero con ella y consigo mismo; no podía darle un nombre a lo que sentía, era nuevo, caótico y demasiado absurdo si lo trataba de pensar en exceso, pero se permitiría sentirlo, solamente por no tenerla lejos.

Pero ante todo iría con la verdad. Ryuya había dicho que dejara de pensarlo, y eso haría. No se esforzaría para dar explicación, iba a dejar que todo se diera como debía darse, con todo lo que esa decisión trajera consigo.

Cuando llegó frente a la casa que habitaba Charlotte, un frío le recorrió la espalda, porque antes de incluso tocar la puerta, ella había salido hasta quedar frente a él. Su ki estaba extrañamente sereno y una sutil sonrisa adornaba su hermoso rostro.

—No tienes que esforzarte demasiado, Yami, no me debes nada.

Ella había estado dándole tantas vueltas como él a todo lo que ocurría y si bien seguía amándolo como siempre, la distancia puesta entre ellos cuando ella huyó de su indiferencia, fue suficiente para darse cuenta que ya no se escondería más, ya no quería hacerlo. Si él no la amaba y no la correspondía, iba a recibir ese dolor de frente, lo iba a abrazar y llorar, y cuando sintiera que lloró lo suficiente, volvería a ponerse de pie y le entregaría su mejor sonrisa a ese demacrado reflejo.

Así lo decidió, y así recibió a Yami. Se estaba resignando.

Esa sensación aterró a Yami mucho más que esos sentimientos que no sabía explicar. No necesitó preguntarle a qué se refería, porque aunque era pésimo leyendo emociones femeninas, aquello que le había mostrado Charlotte era burdamente claro para él.

La había perdido sin llegar a tenerla siquiera; y todo, todo había sido por su propia culpa.

Y ahora... ¿Qué hacía?


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N/A: En serio quise hacerlo más lindo, pero no me salió xD, perdón.

Pero siendo sincera, me gustó jajajajajaj y bueno, también lo continuaré mañana y veré qué sale!

Gracias a quien pase por aquí y nos leemos mañana :D

Entre Luz y SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora