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                   Al abrir los ojos, volviendo a despertar, todo estaba igual. Esa nueva realidad no había cambiado en lo absoluto; estaba sola, en un lugar sin nada más que una interminable niebla.

                   Un suspiro pesado escapo de sus secos y agrietados labios, pensó en volver a intentar incorporarse, pero el recuerdo de esas cosas volviendo a posar sus huesudas manos sobre ella la pusieron a reflexionar. «Esas cosas ya no están, no hay porque temer» se dijo mentalmente, dándose ánimos a sí misma para poder ponerse de pie y escapar de ese horrible lugar. Cerró con fuerza sus ojos e impulso su cuerpo, intentando y logrando quedar parada en su lugar. Una sonrisa triunfante adorno su pálido rostro. Lo había logrado, estaba de pie, podía huir del sitio, ahora, despoblado. Con ese gesto y una interna sensación de alivio emprendió viaje a través de la extensa niebla. Sus pasos eran cautelosos, por más que una mínima fuente de luz pareciera estar de su lado; no le aseguraba absolutamente nada.

            Había perdido la cuenta de cuanto había caminado, pero estaba segura de que no podría seguir ni un solo paso más. La necesidad de un descanso estaba impregnada en todo su cuerpo, el cual pedía a gritos uno. Con un suspiro pesado se dejó caer en su lugar, chocando con un suelo completamente diferente al anterior. Este era frío, algo resbaloso y con una textura plana. Su rostro mostraba confusión ante el cambio de escenario; cambio que no había notado gracias a la poblada niebla.

Cerró sus ojos, un poco por el cansancio que recorría su cuerpo y, otro poco, por el intento de asimilar la situación en la cual se encontraba.

El tiempo paso de manera lenta, el lugar estaba completamente vacío. El latido acelerado de su corazón resonaba en sus oídos con ferocidad, generando cierta ansia en su persona. Decido abrir sus parpados y mirar su alrededor en busca de algo, no importaba que tan pequeño fuera, solo quería algo diferente en ese lugar; aunque sea el mínimo detalle. Lamió sus labios y los apretó, a la par que miraba de un lado a otro, comprobando lo que sus ojos le mostraban.

Nada, ni el más mínimo e insignificante detalle había cambiado. La frustración se hizo presente en su mirada, sumándose al cansancio, al frío y al temor que sentía ante lo desconocido. Jadeo de cansancio y volvió a ponerse de pie, no importa lo que sentía en ese momento, deseaba, no, tenía que salir de aquel raro y escalofriante lugar.

A medida que avanzaba el sentimiento de ser observada recorría toda su palidez, porque, por más que quisiera, no sabía lo que había al final de toda esa oscuridad. Estaba confundida ante el nuevo tacto que las plantas de sus pies le proporcionaban, aunque no solo se dio cuenta de eso, sino que también, se percató que estaba perdida en su propio sueño, sueño que parecía ya no ser suyo; así mismo no estaba segura si alguna vez llego a ser de ella.

Sintió algo impactar contar su cuerpo -luego de haber caminado en línea recta por mucho tiempo- algo duro y con tacto sumamente familiar para la pelirroja. Una sonrisa de alivio adorno su rostro y, sin siquiera pensar en las consecuencias, empujo aquella puerta de madera.

Un lugar lleno de luz estaba, ahora, frente a sus ojos. El suelo de ese nuevo lugar era completamente blanco, con algo de confusión se adentró y un gélido aire azoto con fuerza su cuerpo al cabo de unos segundos. El cielo estaba oscuro y adornado por un sinfín de estrellas; sonrió. Sonrió al darse cuenta de que estaba en un lugar donde nada, a su parecer, le podía suceder.

Esa tierra era helada y estaba, literalmente, congelada. Lo cual trajo como consecuencia que su cuerpo temblaba al compás de sus labios. Todo parecía haber muerto de frío, el viento que sintió apenas entro había dejado de correr, todo, incluso la inmensa luna que había visto a la lejanía había muerto.

A medida que avanzaba sus pies perdían fuerza, esa tierra helada estaba consumiendo el poco calor que aún quedaba atrapado en ella. El camino era tan solitario, que ni siquiera el roznar de sus pensamientos llenaba ese vacío que crecía en su pecho.

Un grito a la lejanía provoco que su cuerpo saltara en su lugar de la impresión y que un sentimiento conocido apareciera en su cuerpo; el miedo, el desgraciado y maldito miedo. Ese grito había despertado todo el sistema nervioso de Lena, causando que no lo pensara y echara a correr hasta encontrar una nueva salida.

Su cuerpo cayó de cansancio al cabo de unos minutos de haber empezado a correr, rodó hasta quedar boca arriba y observo las estrellas mientras intentaba normalizar su respiración. Aquellos gases de luz, ante sus ojos comenzaron a apagarse uno a uno, generando que la pelirroja se sentara en su lugar y mirara a todos lados, sin llegar realmente a encontrar algo, aún más extraño, en aquella extraña tierra.

Alzo su vista y este choco contra un enorme sol rojo y sus parpados comenzaron a pesarle. Su cuerpo estaba completamente pálido, sus labios morados. A los ojos de cualquier persona ella había muerto de hipotermia; pero...

¿Realmente es verdad eso de que si mueres en un sueño despiertas en la realidad? O solo es un viejo cuento, como cuando sueñas con un río de niño, pero en la realidad has mojado la cama. En sí mismos ¿Qué es en verdad un sueño? ¿Es una realidad alternativa? ¿Son los recuerdos de una vida pasada? ¿O son solo imágenes que el cerebro crea a partir del deseo que hay en lo más profundo de nuestros corazones?

Lena cayó en ese momento con ese centenar de preguntas. Tan solo diecisiete años y ya estaba llena de pensamientos sin una única resolución. A decir verdad, que fantástico era el ser humano, pensaban esas criaturas que, poco a poco, avanzaban por el blanco y frío piso.

El enorme y místico sol rojo se había posado sobre el oscuro cielo, este estaba tan lleno y vivo, como el deseo de vivir un día más, que poco a poco, dejaba de tener.

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