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Leila corría energéticamente junto a un grupo de lobos que en su sueño se habían mostrado. Cerca de ella, demasiado cerca, a decir verdad, se encontraba la sombra de una mujer mayor; la cual miraba con una sonrisa siniestra a la niña.

Por cada segundo en el cual Leila Dos Santos pasara deseando ver al mágico y glorifico sol rojo, su hermana seria devorada y desmembrada por partes de aquellas criaturas sin rostro. Cada deseo y ella, esa sombra que observaba a la de cabellos rojizos, estaban conectados.

Sombra que se hacía cada vez más fuerte, causando que la menor de las gemelas no pudiera despertar del infierno en el cual se encontraba viviendo. Ella sonrió, mirando como la de ojos verde esmeralda se detenía, alzaba su vista hacía los soles -cubriendo su rostro con su mano derecha- y sonreía de manera alegre; como si aquel fuera el paraíso en el cual siempre deseo vivir.

"Leila" escucho como una vez familiar susurraba su nombre.

Dejo la posición en el cual se encontraba y miro, de un lado a otro, buscando a su gemela. Aun así, no encontró nada de ella; no había rastro en su sueño de su hermana menor.

                 Lena Dos Santos en lo profundo de las tinieblas, en aquella habitación helada, al final de aquel laberinto de ensueño, el cual era adornado por un inmenso y maléfico sol rojo, se encontraba susurrando el nombre de su hermana mayor; en busca de ser escuchada y salvada de esas criaturas que estaba devorando sin piedad su cuerpo. Ella deseaba que su hermana llegara a salvarla, deseaba que un muro transparente apareciera de la nada e impidiera que las criaturas terminaran con su vida, pero solo eran deseos en vano, deseos que nunca serian escuchados en su totalidad.

Leila dejo caer sus parpados y se concentró en buscar la fuente de aquella voz conocida. Suspiró en modo de rendición, los levantó y se dio cuenta de que, al momento que abrió los ojos, se encontraba en otro lugar, un lugar completamente diferente al otro. Ahora, frente a sus ojos, lo único que había era arena roja, la cual se extendía hasta el infinito. Frunció su ceño y observo sus pies descalzos, moviendo sus dedos al compás que dejaba que la extraña arena se colaba entre ellos.

La pelirroja no pudo evitar que una sonrisa se formara en su rostro, por el hecho de que la sensación que le traía aquel elemento en sus extremidades era agradable y cómoda. Levantó su vista con una mirada decidida y emprendió camino, queriendo recorrer el lugar; en busca de la razón de la aparición de este.

El tiempo comenzó a correr, los segundos comenzaron a tornarse minutos y estos en horas, ella no se había percatado en ningún momento de que su camino se alargaba por cada paso que daba. Al momento en que la hora y media se había cumplido, la sed de esa tierra árida la ataco de manera voraz y sus labios comenzaron a resecarse más allá de la sed que había estado arrastrando.

Paro en seco y observo el mismo paisaje que había estado mirando en la última hora y media. No había nada con lo que pudiera refugiarse de lo que adornaba el cielo; eso que por más que quisiera observar, no lograba divisar. Suspiro, lamió sus labios intentando que estos quedaran, aunque sea un poco húmedos, y continuo con su camino; esperando encontrar algo que le ayudara a saciar la curiosidad que se había instalado en ella momentos antes.

Nuevamente el tiempo pasó y todo parecía estar igual, o eso pensó, hasta que algo en el camino provoco su caída. Un quejido se escurrió por los dos pliegues carnosos de tejido seco que rodean su boca, a la par que sus parpados caían por reflejo. Apoyo sus manos sobre la rojiza superficie y se incorporó hasta quedar sentada sobre sus extremidades inferiores, permitiéndose así, mirar su alrededor y observar detenidamente como este tenía diversas diferencias con aquel solitario desierto de arena roja.

Levantó su pie y lo apoyo sobre la arena, dejado que su pierna izquierda permaneciera doblada y se impulsó hasta quedar de pie. Examino con mucha cautela lo que, ahora, se encontraba a su alrededor. Árboles, algunas pequeñas platas, cactus con flores y, más allá, en la lejanía, había algo parecido a una estructura y, junto a ella, alguna clase de enredaderas con puntos rojizos saliendo de ella.

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