Deseo carnal

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- Tienes que ayudarme - le pidió la mujer.

- Pero Reina, lo que me pide es un locura total. Yo no puedo hacerlo.

- Dedalo, estoy pidiendo un solo trabajo.

El viejo y famoso inventor de toda Grecia fue exiliado de Atenas por haber cometido el asesinato de su misma sangre, empujando a su sobrino Perdix desde un acantilado por que éste parecía ser más listo que su tío. Navegó por el mar hasta llegar a la isla de Creta, en la cual fue bien recibido por el Rey Minos. ( Creta en ese tiempo era el mayor rival de Atenas )

- No puedo construir una cosa asi.

Pasifae, reina de Creta y esposa de Minos, se estaba enfureciendo.
- Basta ya de negaciones, te lo ordena tu reina. Obedece o iré con el cuento de que me estás acosando y serás condenado con una muerte lenta. Si vas a decirle al rey lo que pedí, lo negare y te condenáran por inventar difamaciones contra tu reina. No tienes alternativa, viejo inventor.

Dedalo, cerrando los ojos se acarició su larga barba blanca que le llegaba hasta la cintura, soltando un suspiro, contestó.
- Hare lo que me ordena, reina mia.

- ¿Ves que no era tan difícil?

- Necesitare bronce, mucho bronce - pidió el genio Dedalo.

- Hare que te lo traigan durante la noche. Nadie, absolutamente nadie se debe de enterar de ésto. ¿Quedó claro?

- Como el agua, mi reina.

Era noche cerrada, y Pacifae después de salir de la estancia del inventor, fue por incontable vez hacía el toril real del rey. Lugar donde estaban los mejores bovinos pero lo que la reina iba a ver todos los días era el magnifico y esplendoroso toro blanco.

El rey Minos no era bien recibido en el trono por todos los habitantes de la ciudad de Creta. El rey anterior, Asterión, no pudo tener descendencía masculina, por lo cual se enamoró de una mujer, Europa, que tenía tres hijos ( Que eran hijos de Zeus) el mayor era Minos, adoptándolos y criandolos como si fueran suyos. Cuándo Asterión murió, Minos heredo la corona, lo cual no fue bien recibido por los ciudadanos al no ser hijo de sangre.

El rey cansado de intentar ganarse el afecto del pueblo con buenas obras y fiestas, desesperado a más no poder, utilizaría el último método. Le pediría a los dioses una señal para demostrar que lo apoyaban en su legitimidad sobre la corona.

Juntó a los todos los ciudadanos a la orilla del mar, y alzó los brazos al cielo pidiendo dentro de su mente al dios de los mares una divina señal. Gran Poseidón señor de los temblores y enormes olas, por favor haz que salga de las aguas saladas un animal y luego de mostrar a toda ésta gente la prueba de tu apoyo, sacrificaré en tu honor al animal que envíes.

Poseidón no presto oído sordos, y pues le gustaba la atención de los mortales y más cuando estos le daban sacrificios en su nombre. Como al dios y a Minos les encantaban los bovinos, hizo surgir de entre las espumosas olas de la orilla un magnífico toro blanco, del tamaño de dos de los mejores bueyes, con cuernos largos y afiladisímos. Con porte regio salió a la arena seca, las pezuñas brillaban como cobre perfectamente lustrado incapaz de quedarse mirandolo por un corto tiempo. Todo el pueblo reunido enmudeció al ver tan esplendido ejemplar, y al final aceptaron con amargo sabor el reinado de Minos.

El rey quedó tan maravillado con el majestuoso animal que se olvidó de su palabra de sacrificarlo en honor al dios de los mares.

Poseidón se tomó muy mal como una grave ofensa en que aquel semidiós no cumpliera su palabra. Si estás tan encantado con aquel toro - sentenció - Tu esposa también lo estará.

Un día como cualquier otro, Pasifae, la esposa del rey, caminaba con pasos rápidos para evitar el mal olor del toril real del rey. Cuando por casualidad miro al animal blanco y se enamoró profundamente. Desde entonces visitaba el toril incluso más veces que su esposo. Se maquillaba hasta quedar la mujer más hermosa del reino y se ponía sus mejores vestidos, todo solo para ir a ver al animal que envió Poseidón.

Pasifae cuando estaba a solas, le daba besos por todo el hocico, cantaba y bailaba para el animal, le acariciaba el lomo y deslizaba sus manos por todo el lustroso pelaje blanco alabando sus grandes músculos. Pero para el toro, Pasifae no era más que otro humano. La reina perdidamente enamorada, quería llevar su relación al siguiente paso. Como dos adolescentes que después de un tiempo conocerse, deseaban entrelazar sus cuerpos. La reina Pasifae quería sentir dentro de ella el miembro de aquel toro pero no sabía como lograrlo, asi que fue por la persona más lista después de ella. Con algo de vergüenza al principio por la rara relación, la mujer se escabulló durante la noche en las entancias del viejo inventor y le contó el fuerte amor que sentía por el esplendido toro.

- ¿Qué? - contestó incrédulo Dedalo.

CIRENE Y EL MINOTAURODonde viven las historias. Descúbrelo ahora