La anciana, su nombre era Atalanta, fue la única persona que vió los primeros gateos de Asterión y también fue la única persona que vió los primeros tambaleantes pasos del niño. Se dió cuenta que el pequeño jamas hablaría como una persona, solo podía soltar tiernos bramidos pero lograba entender las palabras, atendía cuando lo llamaba por su nombre. La cuidadora les pidió una silla y una pequeña mesa redonda a los guardias, éstos accedieron de mala gana al pedido.
Aveces Atalanta se ocultaba en la ropa juguetes de madera recubierto con bronce para que jugara Asterión cuando ella no estaba, también ocultaba trozos de mantas que después de varios viajes, en la fría celda iba costurando las partes.
Asterión crecía con tal rapidez que después de dos años tenía el cuerpo de un niño de cinco. Y un día, como todos los demás días, Atalanta fue a los hondos calabozos y vió que el niño no le esperaba pegado a los gruesos barrotes sacando los delgados brazos, que cuando la veía acercarse daba saltitos de felicidad y bramidos alegres.
La vieja cuidadora presentía que algo no andaba bien, y efectivamente sus instinto no le fallaron. Varias lamparas de aceite iluminaban siempre el interior de la celda, ahora solo había una vela encendida con luz debil.
Desde la puerta de la celda vió que el lugar estaba vacío. Se habían llevado todos los objetos que había traído con tanto esmero, para que el niño se sintiera como en un hogar. Desde la silla y la mesa que utilizaba para comer y enseñarle, los juguetes y la poca ropa, hasta las anchas mantas con que cubría las paredes, mantas que tenía tejidos que mostraban un amplio campo con arboles y cielo despejado, plantas y hasta un sol en una esquina, ahora el lugar estaba rodeado de negras y frías paredes.A Atalanta se le partió el corazón ante lo que sus ojos vieron, en la penumbra de la esquina de la celda, estaba acurrucado un tembloroso Asterión semidesnudo, mujia debilmente con una voz ronca que nunca antes había escuchado, como si hubiera gritado durante mucho tiempo. Tenía múltiples heridas abiertas por todo su pálido y delgado cuerpo. Cuando el niño escucho pasos acercándose se pego a un más contra la húmeda pared.
En el monte Olimpo, ciudad de las divinades griegas. De altas y espectaculares cornisas apoyadas sobre gruesas columnas de mármol blanco era el palacio de Poseidón. El dios estaba dentro de su estancia en su sala privada mirando de pie en la orilla de su pequeño y celestial estanque las cosas que sucedían en el reino de Creta. Con rostro imperturbable veía como los látigos impactában en el flacucho cuerpo del niño. Se quedó un momento más y decidió que tenía mejores cosas que hacer que perder el tiempo mirando a los mortales.
Muy cerca de él, estaba Cirene, una joven sirviente, cerraba los ojos asqueada ante lo que estaba sucediendo allá abajo. La familia de Cirene habían servido al señor de los mares desde incontables generaciones, y al fin a ella le había llegado el turno. La habían preparado desde que era una niña para aquel privilegio de servir a uno de los más fuertes dioses... pero nunca la habían preparado para lo que vería en la residencia.Todos los pedidos y gritos de ayuda que el estanque emitía parecía hacer resonar por todas las altas paredes del inmenso palacio. La volvia loca y en ocasiones le provocaba noches de insomnio. Los mortales buscaban desesperadamente la ayuda divina pero Poseidón hacía oídos sordos y solo se ponía de mero espectador, de vez en cuando movía un dedo por alguien.
A Cirene le encantó al principio en servir al dios, tenía grandes expectativas con su señor pero poco a poco toda esa emoción se fue apagando. Poseidón no era como ella lo imaginaba. Nunca pensó en ver todos los horrores que causaba, en como creaba los destinos de cada vida con un final trágico.
El señor de las olas saladas dio media vuelta y en silencio se marcho del lugar.
Cirene abrió sus ojos verdes claros, quería irse pero los sonidos berreantes la hicieron quedarse. Con ojos tristes se acercó a la fuente y vió con dolor como unos mortales parados desde lo que parecía una celda hacían restellar la fusta contra un niño, éste hacia todo lo posible para pegarse contra la pared mientras levantaba las manos como implorando que paren.
Cirene apretó las manos en los costados, ocurrían tales despiadados actos sin que los dioses no hicieran nada al respecto. Con un dedo tembloroso tocó la superficie del estanque, el contacto provoco una ondulación en el agua y enseguida se elevo una capa de vapor, mostrando con claras imágenes el futuro que Poseidón le tenía reservado al pobre Asterión.
Lo del látigo no era nada comparado con lo que venía, torturas y agonía, hambre y muertes. Todo eso le esperaba hasta la edad adulta, olvidando por completo su nombre y pasándose a llamarse el toro de Minos, El Minotauro. Le quitaron toda la inocencia y lo convirtieron en una bestia asesina. Tan solo para cuando el laberinto estuviera listo, lo dejarían libre adentro solo para causar más muertes inecesarías durante décadas para que después llegara un semidiós y terminará con la cruel y trágica existencia de Asterión.
Por una vez en su vida Cirene sintió una chispa de furia en lo más hondo de su pecho. Llebada por la emoción del momento ya no quería servir. Sabiendo muy bien que la desobedencía de los sirvientes era castigado con la expulsión del Olimpo o en casos extremos, con la muerte. Aun asi Cirene ayudaría al pequeño Asterión, cambiaria su destino, aunque fuera lo último que hiciera.
La joven dió media vuelta y fue hasta la puerta, asomo la cabeza por el umbral, no había señales de su señor, cerró la puerta sin hacer ningún ruido y luego volvió al estanque. Ya había visto incontables veces como Poseidón creaba y formaba los destinos de los mortales y luego los enviaba a las Moiras para que lo aceptaran, éstas tres hermanas comenzaban a tejer los hilos pero durante el transcurso de la vida, se podían mover y cambiar las cosas. Fue lo que hizo Cirene, con sus dos manos fue separando los hilos de las demás personas enlazadas y las unió con unas nuevas. Fue creando un nuevo destino para aquel inocente niño.

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CIRENE Y EL MINOTAURO
NouvellesDicen que el amor es el sentimiento mas fuerte. ¿Entonces podrá el amor salvar la trágica y horrible vida del Minotauro? ¡DESCÚBRELO EN ESTA HISTORIA CORTA!