Escape

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- ¡Ya dejenlo! - pidió Atalanta a los gritos - ¡Lo estan lastimando!

- ¡Usted cállese! - un guardia le dió un revéz con el dorso de la mano - Son ordenes directas del rey.

Asterión bramaba con fuerza cada vez que la puntas de cuero lo golpeaban, se cubría la cabeza de ternero con sus delgados brazos.

Aquella agonía duro hasta el anochecer.
Una vez que los guardias pararon con su despiadado trabajo, Atalanta entro con pasos apresurados, con los ojos bañados en lagrimas se arrodillo y ayudo al pobre niño a caminar hasta el único catre de la celda.

- Despídete de esa criatura, el rey ordenó que a partir de ahora nadie excepto nosotros puede ver esa monstruosidad. - avisó y se fueron maldiciendo en lo alto su mala suerte.

Atalanta rompió con mucho esfuerzo su delgado abrigo de lana y entre lagrimas empezó a vendar las heridas sangrantes de su niño. Los dos lloraron hasta muy tarde.

A eso de la medianoche, unos ruidos extraños despertaron a la anciana, sus delgados brazos envolvían dándole calor al cuerpo de Asterión que era preso de intensos temblores y sacudidas. Los ruidos eran secos como si pesadas costales de harina cayeron al suelo resonando por todos el oscuro pasillo seguido de rapidos pasos. Atalanta temerosa rodeó aun más con sus brazos con amor maternal a su niño. No permitiría que volvieran a golpear a Asterión, daría su vida si era necesario.

Con miedo esperaba a los guardias pero la sorprendió ver en la puerta abierta de la celda a una bonita joven de corto cabello castaño y ojos verdes con un sencillo vestido blanco, con un bolso de cuero colgando de la cintura.
- Tenemos que darnos prisa - en su bello rostro se podía ver el nerviosismo.

- ¿Quien eres? - preguntó Atalanta con los ojos abiertos.

- Solo soy una amiga.

Pero la cuidadora sospechaba, aquella bonita joven desprendía de su cuerpo una especie de luz propia por todos los bordes de su vestido y hasta por la clara piel. No sabia quien era pero de algo estaba segura, esa joven no era humana.

- ¡Vamos! ¡Deprisa!

- El niño... no lo puedo cargar.

- Déjamelo a mi - la desconocida joven se acercó - Malditos, lo dejaron muy herido.

Cirene saco de su bolso de cuero un pequeño frasco, metió dos dedos en el urgüento verde y lo deslizó por la cabeza, donde el pelaje rojizo era interrumpido por franjas de piel abiertas. Asterión se sacudió ante el ardiente efecto, que enseguida fue reemplazado por un calor reconfortante que envolvió como una ola todo su cuerpo. Con una sola aplicación todas las heridas se cerraron y desaparecieron sin dejar una sola cicatriz. Asterión abrió los ojos de repente y no reaccionó mal ante la extraña joven, Cirene sonriente la acarició un costado del rostro y Asterión soltó un bramido alegré. Le sacaron todas las vendas y del bolso Cirene sacó un pequeño quitón de lino.

La joven, la anciana y su niño vestido salieron en fila de la celda. Caminaron por el pasillo que una sola lampara impedía que la penumbra absoluta cayera en esa parte.

- Éstos idiotas creyeron que el rey me mandaba para complacerlos - señalo a los guardias que estaban desparramado en suelo de la entrada, Cirene se tocó los nudillo con aire triunfal por los golpes que dió a diestra y siniestra.

Después de la entrada había una larga escalera en caracol que permitía salir a la superficie. Subieron pero era tan hondo el lugar de las celdas que tuvieron que parar tres veces a recuperar el aliento. Y cuando al fin salieron al exterior vieron a más guardias durmiendo recostados en el suelo.

El edificio de la celdas estaba en el campo donde también estaba los establos de los caballos y el toril. Altas murallas grises rodeaban todo el lugar con parapetos donde se podía ver las cabezas de los soldados llendo y viniendo, parecía imposible escapar. En todos los escalones Cirene en ningún momento dijo quién era o adonde irían, Atalanta confiaba en la joven.

CIRENE Y EL MINOTAURODonde viven las historias. Descúbrelo ahora