♦ Segunda Parte ♦

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-¡Papá!

Rubén pestañeó tres veces, saliendo de sus pensamientos con brusquedad. Observó cómo Eva y Elena lo miraban extrañadas.

-¿Si?- preguntó luego de unos segundos.

-Estás raro papá, ¿en qué piensas?- interrogó la pequeña, comiendo sus fideos con salsa roja. Rubén suspiró sonriendo forzosamente y tomó su cubierto para seguir almorzando.

-No es nada hija, sólo cosas del trabajo- mintió restándole importancia.

-¿Entonces es un sí?- preguntó Eva emocionada.

-Si... ¿qué?- cuestionó sin saber de lo que hablaba su hija. Eva suspiró molesta.

-¡No escuchaste nada de lo que te dije!- gritó enojada.

-Lo siento hija... dímelo de nuevo.

-Que si puedo salir esta noche con Max al cine- volvió a preguntar esperando una respuesta afirmativa.

Ya había transcurrido una semana desde la visita de Miguel. El morocho se había quedado dos días en la casa de Rubén conociendo a sus hijas y poniéndose al día con su amigo. El castaño estaba feliz porque de a poco estaban reconstruyendo su amistad que se había difuminado con los años, pero algo no lo dejaba tranquilo y ese algo era el beso. Ese beso tan inesperado que había experimentado con Mangel, ese beso que se sintió demasiado intenso por todas las emociones que despertó en su interior. Lo que más le incomodaba de la situación era que ninguno de los dos había vuelto a hablar de ese hecho, y sentía una necesidad inmensa de por lo menos platicar un poco sobre aquello. Aunque pensándolo mejor, él mismo le había dicho a Mangel que no quería nada con él y el morocho lo aceptó sin siquiera protestar. ¿Por qué le molestaba esa actitud indiferente, entonces?

-¿Con Max? ¿Y tus amigos irán también?- preguntó el castaño bebiendo de su vaso con agua.

-B-Bueno... solo me invitó a mí...- contestó la mayor en voz baja.

-Ajaa... entonces irían los dos... solos...

-Sí.

-No irás- concluyó secamente.

-¡Papá!

-No iras y punto. Aún eres menor como para andar con cualquier muchacho.- explicó seriamente. La pequeña Elena se mantenía en silencio escuchando la discusión algo inquieta. Siempre se ponía nerviosa cuando su padre se comportaba de esa manera, aunque no comprendía mu bien si el mayor tenía razón en esta ocasión. Era muy pequeña para entenderlo. 

Eva frunció el ceño mostrando su evidente cabreo. Se puso de pie frente a la mesa, desafiando a su padre.

-¡Él no es un muchacho cualquiera! ¡Max es muy bueno conmigo todo el tiempo y es la primera vez que me invita a solas con él! ¡¿Por qué no entiendes eso!?- exclamó.

-Ya basta Eva, deja de dramatizar. Siéntate y termina tu comida- ordenó el mayor ignorando los argumentos de su hija. Eva suspiró pasando una mano por su cabello de manera angustiada y luego comenzó a caminar hacia su cuarto, desobedeciéndole a su padre, pero antes de salir de la sala  por completo se detuvo en seco sin voltear hacia la mesa.

-No es un muchacho cualquiera... no para mí. Me gusta Max, papá.- explicó con unos nervios que lograron aguarle levemente los ojos. Después de aquello solo corrió hacia su habitación, sin intenciones de escuchar una nueva negativa de su padre.

-Lo se...- susurró Rubén en cambio, aún sabiendo que no había sido escuchado. Apoyó sus codos en la mesa y sostuvo su cabeza entre sus manos de manera frustrada.
Elena se lo quedó viendo aún más confundida. Si su papá sabía que a Eva le gustaba Max... ¿por qué no la dejaba ir con él? Realmente no entendía el comportamiento de su padre frente a esa situación.

Lo que Dejamos Atrás (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora