32🙁¡TU...!😯

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✨Alessia✨

Acabamos de llegar a Rusia; yo aún estoy devastada. Bajamos primero Frederic y yo porque no me siento bien; estoy hinchada de tanto llorar; mi abuela también está muy mal, tanto que la bajan en silla de ruedas, porque estoy tan débil. A mis hijos los traen Valentina y María. Agradezco de tenerlas. Voy caminando con mi cabeza agachada al suelo; Frederic me lleva abrazada para no caer, y justo cuando levantó mi vista, no puedo creer que jamás pensé verlo aquí; mi corazón comenzó a latir como loco y su mirada chocó con la mía. Por un instante olvidé todo y a todos hasta que escuché a mis mellizos llamarme y se acercaron a mí.
«Debo apresurarme», así que volteo a ver a María y valentía sin decir nada y ellas comprenden mi gesto y los toman en sus brazos y caminan muy rápido y Frederic me toma más fuerte y hace que camine...
Eso hago, sin mirar a ningún lugar en especial camino, hasta perderlo de visita. Jamás se me cruzó por la cabeza que lo vería de esta forma tan abrupta, tan inesperada, pero pasó.
Llegamos al coche y nos vamos rápido. Yo no puedo decir nada aún; estoy en shock, no estaba preparada para verlo. Me di cuenta de que estaba con ella, su mujer.
Estoy tan metida en mis pensamientos que no me di cuenta de que ya habíamos llegado; pasaron rápido los minutos.

-Hermosa, estás bien, ya llegamos. «Me habla Fred».

Discúlpame, no te había escuchado, gracias por todo; hablamos después, sí, quiero descansar, yo te escribo luego.

-De acuerdo, descansa.

Después de que mi casi novio se marcha -digo casi, puesto que le pedí tiempo-, no estoy muy segura, aunque él ha sido muy bueno, pero hoy me doy cuenta de que jamás podré amarlo y, lo más importante, mis hijos no lo quieren.

Ingresó a la casa directo a mi habitación; no quiero hablar en este momento, así que les digo que iré a descansar, que por favor se encarguen de los niños; ya mi abuela sabe y ella ya está instalada en su recámara.
Entró, me quito lo que traigo y voy a mi baño para entrar a la tina y relajarme un poco. Los recuerdos van y vienen a mi mente; es como si de verdad estuvieran pasando ahora.

-Me fascinan tus hoyuelos, mi Diosa, mi Reina.

Mordí mi labio con fuerza cuando besó esos puntos en mi espalda baja; su voz vibró en mi cuerpo.
Tomó la orilla de la malla negra que llevaba puesta, y la bajó junto con mis bragas, dejándome a su completa merced. Mis piernas temblaban cuando delicadamente acarició mis muslos con el dorso de sus manos a cada lado, ascendiendo con lentitud.
Él sabía que me nublaba la vista cuando me acariciaba de esa forma.
Era mi debilidad. Podía sentir su mirada en cada parte de mí.
Alain tomó mis manos y con una sola me las sostuvo detrás de mi espalda, sometiéndome. Me humedecí los labios, y cerré los ojos con fuerza cuando su miembro erecto rozó mis nalgas. Era la gloria.
Él me separó las piernas con su mano libre y, poco a poco, se deslizó en mi cavidad, haciéndome sentir completa. Suspiré entrecortadamente. Comenzó exquisitamente gentil, movimientos dulces, suaves, tentándome a propósito, preparándome para lo que venía; adentrándose de forma lenta hasta que lo tenía todo dentro de mí, se quedaba unos segundos, y volvía a hacer lo mismo.
Pronto, un vaivén que empezó a escucharse más fuerte me hizo abrir un poco más las piernas para darle más libertad de enterrarse en mí. Una mano me sostenía por las muñecas, mientras que la otra se aferró a mi cintura, moviéndome deliciosamente con ímpetu contra él.
Ah... Dios, sí, amor... Solté, entre jadeos demasiado fuertes. Poco me importaba en ese momento, si alguien, o si mis gritos se escuchaban por todo el lugar; necesitaba seguir así. Mis súplicas pidiendo más fueron complacidas, cuando aumentó la fuerza con la que me penetraba, haciéndome gritar de placer hasta que mi garganta quemó; los choques de nuestros cuerpos eran el sonido perfecto, y me estaba haciendo adicta a eso.
Sus dedos en mi cintura se encajaron, provocándome un dolor que me gustaba. Dejé de pensar en todo mientras mi cuerpo se movía rápido contra la madera; ese rozamiento me irritaba la piel, pero me encantaba.
También tocaba mis senos y mi clítoris, que me estremecía hasta la locura.
Estaba tan empapada y excitada, que pegué un susto cuando escuché una voz de mujer, así que abrí mis ojos; era María, diciendo que mi abuela no responde. Me salgo rápido de la tina, me pongo una toalla y voy a verla.

L@S HIJOS DEL MAGNATE. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora