En las páginas de "Raven", te sumergirás en un mundo donde los escalofríos y lo inexplicable se entrelazan. Cada relato te llevará a explorar los límites de lo sobrenatural, revelando oscuros secretos y despertando temores ocultos en lo más profundo...
La historia que a continuación relataré me ocurrió hace muchos años, cuando todavía tenía la vista. Pero lo que viví aquella noche me persigue en la oscuridad de mi ceguera.
Era una noche de tormenta, la lluvia caía con fuerza y el viento aullaba como si fuera un lamento de ultratumba. Estaba solo en mi casa, y la oscuridad reinaba afuera y adentro. De repente, empecé a oír pasos arrastrándose por el suelo, como si alguien se deslizara hacia mí. Mi corazón latía con fuerza mientras intentaba ubicar el origen del sonido.
Entonces, una voz susurrante y fría me llamó por mi nombre. "Samuel..." Era un susurro escalofriante que parecía provenir de todas partes a la vez. Me estremecí y comencé a temblar. Sin poder ver, mi mente divagó en el terror más profundo. ¿Quién o qué estaba en mi casa?
Intenté moverme con cuidado hacia la puerta, pero algo me agarró por el tobillo y me tiró al suelo. Sentí dedos helados rodeando mi tobillo, apretando con una fuerza sobrenatural. La voz susurrante se volvió más insistente, hablando de horrores inimaginables y de un destino oscuro que me aguardaba.
Luché desesperadamente por liberarme, pero mi ceguera me dejó en desventaja. Los dedos gélidos continuaron su apretón, y la voz parecía penetrar en mi mente, llenándola de imágenes aterradoras. Estaba atrapado en una pesadilla sin fin.
Finalmente, cuando creía que mi cordura se quebraría, un rayo de luz atravesó la ventana. La voz y la presión en mi tobillo desaparecieron instantáneamente. Me arrastré hacia la ventana y vi el amanecer rompiendo la tormenta. La casa estaba vacía, pero el terror que había experimentado se quedó grabado en mi memoria.
Desde entonces, he vivido en la oscuridad de mi ceguera, pero esa noche de terror me persigue como un fantasma, recordándome que a veces los verdaderos horrores no se ven con los ojos, sino que se sienten en lo más profundo del alma.
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