El Sapo

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Era una noche oscura y tormentosa. Un joven llamado Luis conducía por una carretera solitaria, de regreso a su casa después de visitar a su novia. De repente, vio algo en el camino que le hizo frenar de golpe. Era un sapo enorme, del tamaño de un perro, que lo miraba con unos ojos rojos y brillantes.

Luis se quedó paralizado por el miedo. El sapo se acercó lentamente al coche, saltando con sus patas traseras. Luis intentó arrancar el motor, pero no respondía. El sapo llegó hasta la ventanilla del conductor y la golpeó con su cabeza. El cristal se hizo añicos y el sapo metió su lengua pegajosa y viscosa por el hueco. Luis gritó de horror y trató de alejarse, pero el sapo lo atrapó por el cuello y lo arrastró fuera del coche.

Luis se debatió con todas sus fuerzas, pero el sapo era más fuerte. Lo llevó hasta el borde de la carretera, donde había un charco de agua sucia. El sapo se sumergió en el charco, llevándose a Luis con él. Luis sintió que se ahogaba, que el agua le llenaba los pulmones. El sapo lo soltó y lo miró fijamente. Luis vio con horror que el sapo tenía un rostro humano, deformado y grotesco, que le sonreía maliciosamente. El sapo le dijo con una voz ronca:

-Soy tu padre.

Luis no pudo responder. Su vista se nubló y perdió el conocimiento. El sapo lo abrazó y lo besó en la boca. Luego, lo devoró.

 Luego, lo devoró

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