Capítulo 3: Reencuentros y Nuevos Comienzos

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El parque central siempre fue especial para Edgar. No solo por ser un sitio donde solía jugar de pequeño, sino también por ser el refugio donde muchas veces dejó fluir sus emociones, liberándose del peso que lo atormentaba.

El aire tenía un olor fresco, la típica fragancia tras una breve lluvia de verano. Los árboles se mecían suavemente y los niños correteaban en el césped, riendo y gritando. Había algo en el ambiente que evocaba la nostalgia de tiempos más simples.

Edgar, caminando lentamente, observaba la rutina diaria del parque. Las abuelas charlando en las bancas, los vendedores ambulantes ofreciendo sus productos, y las parejas jóvenes compartiendo momentos románticos.

Fue entonces cuando la vio. Bibi, con su característica chaqueta morada y bate a su lado, estaba inmersa en un libro. Edgar sintió un vuelco en su estómago. ¿Debería acercarse? ¿Y si ella todavía estaba molesta?

Después de una eterna lucha interna, decidió acercarse. Pero antes de que pudiera decir algo, una pelota de fútbol golpeó su tobillo. "¡Ay!" exclamó, sorprendido.

Un joven alto, con el cabello oscuro y desordenado, se acercó corriendo. "¡Mis disculpas!", dijo con una sonrisa amistosa, "Soy Fang."

Edgar, recogiendo la pelota, la lanzó de regreso al grupo de chicos que jugaban en la cancha cercana. "No hay problema, solo... cuidado la próxima vez, ¿sí?"

Bibi, alzando la vista de su libro, reconoció a Edgar y sus ojos se ensancharon un poco. "Edgar..." susurró.

Había una tensión palpable en el aire. Fang, notando la incomodidad, trató de romper el hielo. "¿Qué te parece si nos unimos al partido, Edgar? Podría ser divertido. Y tú también, Bibi."

Los dos asintieron, agradecidos por la distracción. Lo que comenzó como un simple juego se convirtió en una tarde llena de risas, caídas y bromas. A medida que el sol comenzaba a esconderse y las luces del parque se encendían, el trío decidió sentarse y descansar.

Mientras recuperaban el aliento, Fang sacó una botella de agua de su mochila y la compartió. "Eso fue intenso," dijo, riendo. "No sabía que tenían tales habilidades."

Edgar sonrió, "Sí, bueno, jugaba mucho cuando era más joven. Antes de... ya sabes."

Bibi, jugando con el césped, añadió: "Todos tenemos pasados, cosas que preferiríamos olvidar. Pero en momentos como este, con amigos y risas, es fácil recordar que la vida puede ser buena."

La conversación fluyó, hablaron sobre la escuela, hobbies, música y películas. Fang contó sobre su pasión por el arte y cómo soñaba con ser pintor algún día. Bibi habló sobre su amor por la lectura y cómo los libros eran su refugio. Edgar, aunque al principio reacio, compartió un poco sobre su complicada relación con su familia.

El tiempo pasó volando y antes de que se dieran cuenta, ya era de noche. Con promesas de reunirse nuevamente y jugar otro partido, los tres se despidieron.

Edgar, mientras caminaba hacia casa, sintió un ligero cambio en su corazón. A pesar del dolor del pasado, había esperanza para el futuro. Y quizás, con el apoyo de nuevos amigos y viejas conexiones, podría encontrar la paz que tanto anhelaba.

............

La tarde en el Parque Central de Brawlville había sido, inesperadamente, refrescante. Edgar había tenido una mezcla de emociones en una montaña rusa que duró horas. Desde la tensión inicial de encontrar a Bibi, hasta la euforia de las risas compartidas en el partido de fútbol con el nuevo compañero, Fang.

Después de despedirse, caminó hacia su casa, perdido en sus pensamientos. Las luces de la ciudad brillaban en la oscuridad, creando un halo etéreo alrededor de cada farola y escaparate. Era como caminar en una dimensión diferente, donde cada paso estaba cargado de significado.

Aunque se sentía aliviado por la tarde, la desconfianza seguía siendo una sombra que lo acechaba. La traición y el abandono habían sido constantes en su vida, y no iba a permitir que el encanto de una tarde lo distrajera de esa realidad. Pero ¿era posible que las cosas realmente estuvieran cambiando para él?

Al llegar a su apartamento, Edgar se dejó caer en su viejo sofá de cuero, que había recogido de la acera cuando su anterior dueño lo desechó. El apartamento era pequeño, apenas un par de habitaciones, pero era suyo. En esos momentos de reflexión, se encontró hablando en voz alta.

"¿Puedo realmente confiar en alguien otra vez?", se preguntaba, mirando al techo, donde una mancha de humedad se había extendido como un mapa de un país desconocido. "Fang parece un buen tipo, pero... ¿y si tiene segundas intenciones? Y Bibi... Bueno, ella ya me ha mostrado que no puedo fiarme por completo de ella."

Sus pensamientos seguían girando en círculos, reviviendo traumas pasados, heridas que todavía estaban frescas, a pesar de los años. Recordó los días en que confiaba fácilmente, los días antes de que la traición de su padre y el dolor de perder a su madre le cerraran el corazón.

La relación con Bibi había sido una de las pocas luces en su vida. Fue esa amistad, ese vínculo que compartieron, lo que le dio esperanza en los días más oscuros. Pero las cosas cambiaron, y esa confianza se rompió. Se sintió traicionado nuevamente, aunque en una escala diferente.

Aun así, algo dentro de él anhelaba esa conexión, ese sentimiento de pertenencia y comprensión. ¿Podría realmente volver a abrirse, dejar entrar a alguien en su vida? Fang era un recién llegado, pero había una genuinidad en sus ojos, una sinceridad en sus palabras. Y Bibi, a pesar de todo, seguía siendo una parte esencial de su pasado.

Tomó su diario, un pequeño cuaderno de tapas gastadas, y comenzó a escribir. Escribió sobre la tarde, sobre sus sentimientos encontrados y sobre las esperanzas que se estaban despertando en él. Mientras escribía, sintió que un peso se levantaba de sus hombros. Era terapéutico, una forma de liberarse de las cadenas que lo habían mantenido prisionero durante tanto tiempo.

Después de horas, cerró el diario, se levantó y se asomó por la ventana. Las luces de la ciudad brillaban con fuerza, pero había algo diferente en ellas. Ahora, en lugar de recordarle su soledad, le daban esperanza, un recordatorio de que había un mundo lleno de posibilidades allá afuera.

Edgar finalmente se permitió soñar con un futuro, uno en el que podría tener amigos verdaderos, donde podría confiar y ser confiado. No sería fácil, y había muchas heridas que sanar, pero estaba dispuesto a intentarlo.

La noche se volvió tranquila, el bullicio de la ciudad se desvaneció en un susurro suave. Edgar, acostado en su cama, cerró los ojos. Por primera vez en mucho tiempo, durmió pacíficamente, soñando con un mañana mejor.

 Por primera vez en mucho tiempo, durmió pacíficamente, soñando con un mañana mejor

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Nadie como tú - Brawl StarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora