Capitulo 1

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Alma Forajida

9-12-2022

El sonido del viento era un recordatorio, de que no podía permanecer allí por mucho tiempo.

Apenas unos tonos rojizos cruzaban el cielo en el horizonte, apartando poco a poco el manto negro y estrellado que había sido su techo toda la noche. Y estaba en alto, muy alto, en aquella roca, por donde el viento ligeramente se paseaba con la frescura matinal, que pronto se marcharía ante los primeros rayos del sol.

Era otro día más que pasaba, olvidado y vacío para todo el mundo excepto para él. Y aquel viento a su alrededor, que arrastraba los primeros meses del invierno, le susurraba al oído:

Es tu último día.

Hubiera deseado que todo fuera diferente- se decía a sí mismo el forajido con ojos caídos- y alza la mirada otra vez hacia el naciente sol, y siente el apremio. Da la vuelta y regresa a la fogata que ya era solo rocas y cenizas y habría jurado que aquello anoche había sido un portal, un portal desde el otro mundo, y que almas habían salido de entre las llamas para reclamar su cabeza.

"Gilberto" le decía una voz que había conocido toda su vida "Voy a encontrarte aunque sea lo último que haga"

Suelta un profundo suspiro para luego recoger su chaqueta, su bandolera, una muy envejecida alforja y por último... la fría Colt.

Aquel hierro de sus desgracias.

-No, Diamante Negro- le decía a su unicornio mientras ajustaba la silla, amarrando la alforja y las mantas –Tenemos tiempo, nadie nunca se pasa por aquí. Este lugar está maldito- la silla bien colocada otra vez sobre el lomo, termina de ajustar el cincho- Solo quien está igualmente maldito podría estar aquí-

Y así termina de recoger todo aquello que había sido su compañía durante toda la noche, mientras su unicornio lo observaba con ojos inquisidores.

-Tú sabes que es así, Diamante- le respondía a esa mirada, y, mientras, se aseguraba de que el libro que siempre había llevado consigo, estuviese allí bien guardado en su alforja: y lo tanteó, pequeño, cubierto de cuero negro, resguardando todas sus palabras. Y sintió su energía en la piel de su mano.

Aquel libro de páginas amarillentas albergaba tales palabras escritas por él que, al tocarlo, una oleada de recuerdos golpeaban su mente.

Era hora de marcharse de aquella colina desnuda que había sido su cobijo por una larga noche.

Y así el forajido se pierde de vista, con el leve sonido de los cascos sobre una tierra legendaria.

---*---*---*---

El forajido, como una mancha en la sabana, su sombra sobre el árido suelo, y apenas levantaban el polvo aquellos cascos nacaradas. Y recordaba el rostro de quien lo perseguía, y su mano se posa sobre la alforja sintiendo toda la energía que emanaba el cuaderno forrado de negro.

-Aquí tengo escrito tu secreto, Christian- dijo en voz alta y sin miedo, pues nadie lo oía –Espero nunca tener que revelarlo, por tu propio bien-

Eran esos los pensamientos del forajido, marchando al lomo de su unicornio negro. Y pasaban las horas sin oler una gota de agua, sintiendo la resequedad en su boca y el polvo en sus mejillas. Sacó su pañuelo y se restregó la cara:

-Hay un pozo, no muy lejos de aquí. Vamos a acercarnos- dijo a su agradecida montura. Y emprendieron la marcha con resignación.

Cerca de aquel pozo había un pueblo, por supuesto, pero no tenían otra opción. El forajido llegada de la lejanía, muy cauteloso de la tierra por donde los pobladores no se atrevían a aventurarse, y las cercas que cerraban el paso dejaban eso muy en claro.

"No pasar" rezaban viejos carteles olvidados, y más allá venía la sombra del viajero que se acercaba. No había nadie en el lugar, se aseguraba Gilberto mirando de un lado para el otro. Las tristes hiervas secas se mecían ante los soplos del viento, y atrás, unas vasijas abandonadas esparcidas por la tierra, y restos de papel volaban directo hacia él.

Gilberto los atrapa y le echa un vistazo: "Se busca, Gilberto, forajido"

Se guarda el papel en su chaqueta y voltea a su alrededor con nerviosismo. Finalmente se dirige al pozo, deseando que no estuviera seco, y al acercase al borde de éste, el rostro de su amigo Jeffrey aparece en su memoria:

"Dicen que si pides un deseo, se cumple" lo recordó decir, "Sí, pero tienes que echar una moneda" le aclaraba él.

Sonrió por un momento, pero ahora estaba solo.

Se resignó tomando el balde y echándolo al pozo, y agradece el escuchar el sonido del recipiente al chocar contra el agua. Pero es cuando un bufido de Diamante Negro le causa un sobresalto, y gira sobre su eje con total rapidez.

-Disculpe ¿Hay agua en el pozo?- y ahí detrás de él estaba una persona, salida de la nada.

-Eh, hum, sí, claro- Gilberto disimulaba su perplejidad, y trataba de ver de dónde podía haber salido aquel extraño mientras su mano se posaba disimuladamente sobre su fría Colt.

-Qué bien- dijo el extraño, y se acerca ¿A caso no se daba cuenta de lo que era él? Pensaba el forajido mientras le daba paso y se alejaba del pozo.

Revisó bien el lugar y no había nada, ni siquiera algún cobertizo del que pudiera haber salido el extraño.

-¿Usted es el pueblo?- no pudo evitar preguntarle.

El extraño había sacado el balde de agua, y con el cucharón se sirve un buen trago de ésta. Luego se seca la boca con la manga de su camisa y le clava los ojos a Gilberto:

-Sí, señor- le responde, y luego agrega- Soy de Agujero Fangoso-

Aquel nombre hizo estremecer al forajido: "Agujero Fangoso" ese maldito nombre, lo conocía bastante bien ¿A caso aquella persona lo conocía? La mirada del extraño lo perturbaba y volvía posar su mano sobre la Colt. Pero el extraño volvió a su balde de agua con aire indiferente.

-Creí que ese pueblo se había quemado- Gilberto continuaba con su inquisición, con la pistola lista en caso de que tuviera que disparar.

-Así es, señor, así fue. Unos bandidos, oh sí. Quemaron todo el pueblo los muy miserables- tomaba agua, y se secaba la boca con la manga de su camisa.

El corazón le latía muy fuertemente al forajido, y su mirada fue directo hacia su unicornio, con la alforja que llevaba el diario atada a su silla.

Ahí estaba su cuaderno que escondía toda la verdad sobre lo que había pasado en Agujero Fangoso. Pero ahora estaba aquel extraño que se le había aparecido allí, en medio del desierto ¿Quién era? ¿Qué era lo que sabía? Ya no importaba, Gilberto desenfundó la Colt, y con giro velozmente mortal sobre su eje, apunta directo hacia el extraño junto al pozo, con el dedo apretando el gatillo.

Pero ya no había nada allí.

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