Capítulo 4

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Cuánto tiempo pasó, no se sabe, pero el forajido al fin se quedó dormido y la oscuridad lo cubrió todo.

Las colinas como figuras negras guardando el valle, parecían gigantes, y a medida que salía el sol, se espantaban todos esos mundos nocturnos.

Gilberto abría los ojos y entonces supo que en algún lugar se habían detenido, y él se había quedado dormido.

Y su unicornio estaba allí parado enfrente, observándolo. Pero... empezó a notar que... ¡No era Diamante Negro! ¡Su unicornio se había convertido en un caballo blanco!

Y un destello de luz golpeó sus ojos, y se los restregó muy seguro que debía seguir soñando. Tenía que ser un sueño, pero el sol matinal reflejándose sobre el acero le recordaba que estaba ahí muy despierto.

-Nunca habías sido tan dormilón. Pero ya veo que te has vuelto algo lento y flojo-

Gilberto no se movió, tenía el cañón reflejante apuntándolo directamente entre los ojos.

-Muy bien, aquí estás - dijo al fin -Siempre fuiste tú - con los ojos abiertos y muy despierto, viendo claramente la escena delante de él. El jinete del caballo blanco apuntaba su pistola rígido como una estatua maldita.

-Así es-

-¿Cuánto hace que me encontraste?-

-¿Ya para qué quieres saber eso?-

Gilberto se encoge de hombros. Entonces suspira y empieza a moverse otra vez, apesar de la amenaza. Se pone de rodillas, y se levanta, recoge su casaca, y su sombrero. Con tranquilidad.

Y contrario a lo que se pudiera pensar, el jinete baja su arma.

-¿Qué crees que puedes hacer ahora? - le dijo disimulando un enorme cansancio.

Gilberto terminó de vestirse, colocar el sombrero...pero su bandolera estaba lejos, notaba. Ahora entendía por qué el jinete no se inmutaba.

Se voltea y enfrenta a su captor, con la mirada oculta bajo el sombrero. Y al bajar el cañón, otra pieza de metal destellaba frente a él.

Era la insignia de Sheriff que portaba el jinete.

-No sé, Christian, tú dime- le respondía.

-Bien- el jinete se acomodaba en su silla -Hacerlo por las buenas es lo mejor-

-Tú sigues con tu pantomima, Christian-

Al oírlo, Christian le señala su insignia de Sheriff con el cañón de su pistola.

-¿Dónde está mi pistola? ¿Qué hiciste con ella?- Gilberto pretendía que Christian jamás pusiera su interés sobre la alforja que llevaba la silla de Diamante Negro. Notó que su unicornio estaba atrás, con las riendas atadas a un tronco seco.

Entonces Christian alzaba su brazo, y llevaba la bandolera de Gilberto en su mano.

No le quedaba más que entregarse, por las buenas, tal como Christian le había dicho.

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