Capítulo 2

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A pesar de lo desconcertado que estaba, la mano de Gilberto sostenía la apuntante Colt con una firmeza de acero. Pero no estaba apuntando a nada ya.

Se estaba volviendo loco al fin, pensaba. Pero el hecho de que Diamante negro hubiera visto al extraño también descartaba esa posibilidad.

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El forajido caminó hacia el desierto. a otro día vacía acompañado por los aullidos del viento, siempre huyendo.

Siempre ocultándose.

El forajido sobre su unicornio negro, era solo una figura fantasmal en el desierto.

Se detuvo un momento al divisar el humo que provenía de casas lejanas, y allá estaba el polvoriento pueblo de Valle Escondido, y entonces la voz de Diego se apareció de repente en algún lugar de su mente:

"¿Valle Escondido? Ni se te ocurra acercarte a ese lugar" le decía la voz "Allá tienen los cepos bien lijados y esmaltados, listos para ponerte allí bien acomodadito"

Pero al forajido no le importaba ya Valle Escondido, le preocupaba más lo que había al Sur: al otro lado de la laguna las celdas no eran simples barrotes en la oficina del sheriff, allá los barrotes y las celdas eran las llamas del averno. una prisión de almas, decían.

Las colinas que se presentaban en su camino brindaban cobijo confortante al viajero y su unicornio, el sol de la tarde aminoraba su intensidad y unos arbustos le brindaban la comodidad suficiente para él sentarse por lo que quedaba de aquel día y hacer una taza de café.

Pero aún debía buscar agua del pozo- pensaba girando la cabeza hacia la dirección de donde había venido. De allá de aquel lugar en donde había estado el extraño, y que había abandonado apresuradamente- y deseó al cielo que alguna nube cargada se presentara y le diera algo de agua.

Pero no llovió, y Gilberto esperó allí cobijado por los arbustos otra noche más.

Contaban las leyendas de Monte Solitario tantas cosas, sin embargo quien más le habló de fantasmas alguna vez, ése fue Christian. Recordaba lo supersticioso que era Christian mientras estaba recostado sobre la tierra contemplando las estrellas. Entonces se levantó y va hacia a la alforja que cargaba la silla de montar de Diamante negro... y saca su diario negro.

Por las noches el frío era bastante intenso, así que el calor de la fogata.lo acogía para entonces abrir su diario y ponerse a leer"

Relampago Azul, Sueño Dorado, Halloween, Centella de Oro y Diamante Negro, nadie puede alcanzarlos. Dejamos atrás a la ley una vez más. Christian está muy orgulloso pues ya las cuentas están saldadas...

Gilberto alza la mirada del papel pensando "Agujero Fangoso", y podía ver el pueblo ahí en aquella oscuridad, el pueblo arder en llamas... Todos los carteles de "Se Busca Christian The Kid" en el suelo pisoteados por la gente huyendo aterrorizada.
Se estremece y vuelve a leer el diario:

Corremos hasta el Abismo Perdido, donde nadie entra, porque si entran, nadie vuelve a salir. De eso nos aseguramos nosotros

Decían así aquellas páginas, y recordaba los rostros de cada uno de sus compañeros.

Gilberto apartó el diario y se echó para mirar hacia las estrellas, y reflexionaba, con apenas el rostro iluminado por la fogata.
Solo era un demonio en fuga, un proscrito, una presa, y algún día llegarían hasta él por eso.

Podía ver los cinco caballos galopando, cuatro siguiendo a Relampago Azul y su jinete. Parecían galopar entre las nubes, pero solo eran un recuerdo.

El forajido sacudió su cabeza como si tratara de despertarse de un sueño. Pero no estaba soñando, ahí estaban sus compañeros y se sintió responsable por lo que había ocurrido... a todos los capturaron aquel día.

Y veía el rostro de Diego, Jeffrey, Johnny pidiéndole cuentas.

A todos excepto él y Christian que...

-¡No, no fue mi culpa!- dijo en voz alta a la noche -¡Yo no quería que eso pasara. No fue mi culpa!-

Y sentido que estaban todos allí acenchando, tras los arbustos. Exigiendo cuentas.

Gilberto se puso de pie y apagó la fogata. Recogió sus cosas y esa misma noche se marcharía.

Alma ForajidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora